Navidad con mi jefe.

Capitulo 8.

   Durante el trayecto en el auto mi estómago siguió agitado un rato más, aún así, trate de disimular lo mejor posible mientras que los niños sobretodo Sally se fascinaban por las vistas del lugar. La verdad es que los paisajes montañosos de Mountain Village daban mucho de lo que hablar incluso entre los cientos de turistas que asistían cada año en las vacaciones o para aquellas personas que durante todo el año vivían en grandes ciudades, pero en fechas especiales como noche buena y año nuevo preferían pasarla aquí. Los gemelos no deseaban admitirlo, pero también habían sido conquistados por el encanto del pueblo; se les veía en los ojos, pero por supuesto cada vez que notaban los míos observándolos ponían su mejor cara de póker.  

-No tenía idea de que existiera un sitio así Molly. ¿Por qué no me dijiste antes de dónde venías? 

-Paul, nunca preguntaste y no creí fuera algo importante para mencionar.  

  Esperaba que mi tono de voz fuera suficiente para dejarle en claro que jamás había habido un tiempo en dónde él y yo tuviéramos una charla personal de más de cinco minutos puesto que él era mi jefe y yo una simple secretaria del montón. 

-Oh, claro, tienes razón.  

   El resto del trayecto fue en silencio hasta que entramos al corazón del lugar. Cómo todos los años el alcalde del pueblo y sus habitantes no habían escatimado en gastos para realizar la mejor decoración de todas. Aunque jamás en todos los años de vida que tenía había existido alguien que pudiera superar a la familia Anderson. Ellos festejaban cada festividad a lo grande y eso significaba que ponían todo su empeño en la decoración hasta en el más insignificante detalle. Y este año no había sido la excepción. 

-Ey, niños miren afuera hacia la izquierda. En un rato pasaremos frente a la casa de los Anderson; les prometo que será el mejor espectáculo que verán. 

  Los tres voltearon hacia la ventanilla de Sally aunque los pequeños se reusaron al principio, pero cuando comenzaron a escuchar las reacciones de su hermana la curiosidad les ganó.  

-¡Baya!  

-¡Mire eso! ¡Peter mira! 

-¡Si Neit! ¡Parece un Santa Claus real!  

-¡Y sus renos también! 

-¡Y el trineo! 

-Apuesto a que incluso tiene regalos de verdad. 

  Los tres niños se voltearon hacia mi con cara de no creerlo y antes de que preguntaran respondí. 

-Si, todos los años le colocan regalos de verdad para los pequeños. 

-¡Eso es genial! 

   Ellos querían bajar del auto y quedarse en el trineo de los Anderson, pero Paul les dijo que mejor era seguir con el viaje. Cuando llegamos a casa lo primero que se vio fue el gran muñeco de nieve frente al pórtico de la casa blanca ahora llena de luces azules navideñas que resaltaban con el fondo blanco de las paredes.  

-Muy bien, bienvenidos a mi casa chicos. 
 




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