A Mía se le aceleró el corazón. Reconocería esas manos, en cualquier parte. Eran un poco ásperas, y tenían callos, por el trabajo forzoso que hacía en el bar.
_Diego!!!._ le dijo Mía alegremente. _Me pone muy feliz verte._ comento Mía.
_¿Como sabias que era yo?._ le pregunto Diego contento. Le saco las manos de los ojos, y le indico para que se sentarán en una mesa vacía, que había junto a una ventana , con una hermosa vista hacia el obelisco.
_ ¿Que hacías por acá?_ le pregunta Diego. _Estaba comprando adornos navideños._ le responde ella. Con tono alegre. _Mama me pidió que fuera al local de Gregorio a comprar adornos, no habían muy lindos, pero por suerte encontré el adorno perfecto._
_ Era obvio que ibas a encontrar el adorno perfecto, si vos tenes muy buen gusto siempre._ Mía por un momento dejo de escucharlo, no podía concentrarse, Diego es un hombre muy atractivo, tiene esa mirada gris que enamora, esos tatuajes en los brazos tan sexys y no pareciera que tuviera 40 años. Siempre lo que le atrajo de él, es que siempre ella pudo conversar cuando necesitaba a alguien, y el siempre estuvo para ella. _
_Me pone muy feliz que vayas a pasar navidad con nosotros como todos los años._ le dijo Mía haciéndole ojitos.
_Si, sobre eso te quería hablar, hay algo que quiero contarte._ le dijo Diego.
_Diego, me estas preocupando, ¿que pasa?._
_Nada princesa, solo te quería contar de que estoy saliendo con alguien, y que la voy a llevar a la cena._
Mia pudo oír como el corazón se le estrujaba, y se le partía en mil pedazos.
Después de haber tomado el café con Diego, Mía volvió para su casa con lágrimas en los ojos. No podía dejar de llorar y preguntarse qué estaba haciendo mal. El calor en argentina es insoportable, imposible caminar con tanto calor, pensaba Mía.
A su mamá le encanto el adorno que compro y lo puso en el arbolito. Mañana iban a ir todos los invitados y tenía que estar todo en perfectas condiciones.