Ni bien se fue Paul de la casa los gemelos corrieron hacía su habitación entre risas de complicidad, algo que me alegraba y atemorizaba a la vez.
-Molly.
Sally me llamó desde la puerta de la entrada, donde sostenía mi abrigo junto al gorro y la bufanda de lana que mi abuela había tejido con sus propias manos en la última navidad que ella estuvo con nosotros, era como si hubiera anticipado que sería la última y decidió tenernos algo a cada uno.
-¿Sucede algo Sally?
-No sé, mis hermanos me dijeron que si podía hacerte salir al patio porque tenían una sorpresa para ti.
-¿En serio?
-Si, o al menos eso me dijeron ellos.
-Bueno, salgamos entonces.
Mientras me colocaba mi abrigo Sally parecía más ansiosa que yo por saber de qué se trataba todo y salió de la casa diciendo que me esperaba afuera. Tras ponerme la bufanda salí a la entrada para divisar a Sally, ella estaba mirando de un lado a otro en busca de la sorpresa, pero al parecer no estaba teniendo éxito. Una vez lista caminé hacia al porche y cuando estaba en el último escalón, escuché un sonido metálico por en sima de mi cabeza y al parecer la pequeña también lo escucho ya que se volteó en mi dirección y con cara de horror intento advertirme de algo, pero no llegó a tiempo. Sentí el impacto helado caer sobre mi cabeza y recorrer el resto de mi cuerpo empapando mi ropa; el frío se calaba por las capas de ropa llegando hasta mi piel y haciendo que temblara de frío. Cuando miré hacia arriba distinguí un balde metálico colgando de una cuerda y este se balanceaba en la misma como burlándose de mí.
-¿¡Molly estás bien!?
La voz preocupada de Sally era contrastada por las risas de sus hermanos provenientes de la planta de arriba, desde dónde suponía habían jalado de la cuerda para voltear el tacho de agua.
-Si, estoy bien Sally. Iré dentro para cambiarme si no te importa, tengo frío.
-No, no pasa nada. Ve, mis hermanos ya verán cuando papá regresé; le diré lo que ellos hicieron y…
-No. Sally, no le digas nada a tu padre.
Entre en la casa e ignore a mi madre cuando al pasar junto a ella para subir las escaleras me preguntó que había sucedido conmigo. Podía sentir como con cada pisada que daba una huella de agua se filtraba en la alfombra de la escalera. Seguramente mi madre se habría molestado si en lugar de agua hubiera sido lodo. Cuando llegue a mi habitación intenté caminar lo menos posible para tomar ropa seca y me dirigí al baño para darme una ducha caliente y entrar en calor. Deje las cosas sobre la silla del rincón y una vez lista me metí a la bañera y cerré la puerta de está para que el vapor quedará en el interior de la ducha. El agua calló por mi piel como una ligera lluvia calentando cada pedazo de la misma; unos veinte minutos después, cuando considere que ya había entrado en calor fue que cerré el duchero y me envolví en la toalla para salir de la bañera y vestirme. Pero cuando busque la ropa descubrí que está no estaba dónde la había dejado y por lo que observaba tampoco estaba cerca. Respiré hondo para mantener la calma y decidí no darle importancia, tenía otra muda de ropa en mi armario, una vez vestida buscaría la otra. Para mí sorpresa al querer abrir la puerta, está no respondió ante mis intentos e intenté varios métodos, incluso la frase típica de las películas.
-¡Ábrete sésamo!
Y obviamente nada ocurrió, pero al segundo intento y luego de diez minutos la puerta abrió en cuanto termine de pronunciar sésamo.
-¡Oh vaya! ¡Es un milagro, sí funciona!
-¿Te refieres al ábrete sésamo? Créeme niña, no sirve. Reinal lleva intentándolo conmigo desde que me divorcié, pero jamás funcionó y no lo hará. Pero si escuché tu escándalo mientras pasaba por aquí y decidí ver que sucedía.
Mi tía me miró de arriba a bajo intentando llegar a una conclusión del porque estaba como estaba.
-Ahora tú créeme Nesa, sea lo que sea que estés pensando que paso, estás en lo incorrecto.
-No, eso lo sé puesto a qué todas mis ideas incluían a Paul, pero él no está así que dime. ¿Qué diablos haces semidesnuda? ¿Y porqué te paseas así por el pasillo?
Insistió ella cuando la ignore y salí del baño camino a mi cuarto; al entrar descubrí la muda de ropa que había preparado antes tendida sobre mi cama.