Aquí tienes el Primer Capítulo de Navidad por contrato, situado en Chicago, con tono romántico, ligero y con chispa.
Si quieres más extensión, lo continúo.
Chicago en diciembre no perdona.
Ni a los turistas, ni a los autos congelados, ni a los peatones que creen que pueden desafiar al viento helado del lago Míchigan. Y definitivamente no perdona a Sofía Morales, quien a las siete de la mañana ya estaba peleando con el hielo acumulado en la ventana de su apartamento.
—¿Por qué vivo aquí? —murmuró, frotándose las manos mientras el calentador hacía un ruidito debilitado, como si también estuviera cansado del invierno.
El aroma a café recién hecho llenaba la cocina, gracias a la vieja cafetera que había heredado del anterior inquilino. Sofía se aferró a su taza caliente como si fuera un salvavidas emocional.
Hoy necesitaba toda la cafeína posible.
Abrió su celular: 17 mensajes del grupo familiar.
Ya sabía lo que eso significaba.
El primero era de su madre:
“Sofi, amor, ¿vienes con tu novio para Navidad? Avísame así preparo las camas. Y la cena. Y el anuncio oficial 😊.”
Sofía se dejó caer en la silla, golpeando la frente contra la mesa.
—¿Anuncio oficial? ¿Me va a comprometer sin avisarme?
En ese momento, la puerta de su habitación se abrió y apareció William Turner, su roommate. Cabello despeinado, camiseta negra, y la expresión típica de alguien que aún no ha decidido si quiere vivir o volver a la cama.
—¿Tu mamá otra vez? —preguntó mientras se servía café sin pedir permiso. Ya era rutina.
—¿Cómo lo supiste? —Sofía alzó el celular como si fuera evidencia de un crimen.
—Tienes la “cara de mi familia me arruina la vida antes del desayuno”. —William se apoyó en la encimera, sonriendo con una mezcla de solidaridad y burla.
Ella inhaló profundamente.
—Quieren conocer a mi novio. El problema es que… no tengo novio.
William dio un sorbo a su café, levantando una ceja.
—Podés decirles la verdad.
—¿La verdad? —Sofía abrió los brazos exageradamente—. Que estoy sola, feliz, funcional y sin interés en que me presenten al hijo del vecino, del pastor o del carnicero del barrio. ¡Jamás lo aceptarían!
William soltó una carcajada suave, la clase de risa que siempre lograba aliviarle los nervios.
—Bueno, al menos tu familia quiere presentarte gente. La mía quiere casarme directamente. —Sacó su celular y le mostró un mensaje—: “Hijo, para Navidad te voy a presentar a la hija de Becky. Dice que te vio en Facebook y ya te adora”.
Sofía soltó un gemido compartido.
—Qué horror.
—Horrible —corroboró él, dejando el teléfono boca abajo—. Odio diciembre.
Un silencio cómplice cayó entre ambos. Afuera, la nieve seguía acumulándose como si tuviera prisa por cubrir la ciudad.
Sofía suspiró.
—No sé qué voy a hacer.
William dejó la taza y se cruzó de brazos con una sonrisa ladeada.
—Pues… podrías inventarte un novio imaginario.
—Imposible. Mi familia investiga más que el FBI.
—O podrías… —William la miró con un brillo de travesura— pedirle a alguien que te acompañe fingiendo ser tu novio.
Sofía parpadeó.
—¿A quién conozco que haría algo tan ridículo?
William levantó la mano despacio, como un estudiante voluntario que no quiere parecer muy interesado.
—Yo.
Ella soltó una risa incrédula.
—¿Tú? ¿Tú harías eso?
—Sofi, mi mamá ya me preparó dos citas navideñas y una cena de bienvenida para mi “nueva compañera de vida”. Si no te ayudo, soy hombre muerto.
Sofía lo observó unos segundos. William era… bueno, William: encantador, desordenado, guapo sin esfuerzo, simpático hasta cuando se quejaba. Pero pensar en presentarlo como su novio ante su familia era absurdo. Ridículamente absurdo.
—No creo que sea buena idea —murmuró ella.
—Tienes razón —asintió él, encogiéndose de hombros—. Es una terrible idea.
PERO… —abrió los brazos teatralmente— ¿acaso no es eso lo que hace que funcione?
Sofía no pudo evitar reír.
—Serías un novio terrible.
—¡Eh! —William fingió indignación—. Soy excelente fingiendo. Y cocino mejor que tu ex, así que ya tengo puntos a favor.
Ella se mordió el labio, meditando. Pensó en su madre. Pensó en los interrogatorios. Pensó en William comiendo galletas de jengibre con ella mientras sobrevivían al caos navideño.
Quizá… no era tan mala idea.
—¿Y tú qué ganas ayudándome? —preguntó finalmente.
William sonrió, señalándose a sí mismo.
—Evitar a la hija de Becky y a cualquier ser humano que mi mamá intente empujarme encima.
Sofía respiró hondo.
—¿Un contrato? —dijo con media sonrisa.
—Un contrato —repitió él, extendiendo la mano.
Sofía tomó la suya.
Y así, en una cocina calentada por una cafetera vieja y un diciembre cruel, sellaron el acuerdo que cambiaría su Navidad… y algo más que aún ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir.
Si quieres, puedo continuar con:
✨ Capítulo 2
🎄 Una escena cómica de cuando anuncian la noticia a la familia
📘 El índice completo de capítulos.