Naucalpan Blues

IV

29 de Septiembre del 2025.

Los árboles comenzaban a mecerse al compás del viento, creando una melodía semejante a la llovizna, y muy al contrario de aquellos días anteriores, esta vez, el cielo estaba despejado, sin ningún ápice de nube que llegase a anunciar una futura llovizna; pero estamos en Naucalpan de Juárez, nada es seguro.

Dorian se encontraba saliendo de la única clase que tuvo en el día, ya que su profesor de administración se le ocurrió romperse una pata por lo que le dieron incapacidad; muy contrario a su caso, que llevaba un yeso y no le dieron ni un día para faltar. Miró detenidamente su brazo lesionado, le daba comezón; estaba dos de querer arrancarse el brazo, porque por obvias razones, no podía rascarse.

Ya iba de salida, hasta que se encontró con Iris, llegó a verla en alguna de sus clases, sin embargo, nunca le había hablado, hasta hace algunos días por el incidente que habían tenido en base.

—Oye, ¿Has visto a Carlos?— le preguntó la chica.

—No, hoy solo tuvimos una clase, pero supongo que no vino— respondió casi con indiferencia.

—Ya, bueno, gracias— y se marchó.

Iba con algunas cuantas chicas más, sin embargo, no le dio importancia, no las conocía, pero tampoco le incumbe, aún así, se preguntaba por qué estaría buscando a Carlos; quizá lo conocía.

Ya en la salida, de bajada, se encontró con el desaparecido, justo donde se paraban los micros, no podía casi ni reconocerlo de no ser porque su voz era tan particular, como él mismo; se asomó un poco curioso entre la multitud, y reconoció aquello que tanto lo destacaba de los demás: era ese cabello grisáceo, casi blanquecino. Estaba siendo sostenido por tres tipos, que apenas podían mantenerlo quieto, se veía bastante agresivo, necio y... borracho.

—¡Maldita sea, me quiero morir, ya no quiero estar aquí, quiero irme!— lloraba y gimoteaba entre frases, quizá era por el alcohol, pero esa vista tan descontrolada de él, no era más que un reflejo de su atormentaba alma. —¡Ya déjenme ir culeros!—

Dorian tan rápido notó la escena, fue hacia ellos; no era su asunto, pero lo conocía, además que le debía una salvada.

—¿Qué le pasó?— preguntó preocupado —¿Se metió algo o le dieron algo?—

—No wey, solo está pedo— exclamó uno de los que lo estaban agarrando. Se veía cansado, cosa obvia, cargar el peso de un wey de esa estatura, seguro era agotador.

—Soy una pésima persona...— hipó al finalizar su frase, otra vez se tranquilizó al punto de que otra vez se puso a llorar; bastante lamentable. —No vale la pena seguir vivo...—

Ya era mucho show, al punto de que Dorian volteó por un momento, y vió a los de jurídico hablar por la radio. Giró su vista a Carlos, no tenía idea de qué hacer, solo sabía que tenían que irse de ahí, o jurídico se los iba a llevar.

—Carlos— le llamó por su nombre pero no respondió.

—Carlos, levántate, tenemos que irnos— pero seguía sin hacer caso, solo balbuceaba cosas sin sentido entre su hipo y los gemidos de dolor.

—Me voy a cruzar la calle... que me atropellen a la verga— rió casi de forma maniaca levantándose de la banquita de metal, jalando con toda su fuerza descomunal a los tres weyes.

—¡No!— le gritó otro, y le hizo que se sentara de nuevo.

—Llámale a su novia, wey, a ver si así se calma—

—¡No!— gritó de nuevo —No le digan nada...—

Se volvió a estar en paz, moviendo la banquita de adelante a atrás, estaba tan borracho que estaba al punto de que parecía que cuatro pendejos se iban a caer de ella. Dorian tan solo lo miraba sin saber qué hacer, o decir, y su único pensamiento razonable al sentir que ya era mucho arguende, su único pensamiento razonable ante la presión fue: "llévatelo".

—Vámonos, Carlos— dijo Dorian arrodillándose frente a las piernas del pelinegro.

—No... no me quiero ir— respondió con un pequeño hipo al final y la cabeza baja —Solo te voy a estorbar—

—No, no eres una molestia— tomó su mejilla suavemente para ver su rostro lloroso, viendo más a detalle la expresión que contenía las lágrimas derramadas; quizá estaba exagerando, pero, incluso aún en ese estado, ese rostro gélido permanecía —Si te quedas aquí, los de jurídico nos van a llevar otra vez— insistió otro poco esperando una respuesta positiva.

Carlos lo pensó por un momento con la mente completamente nublada; el tacto cálido de Dorian en su mejilla casi parecía arder contra la humedad, donde a pesar de todo, sus lágrimas eran recogidas una calidez que era extrañamente reconfortante; —el dolor parecía evaporarse con solo ese acto cálido y casi genuino—; tomó su muñeca brevemente y así ladeó su mejilla contra la palma que parecía sostener el dolor que sentía en ese momento.

La actitud dócil de Carlos pareció sorprender a todos los presentes, ver al gigante de hierro quebrarse de esa manera, no es más que un suceso casi histórico.

Tras algunos dialogos irrelevantes, Carlos se levantó de la banca, ya no con violencia, más bien lo hizo con tal de marcharse, aunque estaba tambaleando de borracho, todos sabían que no iba a caerse. Dorian se ofreció para ser su soporte, y justo cuando ya se habían despedido de los demás, la mirada periférica del güero oxigenado funcionó, percibiendo en su campo visual a los tipos de jurídico correr hacia ellos.



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En el texto hay: slice of life, amistad amigos, lgbtq+

Editado: 02.10.2025

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