Will ya estaba despierto cuando ella salió de su habitación, con el pelo despeinado, una taza de café en la mano y un montón de papeles frente a él.
—¿Estás… leyendo contratos de verdad? —preguntó, frunciendo el ceño.
—No encontré uno de “novio falso”, pero este de alquiler de motocicletas tiene cláusulas interesantes —respondió él con toda la seriedad del mundo.
Ella soltó una carcajada y nego con la cabeza divertida
—No pienso devolverte con rayones.
—Lo aprecio.
Ambos se sentaron en la mesa. Él le acercó una hoja en blanco con un título escrito a mano:
“Contrato de relación temporal navideña.”
—Dime que no lo escribiste en serio —murmuró ella.
—Lo escribí en semiserio —respondió él, apoyando los codos en la mesa—. Tenemos que estar sincronizados. Si tu familia y la mía son como dices, cualquier detalle que falle y se nos viene encima la inquisición navideña.
En eso tenía razón.
Esa era la parte que más la inquietaba: mentirle a su madre, a su hermanita y a su abuela. A todas las Morales que harían preguntas con la precisión de detectives retiradas.
—Está bien —aceptó—. Repasemos.
William sonrió, esa sonrisa ladeada que encontraba especialmente exasperante.
—Cláusula uno: muestras de cariño permitidas solo en presencia de familiares —leyó él.
—Claro. No vamos a… ya sabes… hacer cosas raras cuando estemos solos —dijo sintiendo el calor en las mejillas.
—Exacto. Somos profesionales —dijo él con tono solemne, aunque sus ojos brillaban con burla.
—Ajá —resopló ella, cruzándose de brazos—. ¿Qué más?
William aclaró la voz.
—Cláusula dos: nada de celos.
Sofía parpadeó.
—¿Celos? No soy celosa.
—Perfecto. Yo tampoco. Excepto cuando alguien intenta robarme mis papitas. Ahí sí soy salvaje.
Puso los ojos en blanco, pero tuvo que morderse la sonrisa.
—Cláusula tres: un beso estratégico bajo el muérdago.
Eso hizo que se atragantará con el café.
—¿Qué?
Él alzó las manos.
—Tu mamá tiene uno encima de la puerta principal. Lo vi el año pasado en tus fotos. Es tradición. Si no lo hacemos, se va a notar.
Hundió la cara entre las manos horrorizada
—Esto va a matarme.
—O salvarte —dijo él suavemente.
Cuando ella lo miró, sus ojos estaban sinceros, amables… peligrosos.
Tomaron un par de minutos para terminar de agregar detalles tontos, como:
Cuando terminaron, se estaban retorciendo de la risa, por lo absurdo de sus escritos. Will lo anexo al contrato que firmaron antes. Y luego ambos firmaron por la hoja.
Su roomie guardó el documento con cuidado, como si fuese un acuerdo millonario.
—Muy bien —dijo—. Somos una pareja navideña oficial.
—Genial —respondió Sofía, tratando de sonar tranquila.
En realidad, su corazón iba a mil.
Will se levantó y tomó su abrigo.
—Tenemos una misión ahora.
—¿Cuál?
—Comprar material de apoyo para nuestra misión.
Ella se quedó congelada, mientras su falso novio abría la puerta.
—¿Vienes? —preguntó él, con una sonrisa completamente peligrosa.
Ella tragó saliva y lo siguió.
Era solo un contrato.
Solo una farsa.
Solo un acuerdo temporal.