Molly.
No sabía si había escuchado bien o si mi mente ya había comenzado a divagar, pero al ver su rostro serio comprendí que él hablaba de verdad. Sus ojos de un azul frío y penetrarte no mostraban signos de que aquello fuera una broma de mal gusto, su mandíbula estaba apretada y sus labios sellados mientras esperaba una respuesta. Jamás había pensado en Paul cómo un hombre; al menos no en un hombre como mi pareja, era más que evidente que él era masculino. Pero a diferencia de Jon, yo no tenía ojos para nadie más que para él, por lo que jamás me había detenido a pensar en lo guapo que era en realidad mi jefe. Su traje de oficina se ceñía a su cuerpo dejando ver qué su espalda era ancha, sus hombros y brazos fuertes al igual que su mentón cuadrado y varonil. Solo lo había visto de barba crecida una vez y al analizarlo ahora, desde la postura de una mujer soltera me atrevía a decir que le quedaba de maravilla, aunque prefería como lucía sin ella.
Él torció su cabeza como preguntando si todo iba bien y fue cuando comprendí que me había quedado más tiempo del que pensaba observándolo. Aclaré mi garganta y metí un mechón de cabello detrás de mi oreja, una hebra se quedó enroscada torpemente en mi dedo y cuando tiré de esta la hebra se rompió al igual que un hilo. Pero no había sido en mi dedo si no en mi anillo dónde se había atascado. Tomé el anillo entre mi pulgar y el índice para admirarlo y sin darme cuenta de ello comencé a girarlo; era sencillo, una simple banda color plata con una pequeña roca en el medio imitando un diamante y, aun así, tan simple cómo era para mí había sido lo más hermoso que mis ojos habían visto jamás cuando Jon abrió la cajita y me lo enseñó. Al recordar el día que me pidió matrimonio pude sentir una lágrima brotar de mis ojos y al instante un dedo estaba secándola con tal delicadeza que solo una rosa podría decir que fue tocada así.
-Si tanto daño te hace, no deberías conservarla.
A penas fue un susurro, pero a la distancia que estaba parecía haber gritado. Al elevar mi cabeza me encontré cara a cara con Paul; no sabía cuándo se había movido tan cerca de mí, pero tampoco me disgustaba.
-Esa es la cosa, no es el anillo quién me hace daño, si no la persona que me lo dio. Y su recuerdo está grabado en mi mente. ¿Qué debo hacer entonces? No es como si fuera una máquina a la cuál puedes resetear y reconfigurar, tengo sentimientos.
-Entonces crea nuevos. Crea nuevos momentos inolvidables y felices y te garantizo que estos opacaran a los malos.
Ahora era yo la que inclinaba mi cabeza intentando descifrarlo; sus brazos me habían acorralado a la silla y su cabeza se erguía por sobre la mía, entonces sonrió y sus ojos brillaron como los de un niño.
-Eso es lo que les digo a mis hijos cuando me preguntan qué hacer con los malos recuerdos.
- ¿Me está diciendo que soy como un niño?
- ¿Qué? No, solo le explicaba algo, no importa.
Él se apartó de mí y se sentó en la silla frente a la mía cruzando sus manos sobre su abdomen.
- ¿Y bien? Se que puede parecer una locura, pero déjeme explicarle. Usted necesita un hombre para presentarle a su familia durante estas fiestas y yo necesito una pareja que nos acompañe a mis hijos y a mí.
Me pregunté por qué un hombre como él necesitaría una pareja falsa para pasar la navidad y al parecer mi mirada me delató.
-No me mal interprete; es solo que mi hija Sally insiste en que debo tener citas y en lo posible conseguir una mujer con la que estar, pero yo aún no me siento preparado para una relación.
-Oh, ahora entiendo. Entonces usted necesita alguien con quién este seguro de que nada pasará.
-Sí, además debe ser una mujer en quién pueda confiar ciegamente ya que estará con mis hijos.
Sabía que el Sr. Murray tenía tres pequeños y que los varones eran los menores y gemelos, pero jamás supe nada de su madre y tampoco pregunté, no era asunto mío; y ahí terminaba la información que tenía sobre la familia Murray.
-Pero, señor...
Él se rio por lo bajo y fue una risa gutural que provoco una oleada de corriente por mi espina dorsal como si fuera un enjambre de abejas picándome.
- ¿No le parece que dejamos las formalidades hace unos minutos atrás cuando hablamos del anillo? El cual si me lo pregunta.
-No, no le pregunte.
-Me parece muy ordinario para una mujer excepcional como usted.
-Es lo que mi ex podía permitirse en ese momento.
- ¿En que trabaja?
-Es corredor de bolsas.
- ¿Y dices qué no se podía permitir algo mejor? Como sea, no importa. Sigue sin responderme si aceptar o no el trato.
-Pero...
- ¿Qué?
- ¿Quién va a creer que usted sale con alguien como yo?
Paul se irguió en su sitio y su ceño se frunció mientras su mirada me recorría de arriba abajo. Instintivamente coloqué mis manos sobre mi abdomen tratando de cubrirme.
- ¿Qué quiso decir con “alguien como yo”? Creo que debería fijarse en su entorno más seguido Molly. He visto a varios hombres quedarse embobados viéndola en lugar de prestar atención a las reuniones; debo admitir que tenerla presente durante el cierre de un trato me facilita las cosas. Puede que no sea una modelo francesa, pero le aseguro que cuenta con una belleza inigualable y su carácter es maravilloso.
-Está bien, está bien, ya me convenció puede detener su máquina de cumplidos antes de que termine derramando arcoíris en la oficina.