Navidad por Contrato

X

La noche era tranquila en el departamento. Afuera, Chicago seguía siendo ese monstruo vibrante de luces y ruido, pero ahí dentro, la calma tenía un peso casi sagrado. Will estaba sentado en el sillón, con una manta sobre las piernas y una taza de chocolate caliente entre las manos. Sofia salió de la cocina con otra taza y se sentó a su lado, cerca… quizá más cerca de lo habitual.

Por un momento ninguno habló. Solo se oía el leve zumbido del calefactor y la respiración contenida de ambos. Habían tenido días intensos planificando cenas, coordinando con ambas familias y navegando las emociones que aquello despertaba. Y, aún sin admitirlo, los dos sentían que el límite entre la mentira y lo que realmente estaba naciendo entre ellos se hacía más difuso.

Will fue el primero en romper el silencio.

—Sofía… —dijo su nombre despacio, como si temiera espantarla—. ¿Puedo preguntarte algo un poco… personal?

Ella levantó los ojos hacia él. No parecía incómoda, solo curiosa.

—Claro.

Will dejó la taza sobre la mesa y apoyó un codo en el respaldo del sillón, girándose hacia ella.

—¿Cómo es que estás soltera? —preguntó con honestidad abierta, incluso torpe—. Eres increíble, Sofía. Inteligente, divertida, amable… Eres… —tragó saliva, buscando palabras que no revelaran demasiado— perfecta.

Ella soltó una risa breve, suave, pero sin alegría.

—No soy perfecta, Will —negó, mirando la taza entre sus manos—. Soy tan imperfecta que a veces duele.

Él frunció el ceño.

—No creo eso. Para nada.

Sofía respiró hondo. Había evitado hablar de ese tema durante meses, con todos… incluso consigo misma. Pero algo en la forma en que Will la miraba, tan atento, tan dispuesto a escuchar, la hizo ceder.

—Tuve un novio —confesó—. Estuvimos juntos muchos años. Íbamos a casarnos.

Will sintió cómo el pecho se le apretaba. No de celos… o tal vez sí un poco. Pero también por lo que intuía que vendría.

—¿Y qué pasó? —preguntó con cuidado.

Sofía levantó la mirada, y en sus ojos había un brillo triste, pero firme.

—Mi papá murió —dijo, con esa simplicidad que solo surge cuando el dolor ya fue llorado demasiadas veces—. Y cuando eso pasó… me di cuenta de que no lo amaba. Ni él a mí.

Will abrió la boca, sorprendido, pero no dijo nada. Ella continuó, como si una compuerta interna se hubiera abierto.

—Él era el hijo del mejor amigo de mi papá. Para mi familia todo era perfecto. Para mi papá… era un sueño. —Sus dedos se tensaron alrededor de la taza—. Parte de mí sabía que no era el hombre correcto, pero no quería defraudar a mi papá. Él estaba tan emocionado…

Will sintió un nudo en la garganta.

—Sofía…

—Cuando papá murió —dijo ella con un hilo de voz—, ya nada de eso importaba. Me di cuenta de que no quería seguir con una vida que no era mía. Que no quería casarme con alguien que no me veía, que no me elegía de verdad. La verdad es que soy un desastre ahora mismo.

Se quedó en silencio, mirando algún punto invisible frente a ella. Will, movido por un impulso suave, le rozó la mano con la suya. Ella no se apartó.

—No eres un desastre —le dijo él, con una sinceridad que le quemaba la lengua—. Eres valiente y fuerte. No cualquiera elige romper lo que todos esperaban solo para ser honesto consigo mismo.

Sofía lo miró, sorprendida por sus palabras… y por lo cerca que estaban. Las manos seguían juntas, tibias entre sí, como si hubieran estado esperando ese contacto desde hacía tiempo.

—Will… —susurró ella.

Él respiró hondo, sin apartar la mirada.

—No sé cómo alguien pudo dejarte ir —admitió en voz baja—. Pero me alegra… porque si no, no estarías aquí. Conmigo.

El silencio que siguió no fue incómodo. Fue cargado. Intenso. Como un hilo invisible que tiraba de ambos.

Sofía no dijo nada, pero apretó su mano apenas, un gesto pequeño, íntimo, lleno de significado.

Era algo real.

Algo que lo asustaba… y que al mismo tiempo no quería soltar por nada del mundo

—Gracias por contarme eso —murmuró él.

Ella asintió y, después de un instante, levantó la mirada hacia él.

—¿Y tú? —preguntó con suavidad—. ¿Por qué estás solo, Will?

Él parpadeó, como si no esperara la pregunta. Retiró la mano lentamente y se reclinó contra el respaldo del sillón, mirando el techo un segundo antes de responder.

—Supongo que… es más fácil así —dijo finalmente—. Es cómodo.

Sofía lo miró con atención, esperando más.

Will soltó un suspiro breve, casi una risa sin humor.

—Además, no creo que sea buen material de novio.

Sofía frunció el ceño.

—¿Por qué dices eso?

Will jugueteó con el borde de su taza, evitando por un momento sus ojos.

—No soy… —buscó palabras, presionando los labios—. No soy alguien que la gente vea como pareja. Siempre estoy trabajando, no sé expresar bien mis emociones, y las veces que lo intenté con alguien… no funcionó. Así que… no sé. Llegué a un punto en el que pensé que era mejor no intentarlo más.

Sofía lo observó, sintiendo una ligera punzada en el pecho. Había algo en su voz que no había escuchado antes: vulnerabilidad.

—Will… —lo llamó con cariño inesperado—. Estás completamente equivocado.

Él se giró hacia ella, sorprendido por la seguridad en su tono.

—Eres increíble —continuó Sofía, acercándose un poco más—. Eres atento, gentil, divertido cuando quieres serlo. Tienes un corazón enorme. Y sí, puede que seas reservado… pero eso no te hace mal material de novio. Solo te hace humano.

Will la miró de una manera distinta, como si las palabras de ella hubieran tocado un lugar que llevaba años cerrado.

—Además —agregó Sofía con una pequeña sonrisa—, míranos. Si realmente fueras “mal material”, ¿crees que yo estaría fingiendo que soy tu novia para enfrentar a tu familia?

Él soltó una risa suave, genuina, y ella sintió que la tensión se le disolvía en el pecho.

—Supongo que no —admitió él.



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En el texto hay: romace, navidad, relacion falsa

Editado: 28.11.2025

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