Nathaniel

Capítulo |9|

Victoria Craner 


A nuestra llegada en la entrada de la universidad hay una enorme fila frente a unas butacas con listas de colores. La mayoría del alumnado murmura algo sobre clubs y deportes. Mientras otros planean quedar juntos.

Deslizo mis manos por la falda de cuadros rojos antes de avanzar y seguirle la pista a May pues en un solo segundo se fue de mi lado. 

—¡Miren hay club de animadoras, gimnasia y un equipo de fútbol femenil! ¡Quiero ir con las porristas! —expresa la pelirroja tomando lugar tras la última chica que se anota.

Alexander ríe muy cerca de ella anotando su nombre sin dudarlo. 

—Rousett Amaya, ¿ustedes dos también? —nos mira deslizando sus dedos sobre el siguiente renglón.

—Para empezar ¿qué es todo esto? —pregunto analizando el alboroto de todos.  

—Son actividades complementarias, abren los clubes antes del verano para que los alumnos asistan a prueba durante la última semana, deberían intentarlo —nos insiste el rubio jugueteando el lapicero en su mano. 

—May el traje que traen las animadoras se ve excelente, ¿pero tienes idea del costo? Dudo que el internado quiera absorber eso —comenta Margareth. 

—No se preocupen por eso, yo costearé lo que necesiten, chicas.

—Yo paso, pero veré las otras opciones durante el día —les hago saber tomando dirección al salón.

—¿Y si tomamos algún club juntos, Alex? ¿Ahí no importa la diferencia de grado, no?

—No me veo sosteniendo pompones May, ¿intentamos en lectura o jardinería? 

Me alejo de ambos revisando las listas y la gran publicidad de los líderes de cada club, hay de matemáticas, ajedrez, pintura, danza, un grupo de integración. Este último no suena mal. Tomo uno de los volantes para buscar el salón, pero al girar choco con Brooks mirando la publicidad entre la multitud. Él sonríe, yo formo una mueca. 

—Alguien me está siguiendo —comenta.

—Delirios de persecución, con terapia mejora.

Respondo sin expresión y le corto la vuelta. 

Entro al salón que indica la esquina del papel y tomo lugar en una de las sillas de atrás intentando no exponerme más de lo que ya lo hace este anticuado uniforme. Pronto más personas ingresan, entre todas ese tipo ocupa el lugar detrás de mí. 

—¿En serio, tú aquí? 

Susurro y su risa sin sentido me explica que me ha escuchado. 

—¿Hacen buenas obras que no? —se inclina para hablarme casi al oído.

—¿En serio iras a sembrar árboles o leerle a huérfanos? ¿Tú?

—No, daré una buena cantidad de dinero y les mantendré la boca callada mientras apruebo el crédito —espeta sin tapujos. 

Blanqueo los ojos buscando ignorarlo.

Lo que no intuía es que él habla hasta solo, o no sé qué silenciosa alegata se trae consigo mismo. 

—Quieres callarte un maldito segundo —riñe aparentemente con nadie cuando volteo a verlo.

—No dije nada —me vuelvo con mal humor.

—¿Y quién te ha hablado a ti?

Me aniquila de un vistazo. 

La frialdad y molestia de su rostro me eriza la piel, me esfuerzo por centrarme al frente.

—¿Qué pasa allá atrás? 

Nos llama la atención la amable profesora sacándome del ensimismamiento.

»Vengan aquí ambos. Este club es para brindar ayuda, no pueden estar peleando. 

—Él comenzó, por alguna razón le desagrado, pero parece seguirme. 

Lo acuso a lo que Nathaniel ríe mostrando su mejor y más atractiva sonrisa a la profesora, quien no puede evitar corresponder la carroñería con la que se siente atraída hacia él como el resto de las chicas.

—Jóvenes es imposible que todos nos agrademos, pero al menos tomemos lo positivo de quien nos rodea —marca la profesora sin dejarnos ir.

—¿Positivo? Nathaniel sería ese error de fábrica en el cual una batería tendría ambos extremos negativos —me quejo.

—Polos opuestos se atraen, Victoria —baja la mirada altanero.

—Suficiente, ambos.  Den un paso al frente, dirán tres cosas positivas sobre su compañero. Empiece Brooks, tres cosas que a simple vista te guste de Victoria. 

Él se lo piensa antes de acercarse mordiendo ligeramente su labio y me da rabia la zarda de tonterías que puede decirme frente a todos. ¡Pero no me quedaré de brazos cruzados!

—Su soberbia —me rodea escudriñando meticulosamente, como si disfrutará torturarme—. Su irreverencia, y sus adictivos ojos cafés.

Sacudo la cabeza queriendo desconectar mis pensamientos ante la última mirada.

—Nathaniel… 

Lo miro fijo atraída como imán a su rostro. Busco retomarme, no dejar evidencia de que algo se movió o que no esperaba algo realista.

»De Brooks me gusta su estilo, su cabello oscuro y las hipnotizantes fusiones de verde en sus ojos.

—Más allá del físico chicos. 

—Yo he hablado más allá del físico, me gusta la complejidad de Victoria y todos aquellos síntomas que la llevan a ser ella.

Me sonrojo y bajo de un salto del frente del salón, me siento para no ver en primera fila la osadía de Brooks, pero me sigue de cerca.

—Oye Caos —su aliento helado me hace girar.

—¡Deja de llamarme así!

—Dramática. 

Reñimos de nueva cuenta atrayendo la mirada prejuiciosa de Miss sonrisas. Lo detesto.  

—Creo que aún hay un par de personitas que no entienden que la cordialidad es primordial en este club, ¿y saben que quiere decir esto?

Deje esa horrible voz chillona, por favor.

»Veinticuatro horas de si. 

Al fin concordamos en algo, formamos una mueca desentendida. 

—¿Qué es eso? —pregunto.

—Durante Veinticuatro horas todos los que estamos en este salón no podremos negar a la petición de nuestros compañeros —explica la mujer a la que Brooks ignora por estarse frotando las sienes acomplejado—. ¿Todos de acuerdo? 

Él asiente con la mirada fija en la pared que da al pasillo, no parece prestar atención a las lecciones o estar al tanto del asunto que causamos.




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