Por fin es navidad, las familias están reunidas y yo voy camino a ver a la mía. Es tarde en la noche, las calles están desoladas, el pavimento parece frio y cae una leve llovizna, las pequeñas gotas de agua se reflejan en la luz amarillenta de los postes. Llevo puesto un traje negro con un sombrero de copa y camino con un bastón en la mano derecha, es un poco anticuado, pero por alguna razón me gusta. Cruzo una esquina y doy un par de pasos pero me detiene un pequeño gato negro, está parado frente a mí y no deja de mirarme, es muy lindo. Me inclino un poco y le digo –estas perdido amiguito- mientras acaricio su cabeza –te llevaría conmigo, pero… no sé si mi esposa te reciba- el gato maúlla –no creas que es mala, solo que es un poco estricta, sabes, por eso… por eso la amo- quiero llorar, pero, no tengo tiempo, tengo que ver a mi familia. Miro al pequeño gato a los ojos y aunque no me responde, siento que me entiende –que demonios- le digo –es navidad y no puedes quedarte en la calle, además esta lloviznando y no quiero que te mojes- tomo al gato negro y sigo mi camino rumbo a casa, rumbo a mi familia. Quiero apresurarme un poco, no quiero que se reúnan sin mí, ojala me estén esperando. No llevo regalos, este año no tuve dinero, pero llevo este pequeño gato, será un buen regalo para mis dos hijos Sofía y Nicola, sé que lo van a amar -¿no es así? Pequeño-
¿Hace frio? No lo siento ¿el amor calienta mi pecho? el amor que siento por ellos, ya quiero verlos, a mi pequeña Sofía, a mi pequeño Nicola y a mi amada Laura, mi esposa, si, pensar en ellos me quita el frio y calienta a este pequeño gato negro. Creo que me duele la cabeza, no sé qué es, se siente extraño. Miro al gato y parece estar mirando algo a mi espalda, el pequeño gato lanza un bufido y volteo a ver que lo está asustando. Mi cuerpo está paralizado del terror, nunca había visto algo igual –Rene- me dice –es hora de irnos-. Mi cuerpo no me responde y de mis labios solo salen balbuceos y gagueos sin sentido ¿qué es esto? ¿Qué es esta sombra que estoy viendo? ¿Por qué me llama? ¿Cómo sabe mi nombre? Las preguntas llegan a mi cabeza una tras otra. –no tienes que temer Rene, somos amigos- ¿amigos? ¿De una sombra? –No te conozco, no sé quién eres, no sé qué eres-. La sombra extiende su mano hacia mí –claro que lo sabes Rene, solo que no lo recuerdas- ¿No lo recuerdo? -¿Qué me quieres decir?- le digo. –Ven conmigo y lo descubrirás tú mismo- me dice. Tomo al pequeño gato negro con fuerza –tengo que ver a mi familia, perdón- empiezo a correr, corro, y corro. Una ventisca arrebata el sombrero de mi cabeza, miro hacia atrás y nadie me sigue, pero no puedo dejar de correr, no me canso, no sudo, no me agito, así que sigo corriendo. Pronto estaré con ustedes amados hijos, Laura amada mía ojala no te molestes conmigo por llegar tarde y peor aún, con un pequeño gato negro de la calle, espero que entiendas que no podía dejarlo afuera, no en una noche como esta.
Por fin vislumbro mi casa entre la niebla y el agua, por fin estoy cerca de mi familia, casi alcanzo a escuchar la riza de mis hijos, creo que si empezaron sin mí. Cuando estuve frente a ella una sombra emergió del suelo, era aquella sombra –Rene- me dijo. –te lo pediré una vez más, ven conmigo-. No podía, estaban tan cerca de ellos, tan cerca de aquel calor que me quitaba el frio. –No sé quién eres, ni que quieres, pero tengo que ver a mi familia- lo rodee con temor a tocarlo y me asome por la ventana. Ahí estaban, la pequeña Sofía jugando con su hermano mayor Nicola, sus rostros parecían brillar y su risa era música para mis oídos, Laura, mi amada, les lleva unas galletas –es hora de reunirnos con su padre- dice Laura. no puedo hacerlos esperar. –Yo voy por la foto mamá- dijo Nicola –está bien dijo Laura- ¿foto? Me quedo estupefacto frente a la ventana ¿Por qué una foto? Veo a Nicola llegar con una foto mía, los tres se abrazan y a la vez abrazan aquella foto mía. –Aquí estoy- dije y parecía que no me escucharan, así que grite más fuerte -¡aquí estoy!- dije y repetí, repetí hasta la desesperación. De mi boca no salía vapor y frente a la ventana no había reflejo alguno. -No te escucharan- dijo aquella sombra –ni te podrán ver, no puedes entrar, lo único que puedes hacer es observar- quería llorar, pero no pude -¿¡por qué!?- dije. –Ya debes haberlo descubierto- me dijo. Aquella sombra pone su mano en mi hombro y de repente entiendo por qué este dolor de cabeza y las cosas de pronto se hacen claros. Aquella sombra, ya no era una sombra, era un espíritu, era un amigo.
Aquel día, aquella navidad pasada, morí camino a casa. – ¿El gato también viene?- dije. –no, el si pertenece a este mundo- me dijo, dámelo. Tomo a aquel pequeño gato negro y lo llevo hasta la puerta de la que solía ser mi casa y toco la puerta. Laura, el amor de mi vida, abrió la puerta, miro de lado a lado y no vio a nadie. –Qué raro- dijo –creí que tocaban- estaba cerrando la puerta, no veía al gato –maúlla maldito animal- dije, cuando de pronto la paz del silencio de la noche se vio interrumpida por un suave maullido. Sofía salió para ver que era ese sonido, no se veía muy bien por lo oscura de aquella noche, pero ahí estaba, un pequeño gato negro congelado del frio, Sofía lo levanto del suelo y lo envolvió con una bufanda que llevaba. –mami, puede quedarse- dijo. –Lo siento Sofía, pero no- Nicola intrigado sale para ver qué sucede y de inmediato se emociona al ver aquel indefensa criatura, -mami, deja que se quede- dijo Nicola. –Lo siento niños, pero no podemos entrar animales de la calle a la casa, entren y dejen el animal ahí, para mañana no estará- dijo Laura. –Está bien, pero déjalo tú, yo no quiero- dijo Sofía mientras le entregaba el gato a su madre y entraba a la casa cabizbaja con su hermano. Laura lo tomo en brazos y lo miro a los ojos, y el gato la miro a ella como me miro a mí. –Quédatelo- dije, sabía que no me podía escuchar, pero no me importo –quédatelo- repetí. –si me miras así, no voy a poder deshacerme de ti- dijo ella. –Debiste llegar cuando él estaba aquí, él era flexible- sus lágrimas caían y se mesclaban con la lluvia –me hubiera insistido que dejara que te quedaras. Como lo extraño- seco las lágrimas de su rostro –supongo que hoy… podre ser un poco más como el- Entro con el pequeño gato negro y se lo entrego a Sofía y Nicola, no antes sin decirles que lo cuidaran bien. -¿Cómo lo llamaremos?- pregunto Nicola. –llamemos lo hope, que significa esperanza ¿les gusta?- dijo. –Si- respondieron.