Nathaniel

Capítulo |14|

Nathaniel Brooks

«Si te has fijado en mí, no, soy lo que nadie quiere, una basura sin valor»

Recuerdo las palabras de Victoria una a una.

—Tú no eres nadie para darme órdenes Victoria, nadie me dice que hacer o qué sentir.

Abro de una patada una casucha en los rincones olvidados del pueblo en Mirelles, mientras más avanzo más me rodea la suciedad, mal olor y los animales rastreros comiendo las vigas de madera podrida.

Ensancho una sonrisa al encontrar un vejete hediondo tirado con la mitad del cuerpo sobre una vieja y sucia mesa, ahogado de borracho pues las pilas de botellas de distintos licores corrientes le rodean en el suelo. Aplasto una de cristal de un solo paso para que despierte y lo hace. Me mira con los ojos sobresaltados cuando me reconoce.

—¿Quién eres y por qué entraste? —reclama molesto por lo que solo avanzo hacia él mostrando mi arma, la cual no planeo utilizar; me es innecesaria—. ¿Qué esperas? ¡Dispara ya!

Me exige desahuciado por el alcohol, pero lo que aquí se hace aquí se paga.

—No, es claro que lo haré, pero la muerte para ratas asquerosas como tú es un premio, uno que deberás ganarte.

En mi mente eso resuena divertido, mucho más el ver temblar aterrado a este mal nacido. Con esa misma diversión me acerco mostrándole una fina daga y una cuerda. Me encanta jugar con la paranoia y las fuertes voces no son las mejores consejeras.

Lo sigo a pasos lentos sonriendo, que por alguna razón solo me hace gracia a mí, con agilidad lo tiro al piso donde lo sujeto por los cabellos al subir mi bota sobre su espalda.

—¡Déjame ir, prometo que no le diré nada a la policía! —parece querer chantajear.

—De todas maneras no ibas a poder —le aseguro.

Saboreo eso, el pánico que le invade cada poro en la piel al saber su muerte segura, me resultan exquisitos aquellos segundos previos a llevar a cabo mi cometido; la desesperación y el pronto aroma de la sangre corroer aquel futuro cadáver.

—Si tan solo tú hubieses escuchado a esa niña.

Con el pie trituro su mano en el suelo, sin el mínimo esfuerzo le propicio dos patadas que hacen que su cuerpo salpique crudas gotas rojas en las paredes y en su propio rostro.

—¡Basta por favor, por favor! —súplica intentando contener el dolor en las fracturas de sus costillas y manos. Lo que no me conmueve ni un poco.

—¿Cuántas veces te detuviste tú cuando Victoria te pedía lo mismo? ¿Cuántas? —lo levanto con facilidad y lo arrojo contra la pared donde estrujo mi mano firme sobre su cuello cortándole la respiración—. Antes de podrirte en el infierno me dirás el nombre de cada uno.

Sonrío ante aquella expresión de terror al ver la muerte a través de sus ojos.

***

Aún tres días después de lo acontecido me sigo cuestionando ¿Por qué esos dos están detrás de mí? ¿Por qué Victoria piensa que me esta ganando para conseguir lo que quiere saber Marcus? ¿Creen que me abriré tan fácil?

«¿Y qué más podría querer un humano de ti? Esos seres egoístas solo piensas en sí mismos» «Son tan crueles como vulnerables»

Sosiego esos pensamientos que solo me cegaran de ira como es su costumbre.

La noche está helada y silenciosa. Así es este pueblo, sepulcral todo el tiempo.

Cercano a la hora del evento que planificaron los Owens voy directo a la ducha, dejo que el agua caliente me recorra por completo, tardo unos minutos en eso. Siento que mi cuerpo es un cadáver que ha perdido el calor, como si estuviera hueco, frío y el ardor sobre mi piel me recordara que siento como cualquier otro ser vivo.

El espejo encima del lavamanos me sobresalta. En el puedo ver a Victoria a mi lado y a aquel hombre vivaz de lo incorrecto merodearla, claramente reflejamos matices diferentes, ella es lo que está bien y yo solo soy un monstruo con buena envoltura. Una que dejaré podrir apenas me vaya al infierno y entonces sí seré nadie, ¿pero de qué infierno futuro hablo? Si ya lo vivo desde siempre. Quizá por eso no le temo.

Salgo pronto de ahí, sobre mi cama yace el traje que usaré esta noche.

Una hora más tarde mi presencia en el salón de su residencia no pasa desapercibida, todos comienzan a murmurar al verme. Escucho los susurros y veo como giran la vista con tal de no cruzarme la mirada.

—Nath —grita mi nombre Dominic recibiendome.

—Hola muñeca —la aparto con disimulo—. ¿Dónde están tus hermanos?

—Por allá —señala a los Owens conversando con algunos accionistas en una de las mesas principales al centro del salón—. ¿A dónde vas tú?

—No traje compañía, así que me haré de una.

Sonrío petulante cosa que ella no entiende por suerte.

—Ven con nosotros a la mesa, Ara se pondrá feliz de verte.

Aranza Owens y su supuesto enamoramiento hacia mí, no es más que una finta. Piensa que juega conmigo porque prevé que su familia me está ciertamente prohibida. Aunque ahora mi atención se presta para las dos chicas que los acompañan, Amaya Rosset y Victoria Craner. Mucho más en la segunda, se supone que debería estar en el internado.

—Victoria —se me escapa su nombre entre los labios.

—Hola Nathan.

—¿Qué tal va tu noche?

—Normal, supongo —bebe despacio a la copa con agua frente a ellas—. Entretenida.

La melodía suave que inunda el lugar toma aún más decibeles haciendo que algunas parejas se levanten para dirigirse al centro.

—¿Vamos? —la desafío prediciendo el no.

—No —responde simple.

—Yo si quiero —se le escapa a Amaya, pero en dirección de Alexander—, aunque claro, entiendo que no se puede.

—¿Y quién ha dicho eso?

Se mofa justamente él dándole la mano para ir al centro con una ridícula distancia entre ambos.

Patéticos, no podría mantenerme dos segundos junto a alguien como ella, es demasiado blanda para mí, y Alexander transparente, nada hábil. Todo encaja, pues lo similar atrae a lo similar. Y bien, dos patéticos complementándose por el mundo.




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