Navidad por Contrato

VIII

Will no había dormido. O al menos, no lo suficiente como para aparentar humanidad. Cuando Sofía salió de su habitación por la mañana, él ya estaba sentado en la mesa con una taza de café que claramente era la tercera… o la quinta. Definitivamente en este departamento hay un problema con el café. No dice nada, porque ella también es parte de dicho problema.

—Buenos días —dijo ella, estirándose un poco—. ¿Dormiste?

Will levantó la vista, con unas ojeras épicas.

—Defíne “dormir”.

—Cerrar los ojos y descansar —respondió Sofía.

—Ah. Entonces no lo hice.

Ella sonrió y se preparó una taza.

—Pensé que habías exagerado anoche, pero ahora veo que estabas siendo moderado —bromeó, sentándose frente a él.

Will apoyó la cabeza en la mesa.

—Mi mamá quiere una cena conjunta. Tres, Sofía. Tres eventos navideños. ¡Tres! Esa mujer está organizando la unión de nuestras familias como si fuera una cumbre diplomática. Esto ya parece un K-drama o esas series chinas.

— C-drama

— Como sea, es una pesadilla y creo que vamos a arruinarlo. Viste lo intensa que se puso, es como un perro con su hueso. Lo descubrirá.

—Lo sé —respondió Sofía con calma—. La escuché.
Literalmente no dejó de hablar durante treinta minutos.

Will soltó un quejido.

—Esto se está saliendo de control. Esta mentira se está transformando en un monstruo navideño gigante con guirnaldas.

Sofía apoyó una mano sobre la mesa, cerca de él.

—Podemos manejarlo. Paso a paso, ¿sí?

Él levantó la cabeza y la miró como si necesitara sostenerse de algo que no fuera su ansiedad.

—¿Cómo puedes estar tan tranquila?

—Porque no estamos solos en esto —respondió ella—. Y porque ayer… —hizo una pausa, respirando hondo— salió bien. A pesar de todo, salió bien.

Will la sostuvo con la mirada durante unos segundos.
Era la mirada de alguien que empezaba a darse cuenta de que había algo más ahí, algo que no habían planeado.

—Sofía… gracias —dijo él, suave, genuino—. Por no salir corriendo. Por quedarte. Por… todo.

Ella bajó la vista, nerviosa por primera vez.

—Lo prometí —respondió—. Y… también quiero que todo salga bien.

Hubo un silencio extraño, cálido.

Will carraspeó.

—Tengo que llamar a mis padres… —dijo él finalmente—. Intentar frenar un poco la locura.

—¿Quieres que me quede cerca por si necesitas que confirme algo?

Will dudó… y luego asintió.

—Por favor.

Él buscó el celular. Sofía se sentó a su lado, lo suficientemente cerca como para que sus rodillas se rozaran. Will intentó no pensar en eso mientras marcaba.

La madre contestó al tercer tono.

—¡Hola, hijo! ¡Ya estaba pensando en los colores de la cena conjunta! Estaba entre dorado o plateado, pero tu padre dice que debemos ir con…

—Mamá —la interrumpió Will—, espera. Necesitamos hablar.

Sofía se tensó, preparada para apoyar.

—Mi amor, ¿pasó algo? ¿Todo bien con Sofía? —preguntó la madre, alarmada.

—Todo está bien. Muy bien —contestó él, mirando de reojo a Sofía—. Solo quiero que… vayamos con calma.

—¿Calma? —repitió la madre, ofendida—. ¿Qué clase de calma? ¡Están enamorados! Es normal querer unir a las familias.

Sofía casi dejó caer su café.

Will se quedó inmóvil durante un segundo.

—No estamos… —empezó, pero su madre no lo dejó terminar.

—¡Ay, por favor! Se les nota. Si vieras cómo la miras. Y cómo te mira ella a ti. Es obvio, Will.
No tienes por qué explicarme nada.

Will abrió la boca, pero de nuevo, nada salió.

Sofía sintió que algo se le apretaba en el pecho.
La idea de que alguien más hubiera notado algo entre ellos… algo que se supone que era falso… la dejó sin palabras.

La madre siguió hablando como si nada.

—Bueno, cariño, te dejo. Luego hablamos del menú. Dale un abrazo a Sofía de mi parte. ¡Ah! Y dile que me encantó conocerla. Estoy muy feliz por ustedes.

La llamada terminó sin darles tiempo a responder.

Will dejó el teléfono en la mesa.
Respiró hondo.

—Bueno… eso… fue mucho.

Sofía soltó una risa nerviosa.

—Tu mamá cree que estamos enamorados.

Will pasó una mano por su cabello.

—Sí… lo noté.

Se miraron.

La tensión entre ambos ya no se sentía como parte del acto.
Era diferente.
Más real.
Más peligrosa.

Sofía fue la primera en apartar la mirada.

—Will… quizá deberíamos… practicar mejor la historia —dijo, aunque sabía que no hablaba de eso.
Hablaba de lo que estaban empezando a sentir.

Él asintió, con un tono que también parecía mentirse un poco a sí mismo.

—Sí… practicar.

Pero ninguno se movió.
Ninguno de los dos se levantó.
Se quedaron ahí, juntos, sin separarse.

Y por primera vez, ambos entendieron una verdad incómoda:

La mentira empezaba a ser demasiado fácil.
O demasiado sincera.



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En el texto hay: romace, navidad, relacion falsa

Editado: 28.11.2025

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