Navidad por Contrato

IV

La tarde cayó con un frío que mordía los pómulos. Sofí y Will regresaron al apartamento cargando bolsas de compras —no regalos, no todavía— sino “material de apoyo” para su farsa: dos bufandas combinadas, una caja de galletas de jengibre y una vela de canela “para crear ambiente romántico”, según Will.

—No puedo creer que hayas comprado la vela más grande —dijo Sofía mientras abría la puerta de entrada.
—El amor huele a canela —respondió él, entrando detrás de ella—. Es ciencia.

Una vez dentro, Sofía dejó salir un suspiro larguísimo. Aún no podía creer lo que estaban haciendo. Fingir ser pareja. Presentarse ante toda su familia. Mentir.
¿Y todo por Navidad?

Lo peor era que una parte pequeñita de ella —esa parte que odiaba admitirlo— estaba un poco… ¿emocionada?

William se dejó caer en el sillón, extendiendo los brazos como si fuera el rey del living.

—Muy bien, Sofi. Tenemos que ensayar.
—¿Ensayar qué? —preguntó ella, cerrando la ventana que siempre dejaba pasar aire.
—Nuestra relación, obvio.

Se quedó quieta al oirlo.
—¿Nuestra… qué?
—Tu mamá va a hacernos preguntas. Muchas preguntas. Y tenemos que vernos convincentes.
—No sé si soy buena actuando.
—No hace falta actuar —dijo William con una sonrisa que la desarmó un poco—. Solo… tienes que no verme como tu roommate desordenado.

—Eso va a ser difícil —murmuró ella.

El puso la mano sobre su pecho, fingiendo estar ofendido.

—¿Ves? ¡Ensayo número uno! Fingir que estoy acostumbrado a tus insultos.

Ella soltó una risa involuntaria.

—Ok… ¿qué quieres practicar primero?

Will se sentó en el borde del sillón y le hizo un gesto para que se acercara.

—Abrazos.

Ella retrocedió medio paso.
—¿Abrazos?
—Tu mamá no va a creer que somos novios si me abrazas como si fuera tu tío.
—¡Yo no abrazo así!
—Sí, sí lo haces —respondió él, levantándose—. Ven acá.

Tragó saliva.
Se acercó.

Él abrió los brazos.
Ella lo miró fijamente.
Él levantó las cejas, impaciente.
Ella se tensó como una estatua de hielo.

—Sofi… —dijo él, divertido—. No me estoy convirtiendo en un oso. Solo abrázame.

Ella respiró hondo y dio un paso más. William la rodeó suavemente con los brazos y, para sorpresa de ambos, el abrazo no fue torpe. Fue… cálido. Cómodo. Demasiado cómodo.

Demasiado real.

Sofía sintió el latido de él en su pecho. Un latido tranquilo, estable.
Y sintió el suyo acelerarse sin aviso.

William murmuró cerca de su oído:

—Ok… esto ya parece un abrazo de verdad.
—Porque es un abrazo —respondió ella, alejándose antes de que algo dentro de ella se confundiera.

Él sonrió triunfante.
—Perfecto. Ensayo de abrazos aprobado.
—No fue tan bueno —mintió ella, sintiendo calor en las mejillas.
—Claro que sí. Soy un gran abrazador.

Ella le apuntó con el cuaderno del contrato.

—Siguiente. ¿Qué más?
—Fotos —respondió él, sacando su celular—. Las familias aman las fotos “espontáneas”.

—No, no, no. Will, no estoy lista para eso.
—Sofi, si tu mamá ve una foto donde salgo con cara de “acá estoy por obligación”, nos mata a los dos.

Antes de que ella pudiera protestar, William ya había activado la cámara frontal.
—Sonríe —ordenó.

—¿Qué? ¡No! ¡Estoy desarreglada!
—Es una foto casual. Vamos, acércate.
—No quiero.
—Sofi…
—¿Qué?
—Ven.

William la abrazó por un hombro, la atrajo hacia sí y sonrió con esa sonrisa amplia y juvenil que hacía que cualquiera pareciera más feliz en la foto. Sofía se quedó rígida tres segundos… y luego, inevitablemente, sonrió también.

Click.

—A ver… —dijo él, observando la pantalla—. Wow. Nos vemos bien.
—A ver —pidió ella, quitándole el celular.

Cuando vio la foto, algo extraño se retorció en su estómago.
Se veían…
No solo naturales.
Sino… cómodos.
Parecían una pareja de verdad.
Y eso la asustó un poco.

—Ok, otra —dijo William, sin darle tiempo a pensar.
—¿Por qué?
—Porque te ves demasiado seria en esta. Mira. Hasta parece que me toleras.

Ella rodó los ojos, pero se acercó otra vez.

Click.

Click.

Click.

En un momento, William hizo una mueca tan absurda que Sofía explotó en carcajadas. Él aprovechó ese instante exacto para tomar otra foto, captando su risa pura.

Él miró la pantalla… y bajó la voz.

—Esta es buena. Muy buena.

Ella se acercó para verla.
Y sintió un pequeño estremecimiento.

No parecían dos roommates fingiendo.
Parecían dos personas que…
que disfrutaban estar juntas.

Entonces se apartó.

—Ok, creo que ya terminamos por hoy.

El la observó, como si quisiera decir algo más, pero finalmente guardó el celular.

—Bien. Paso final —anunció—. Enviar una foto a tu familia. Algo casual. Algo creíble.
—¿Cuál? —preguntó ella, temerosa.
—La de tu risa. Se van a enamorar más de ti que yo.

Lo miró fijamente.

—¿Más que tú?
William parpadeó, como si hubiera dicho demasiado.

—Dije… más que yo me enamoro de mí mismo. Soy muy egocéntrico. Obvio.
—Ajá… claro —respondió ella, aunque su corazón no le creyó del todo.

—Entonces, ¿la envío?
—Sí. Envíala.

Will respiró hondo y presionó Enviar.

Un segundo después, el celular de Sofía vibró.
Y vibró.
Y volvió a vibrar.

Decenas de mensajes.
Emojis de corazones.
Gritos virtuales.
Y la frase que hizo que sus rodillas casi cedieran:

“¡AY MI DIOS, SOFI, ES HERMOSO! ¡LO AMAMOS! CUÉNTALO TODO.”

Will leyó el mensaje sobre su hombro.

—Oh, esto se está volviendo real. Muy real.
Sofía hundió la cara en las manos.
—¿En qué nos metimos?

Entonces, el sonrió con ese brillo peligroso en los ojos.

—En Navidad, Sofi. En mucha, mucha Navidad.



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En el texto hay: romace, navidad, relacion falsa

Editado: 28.11.2025

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