Nathaniel

Capítulo |4|

Nathaniel Brooks


Tomo un lugar en el salón de clases, cerca de mí se sienta Alexander, me da una sonrisa y le devuelvo una mueca. Menos mal se adentra el profesor de historia irrumpiendo nuestras muestras de hipocresía.

Comienza con su aburrido recuento de la clase anterior, pasa al nuevo tema en el que el señor sabelotodo...Literal sabe - todo. O sea el noventa por ciento es escuchar hablar a Alexander de los hechos historicos como si los hubiese presenciado y el otro diez escuchar a un idiota que no sabe ni el mismo de que va su clase.

—Lo que quería comentarles, la universidad ha decidido sumarse a la campaña de...

Levanto la mano.

»Si Nathaniel.

—Hace dos minutos que la clase terminó, ¿Puedo retirarme?, realmente no me interesa a lo que se sume a la escuela.

—No Brooks—responde para proseguir—. Ofreceremos tres becas para alumnos de nuevo ingreso.

—Vamos por la mitad de la carrera, ¿Por qué nos interesa una beca de nuevo ingreso? Deberían enfocarse en sostener a los actuales.

—La familia Owens—hace alusión a la patética representación presuntuosa que tenemos en el salón—, ofreció pagar dos cupos más.

—¡Bravo Alexander!—aplaudo con euforia—¿Ahora si me puedo ir?

Al fin logro escapar de ahí, me coloco los audífonos y me siento cerca de la entrada.

Buscando ignorar los murmullos que podrían ser de quienes andan cerca o los que solo me merodean a mí. Intento no prestarles atención. Desde niño me han hecho parecer un lunático, como si no estuviese suficientemente señalado como para actuar extraño.

—Vamos a casa—me ofrece Alexander pasándome a un lado sin un reproche de por medio.

Al fin lo veo de buen humor, ¿eso es un mal indicio?

—Tengo mi propia casa, gracias.

—Solo cumplo con lo que inició mi abuela, eres bienvenido lo sabes.

—No pues gracias, que amable—ironizo.

Avanzo unos pasos adelante a sabiendas que todos nos miran. Podrían estar mirándolo a él, solo le falta ser capitán de fútbol para ser la fantasía caliente de cualquier alumna del plantel. No soy precisamente quien para opinar acerca de lo raro, pero me es sospechoso que no le he conocido una novia, tengo mis sospechas sobre Marcus...Pero.

Nos separamos en la entrada, yo tomo mi camioneta y él su coche. Me las arreglo para llegar antes y molestar con mi presencia su personal. No les guardo rencor, pero digamos que no olvido las diferencias que hicieron entre ambos desde que llegué a su casa, como me miraban, todos los sobrenombres que me pusieron "asesino" mucho más, luego aprendí a usar la fama que no pedí como defensa. Annette repetía mucho aquel proverbio africano; "El niño que no fue abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemara su aldea para poder sentir su calor". En ocasiones creo que ella no tenía miedo de mí, sino de lo que podía llegar a hacer. Me dejaba claro que eso no era yo y buscaba evitarlo.

Por ella conozco la casa de los Owens de pies a cabeza, viví aquí desde los cuatro años, después de que aquellos hombres se llevaran a mi padre, mi cara se hiciera pública y todo el mundo comenzase a repudiarme menos ella. Fuimos tratados por igual frente a sus ojos, nos dieron los mismos privilegios y nadie que quisiera ser rechazado por el pueblo podría dañarme. Cosa que a sus espaldas no muchos respetaron.

En esta ocasión al entrar me encuentro a una joven jugando con Dominic, tiene facciones interesantes, cabellera roja, un cuerpo esbelto aunque muy cubierto, ojos verdes y una sonrisa grande.

—Hola.

Me saluda, de primer instante me asombra que no me huya. Eso no la vuelve especial, presiento que es igual de fastidiosa que Alexander.

—¿Quién se supone que eres?—cuestiono.

—Mi nombre es Amaya Roussette, soy...

Alexander llega a nosotros en instantes.

—Es May, nieta de Sofía, estará aquí unos días tan solo—deja claro.

—No sabía que Sofía tenía nietas tan hermosas—vacilo al sentir el enojo de Owens.

—Ni ella tampoco—susurra la pelirroja confusa—. Digo, es un gusto Nathaniel, eso creo.

—Nathan para los amigos.

—Vámonos ya "Nathan"—menciona Alexander.

—Para ti no Owens.

Cierro la conversación. Decido avanzar al comedor y/o sorpresa, el descolorido de Marcus Vega está aquí con intenciones de cogerse a Aranza, bien solo la esta mirando intensamente. Tomo un lugar, noto como se miran ese par, Alexander no le quita la mirada en cada movimiento, presiento cierta barrera. ¿Quién es y de dónde ha salido esta chica?

—Mañana haremos una visita al internado femenil de Mirelles.

—¿De verdad?—pregunta ella.

—Si, les tengo una sorpresa May.

¿May? ¿Cariño?

—¡Genial podré ver a Vic!

—Así es, pero tu visita aquí aún no termina pequeña.

Confirmo, aquí hay algo nuevo.

La cocinera sirve la comida, da al menos tres vueltas para colocar todo con ayuda de una de las chicas de limpieza. Lo siguiente será raro, cambio muy rápido mi plato con el de Alexander, jamás como en esta casa, siempre he temido que intenten matarme. Él sabe mis complejos y ni siquiera me pide una explicación de mi acto.

—Y dime Amaya ¿de donde eres?—pregunto yo, despistando la atención de mi plato.

—De Mirelles, muy cerca de aquí.

—Pensé que eras extranjera por tus características físicas.

—Según recuerdo mi padre era Escoces, en algún momento eso le escuché a mamá, no tengo muy claro mi árbol genealógico.

—Hora de comer pide Alexander— o intenta callarme, quien sabe.

—¿Y tú?

—Mirelles también, creo que lo sabes de sobra.

Por primera vez suda frío, no era mi intención asustarla, cada quien crea su versión de cada persona, ella sola se provocó el temor.

»¿Y qué estudias? ¿Lo mismo que Alex?

—No, estudio medicina forense, sabes es muy útil, como por ejemplo hoy, las carnicerías estaban cerradas, pero la clínica está abierta, provecho—señalo el plato fuerte con la guarnición de proteina.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.