La mañana del sábado, 23 de diciembre 2017, a las 9:00 a. m., en la casa de la tía, Mary, después de haber desayunado con ella, Kenny buscó su teléfono, localizó en sus contactos el número de su madre, y le marcó a su teléfono, con una extremada alegría; y en lo que sonaba ring, ring, iba conversando con su tía…
― ¡Hola, hijo! ― Su madre respondió la llamada. ― ¿Cómo amaneciste?...
― ¡Bendiciones, madre! ¡Amanecí, súper bien! ― Contestó a su madre. ― ¡No creerás esto!: dentro de un supermercado de acá, en una casita de deseos que está abandonada, encontré una carta de quien no te imaginas…
― ¿Quéééé? ¿De quién, hijo?... ¡Quizá tenga la idea, pero, mejor cuéntame!...
― ¡Esta carta es de Marxell! No sabes lo emocionado que estoy, mamá… ― dijo Kenny en una forma intrigante.
― ¿Qué? ¡No puedo creerlo! ¡Qué alegría, que hayas encontrado esa carta! ― Se expresó su madre con asombro, al saber la noticia. ― Nunca te volvimos a hablar de ella, porque tampoco sabíamos nada… ¡Pero, qué lindo! Esta navidad está llena de sorpresas y magia.
― ¡Por eso te llamé, para invitarte a ti y a papá! Quiero pasar Nochebuena y Navidad con ustedes y su familia. ― Le dijo Kenny, informándole el objetivo de su llamada.
― Es muy lindo de tu parte, hijo, pero no podremos ir, porque hay una tormenta de nieve, y no será posible viajar… tampoco podrás venir. ― Se expresó su madre, sintiéndose inconforme y desanimada. ― ¡Lo siento, hijo! Te deseo, feliz Navidad y también a mi hermana, Mary.
― Descuida, mamá, lo entiendo. ¡Feliz Navidad para ti y para papá!... Hasta luego. ― Dijo Kenny a su madre, finalizando la triste llamada.
― ¡No te desanimes, hijo! Tus padres no podrán ¡Hagámoslo tú y yo! ― Le dijo su tía para motivarle.
― Me hubiese gustado que mis padres estén conmigo para celebrar; pero, entiendo la vicisitud; y no me detendré… ¡Lo haremos mañana, tía, en Nochebuena! ― Dijo Kenny lleno de energía y motivación.