- Me alegra que hayas aceptado colaborar con nosotros, Dr. Gutierrez.
Juan no dijo nada. Todavía recordaba la noticia que lo dejó impactado. Su querido profesor de universidad fue acusado de cometer un crimen. Y Juan, como todo buen perito a quien siempre lo consideraban una "mente brillante" en los casos de crímenes, aceptó participar del caso solo para demostrarles a todos que era inocente. Con tales pensamientos, no pudo conciliar el sueño, por lo que cuando llamó al comandante, éste se percató de su voz cansada y le preguntó si se sentía bien.
- Estoy en perfecto estado – mintió Juan – Me gustaría comenzar lo más pronto posible, por favor.
- Está bien. Puede ver al Dr. López después del mediodía. Monitorearemos la entrevista en caso de que... ya sabes... se ponga "violento"
- Lo entiendo. Nos vemos más tarde.
El comandante Benítez lo recibió en el departamento de la Policía Federal. Juan llevaba consigo su libreta de apuntes y unos lentes de lectura. Los demás oficiales se encargarían de grabar toda la entrevista para analizar las reacciones del acusado.
- Tiene usted una mala pinta, Dr. Gutierrez – le señaló el comandante - ¿Ha tenido algún problema anoche?
- Solo un problema de mi trabajo – dijo Juan, de forma cortante.
Llegaron a la sala de interrogatorio. Era la clásica sala de paredes grises, con una mesa al medio y unos vidrios bien polarizados en una de las paredes, donde generalmente suelen situarse los oficiales, detectives y otros integrantes del caso a analizar el proceso de la entrevista al culpable de crimen.
En uno de los extremos de la mesa rectangular se encontraba el Dr. López. Estaba con un enterizo color anaranjado y llevaba las manos esposadas. A pesar de su situación, Juan lo encontró muy tranquilo, como si no le importase nada de lo que sucedería a continuación.
- Se lo dejo en tus manos, Dr. Gutierrez – le dijo el comandante a Juan, dándole una palmada en el hombro y cerrando la puerta detrás de sí.
Juan se acercó al extremo opuesto de la mesa, se sentó, sacó de su bolso su libreta y su bolígrafo, se colocó las gafas de lectura y procedió al interrogatorio.
- Buenas tardes. Soy el Dr. Gutierrez...
- Sí, sé muy bien quién es usted, Juan Gutierrez máster en antropología y doctor en psicología. A pesar de los años, recuerdo el rostro de uno de mis estudiantes más brillantes de la universidad. Siempre tuve el deseo de poder encontrarme con usted, pero nunca imaginé que dicho deseo se cumpliría en estas circunstancias.
El Dr. López reveló una sonrisa serena. Juan intentó mantener la mente fría. Siempre se caracterizó por su frialdad en estos casos, pero por alguna razón, sentía que las piernas comenzaban a temblarle poco a poco. Odiaba sentirse tan vulnerable y tener que lidiar con el caso solo porque la situación lo ameritaba.
- He revisado sus antecedentes, tanto en los tiempos en que trabajaba en la universidad como en los que trabajaba para una empresa suiza con mala reputación en cuanto al impacto ambiental que generan sus productos. ¿Es eso cierto, doctor?
- En efecto. Así es, joven – le respondió el Dr. López, sin perder su serenidad.
- Durante su etapa de docente universitario, usted siempre ha sido todo un caballero – continuó Juan, anotando la afirmación de su antiguo profesor – todos lo admirábamos por su civilidad y raciocinio, así como por su inteligencia y forma de transmitir sus conocimientos a los estudiantes. ¿Cuál fue el motivo por el cual decidió cambiar el trabajo?
- El señor Trump me propuso una oferta que no pude rechazar – respondió el Dr. López, dejando de sonreir por un momento y mostrando una expresión neutra - ¿Se supone que esto es un interrogatorio? ¿No tienes nada interesante que preguntar? ¡Qué desilusión!
Las mejillas de Juan se enrojecieron. ¿Acaso lo estaba humillando? Intentó respirar hondo, contar hasta 10 en su mente y proseguir con la entrevista como si nada.
- Hasta donde puedo ver, usted es de esas personas que nunca haría daño a nadie. Sabemos que el conglomerado suizo cometió muchos crímenes contra el medio ambiente, por lo que quiso hacer algo al respecto para detenerlos y derrocar a dicha empresa. Pero su debilidad era su familia. ¿Acaso ellos fueron responsables de la muerte de su esposa y nietos? ¿Es verdad que asesinó a su propia familia? Y de ser así, ¿Por qué lo hizo? ¿Lo obligaron?
Repentinamente, el Dr. López soltó una carcajada que duró un minuto. Eso sobresaltó a Juan, quien no esperaba verlo reaccionar así. Cuando se calmó, el Dr López le respondió.
- ¿De verdad usted es la "mente brillante" del siglo? ¡Pero qué preguntas me está haciendo! ¿Es que no has visto las noticias? ¡Yo fui quien los mató! ¡Asesiné a mi familia! ¿Y sabes por qué lo hice? – hizo una larga pausa, donde volvió a su semblante sereno y relajado – Porque está en nuestra naturaleza asesinar a los más vulnerables. Es la ley de la vida.
Juan no dijo nada. Si no lo conociera, pensaría que el Dr. López poseía alguna especie de psicopatía. Los psicópatas tienden a aparentar ser personas normales y son muy inteligentes, pero en el fondo carecen de empatía hacia el dolor ajeno y solo ven a los demás como herramientas que puede usar y tirar. ¿Acaso el Dr. López, durante todos esos años, logró ocultar su estado real?
Al ver que Juan no decía nada, el Dr. López continuó.
- Darwin ha dicho en su "Teoría de la evolución" que, como especie humana, fuimos adaptándonos a los recursos naturales con el pasar de las generaciones. Es lo que se conoce como "Selección natural". Si analizáramos la historia de la humanidad desde sus inicios, podrá apreciar que somos la única especie que logró llegar hasta donde estamos ahora por medio de la violencia y la dominación hacia otros seres más vulnerables. La "Selección natural" fue readaptada a nuestra cosmovisión humana, aplicando toda clase de métodos que nos hizo ser los dominantes del mundo por sobre todas las demás especies. Está en nuestra naturaleza dañar a otros, solo que se han establecido leyes que "moderaran" esos comportamientos destructivos, de manera a poder perpetuar a la especie humana y forjar esta decadente civilización actual.