El departamento estaba impecable. Tan impecable que Sofía sospechaba que Will había entrado en modo pánico y había limpiado incluso rincones que nadie en su sano juicio revisaría jamás.
—¿Sabes que nadie mira detrás del refrigerador, verdad? —comentó ella desde la puerta de la cocina, con los brazos cruzados.
Will salió de ahí justamente en ese instante, cubierto de polvo.
—Mi madre sí lo hace —respondió con seriedad dramática—. No quiero darle motivos para pensar que soy incapaz de mantener un hogar.
Sofía apoyó la frente en la pared y rió.
—Will… tus padres acaban de conocernos hoy. Todo salió bien. Estaban felices. Y tú estás… limpiando como si viniera una inspección militar.
Will se pasó las manos por el cabello.
—Porque los conozco. Porque si mi madre vio algo que no le cuadró, lo va a traer a cena. Y porque… —suspiró— hoy nos presentanos como "novios” sin previo aviso. Quiero que esta segunda impresión salga perfecta.
Sofía se acercó y le tomó los brazos para obligarlo a dejar de moverse.
—Respira. Estoy aquí. Lo haremos juntos, ¿sí?
Él asintió, dejando que la tensión se deshiciera un poco.
—Gracias. En serio.
—Para eso estoy —dijo ella con una sonrisa—. Para salvarte de ti mismo.
El timbre sonó.
Will dio un brinco.
—Dios mío, Dios mío… ya están aquí.
Sofía le dio un pequeño empujón.
—Vamos, es solo una cena. Sobrevivimos a la primera visita. Esta también la superaremos. Ahora ve a limpiarte rápido. Pareces un elfo dómestico.
El la miro con desdén mientras corria al baño.
Fue a abrir la puerta. Sus no-suegros estaban ahí, felices, llevando más comida de la necesaria.
—¡Hola, queridos! —dijo la madre, entrando como un huracán—. ¡Vinimos preparados! Tuve la sensación de que faltaban verduras en tu refrigerador.
—Mamá, no hacía falta traer un supermercado entero —respondió Will saliendo del baño con su cabello mojado, horrorizado al ver bolsas y bolsas de víveres.
—Siempre hace falta —replicó ella sin remordimiento.
El padre saludó a Sofía con una sonrisa tranquila.
—Buenas noches, Sofía. Gracias por recibirnos otra vez.
—Un gusto tenerlos aquí —respondió ella, y lo decía sinceramente. Aunque la situación fuera ridículamente complicada.
Una vez todos sentados, la cena comenzó con normalidad. O al menos, con normalidad para la familia de Will.
Lo cual significaba:
La madre interrogando y el padre observando en silencio.
—Sofía —empezó la mujer, apoyando los codos en la mesa con interés genuino—, no tuve tiempo de preguntarte más temprano: ¿cuántos años tienes exactamente?
—Veintisiete —respondió Sofía sin perder la sonrisa.
—¿Y en qué trabajas? ¿Es estable? ¿Te gusta?
Sofía respondió con paciencia. Le conto que era traductora y editora para una pequeña editorial. Que era bastante estable y amaba su trabajo.
Will la miraba con una mezcla de admiración y gratitud, como si ella estuviera desactivando una bomba con cada palabra.
—Y dime —continuó la madre—, ¿cómo es tu familia? ¿Son unidos?
—Muy unidos —respondió Sofía— Mi papá falleció hace un año... Solo somos mi mamá, mi abuela, mi hermana y yo.
— Cariño, lo lamento— susurró Margaret con suavidad— Puedo preguntar...¿ Como paso?
—Mamá— le espeta Will con horror.
Sofia, sonrie incómoda.
— Accidente de coche
Lo dice secamente esperando cambiar de tema, por suerte lo hacen. Aunque a uno mucho peor.
— De hecho, pensé que sería lindo que algún día… tal vez… hiciéramos una cena conjunta. Esta navidad, para ser precisa.
Will se atragantó con el vino.
Sofía tosió al mismo tiempo.
La sincronización fue perfecta y sospechosa.
—¿Están bien? —preguntó la madre con una ceja en alto.
—Sí, sí —dijo Will, golpeándose el pecho—. Solo que… bueno… habíamos planeado pasar la Navidad con la familia de Sofía este año.
—¡Perfecto! —exclamó la madre—. Entonces con nosotros también.
Will palideció.
—¿Qué?
—¡Claro! —dijo ella, como si fuera la idea más lógica del mundo—. Así nos conocemos todos. Van con la familia de Sofia, luego con nosostros. Nos estamos quedando en la casa de tu tia Lia(No le importara)Y luego hacemos otra cena aquí con todos juntos. ¡Será precioso! Las familias deben mezclarse.
Sofía abrió la boca para decir algo, pero no salió nada.
Will estaba tan quieto que parecía un muñeco de cera.
El padre intervino, sereno.
—Cariño… quizá deberíamos preguntar si ellos quieren eso.
—Bah, tonterías —respondió ella—. ¡Los padres debemos participar! Además, Will es hijo único. Me encantaría ver cómo se llevan entre todos. No quiero que mi hijo pase las fiestas solo nunca más. El 23, 24 y 25. Sera perfecto.
—Mamá… —murmuró Will con resignación absoluta.
La cena continuó entre sugerencias de menús navideños, decoraciones y teorías sobre qué lado de la familia heredaría los ojos “bonitos” si algún día tenían hijos.
Cuando al fin sus padres se marcharon, Will cerró la puerta y dejó caer la frente contra ella.
—Estoy condenado.
Sofía apoyó una mano en su espalda, suave.
—No exageres.
—Mi madre nos acaba de comprometer a tres eventos familiares —gimió él—. Y tú lo manejaste tan bien que seguro cree que vivimos un romance perfecto.
Sofía rió y caminó hacia la sala, sentándose en el sofá. Will la siguió, dejándose caer a su lado.
—Gracias por todo —dijo él, mirándola con sinceridad—. Nunca pensé que terminaría… dependiendo de alguien así.
Sofía lo miró también, más cerca de lo que pretendía.
—Somos un equipo —susurró
El silencio se volvió cálido. Cercano.
Will bajó la mirada a sus labios.
Sofía sintió un cosquilleo que no tenía nada que ver con estar fingiendo.
Ellos no se besaron.
Pero tampoco se alejaron.
Sus manos quedaron tan cerca que, sin pensarlo, sus dedos se rozaron.
Pequeño.
Eléctrico.
Real.