Era la noche del 24 de diciembre en Bélgica, los múltiples regimientos de infantería alemanes estaban dispuestos a romper las líneas defensivas de los franceses y británicos a toda costa, ya era invierno por lo que un frio terrible azotaba las trincheras de ambos bandos, pese a eso Fritz, un soldado alistado hace meses se mantenía firme en la trinchera con su Mauser 98 estándar.
La trinchera estaba impregnada por el olor de muertos reducido por el crudo invierno que conserva a los cadáveres de tropas caídas, lo único malo era que las ratas aprovechan este fenómeno para alimentarse por lo que abundan estos roedores.
La oscuridad era basta densa en “La tierra de nadie”, no se alcanzaba a ver más allá de los 1.3 metros, ni siquiera las linternas y luces para detectar aeronaves de los franceses y británicos se notaba a la lejanía, algo raro para Fritz el cual ante la duda le pregunto a uno de sus compañeros el cual afirmo lo que Fritz veía.
Fritz y su compañero Vincent al ver esto se lo fueron a advertir a los oficiales, confirmaron lo visto por ambos soldados, al notarlo el oficial Hans ordeno que 10 soldados de infantería regular listos para cualquier asalto nocturno por parte de los aliados, estos 8 hombres sin contar a Fritz, Hans y Vincent se quedaron vigilando a la noche más extraña de sus vidas, a excepción de Fritz, a él lo esperan cosas más extremas a futuro.
Hans ordeno a sus hombres tomar posiciones defensivas, listos para la defensa por un posible ataque aliado, no avisaron a otros soldados, tuvieron una larga jornada ofensiva y solo querían descansar, a parte es buena noche, su mejor regalo era no despertarse por el fuego pesado de la artillería británica.
Pasaron los minutos y nada sucedía, literalmente a más de 1.3 metros del borde de la trinchera alemana, sin embargo, disparos se escucharon a la lejanía causando el más absoluto pavor a los alemanes, esto causo que el grupo tomaran sus armas esperando el momento de la confrontación.
Fritz vio la foto de sus dos hija y un chocolate que le había dado un amigo que murió hace unas semanas en la ofensiva por tomar la trinchera en la que ahora estaban, esta posición les costó 12318 camaradas, amigos, hermanos, hijos o padres que ahora ya no están con ellos.
Los disparos se escuchaban cerca y con cada minuto la distancia se acortaba, no cabía duda de que alguien estaba en la oscuridad de la “Tierra de nadie”, el quien era un misterio que para Fritz le causó ansiedad como cuando llego al primer campo de batalla en esta terrible guerra.
Entonces los disparos se detuvieron, el escuadrón ya no era el único en estar alerta porque decenas más de soldados de su imperio se unieron a la espera de algún ataque de la entente, pasaron los minutos y todo seguía igual, una, dos horas y no hubo novedad en el frente, todo estaba envuelto en una oscuridad silenciosa sobrenatural.
Hans salió de la trinchera y con una valentía digna de héroe de guerra se acercó a esa oscuridad e introdujo su mano en ella, Fritz quedo expectante apuntando su arma y teniendo en mente que cualquier cosa puede salir o puede pasar, pero no fue así, tan solo Hans saco la mano intacta.
Ante eso Hans le ordeno a su batallón que subiera con él y entraran a la oscuridad, Fritz atendió a la orden de su oficial, pero Vincent se negó a ir algo que provoco rabia en Hans quien le amenazó con ser llamado a corte marcial como desertor si no subía y lo acompañaba, Vincent acato la amenaza y sin demora fue con el grupo para entrar en lo desconocido.
Fritz entro con un miedo más que palpable, espero que fuese un campo de batalla oscuro y tétrico o que la oscuridad siguiera, pero no, lo que vio fue nada más y nada menos que blanco, todo a excepción del suelo era de un blanco tenue que no iluminaba, el suelo era el mismo, con los alambres de púas, cráteres de proyectiles, y la nieve que cubrían a los cadáveres de soldados.
El batallón avanzo con temor viendo y cuestionándose el extraño panorama, Hans envió a Vincent a informar de la situación mientras el resto avanza. Fritz jamás se separó de su grupo, caminaron juntos pendientes de ruido, Hans lideraba como si nada extraño pasara.
Se toparon con múltiples de sus camaradas caídos cuyos cuerpos no fueron recuperados por los francotiradores franceses y los proyectiles británicos, a pesar de ello el batallón no se detuvo.
El camino era escabroso e irregular, cada paso costaba más, incluso tuvieron que escalar montañas hechas a punta de explosiones, estuvieron mucho tiempo caminando, sus pies dolían por el frio, dos soldados estaban enfermos pasándola terrible, pero manteniéndose firmes con sus rifles de cerrojo.
Finalmente llegaron al otro lado donde una de las paredes de blanco tenue evitaba ver la trinchera enemiga, Fritz se acercó y estaba a punto de cruzar pensando en la ventaja que tendrían de este ataque sorpresa entonces Hans lo detuvo porque quería esperar refuerzos así que mando a uno de los enfermos para dar la información.
Fritz, el más cercano, escucho como sus enemigos cantando villancicos, alegres, algo que Fritz no espero, pero parecían disfrutar mientras se congelaban, Fritz estaba confundido balanceándose entre la envidia y la esperanza sin saber por qué inclinarse.
Los refuerzos tardaron en llegar a su posición estos soldados solo eran recién llegados al frente de combate, en su mayoría enlistados por la fuerza o engañados por la propaganda, no como Fritz, quien ya era parte del ejército en 1912.
El ejército estaba listo para el asedio, pero entonces el mariscal dijo que atacarían cuando sus adversarios durmieran, sin embargo, los soldados también escucharon a los británicos cantar a gusto y pasarla bien, entonces varios de los militares alemanes se revelaron y dijeron que era mejor convivir con ellos, que estaban cansados de esta guerra y que una navidad era algo que merecían.