Navidad por Contrato

XII

El 23 de diciembre amaneció con un aire de nerviosismo tan evidente que Sofía lo sintió incluso antes de levantarse. Al pasar las horas el nerviosismo seguia avansando sin contemplaciones.
Will también lo sentía; eso era claro por cómo revisó tres veces si llevaba la billetera, el abrigo y el regalo para su madre.

Sofía ajustó el abrigo entre sus dedos mientras Will estacionaba frente a la enorme casa de la tia Lia. La tia favorita de Will. Había luces en cada ventana, un brillo cálido que se filtraba por las cortinas y la música suave que escapaba incluso con las puertas cerradas. No parecía, en absoluto, una “cena íntima”.

—¿Estás segura de que dijiste cena? —preguntó Sofía, mirando el desfile de autos estacionados a lo largo de la calle.

Will frunció el ceño, genuinamente confundido.

—Mis padres… bueno, sí. Eso dijeron. Cena familiar del 23. Tradicional, tranquila.

Sofía arqueó una ceja.
—Will… eso parece una fiesta.

Él soltó una risa nerviosa, aunque sus dedos buscaron los de ella y entrelazaron las manos.

—Sea lo que sea, vamos juntos. Y si es un desastre, me secuestras y nos escapamos por la cocina.

—Lo haré —respondió ella, con una sonrisa que logró calmar el cosquilleo en su estómago.

Cuando cruzaron la puerta, la sorpresa los golpeó de lleno. La sala estaba llena: tías hablando en grupo, primos riendo a carcajadas, amigos de la familia con copas de vino, gente que Sofía nunca había visto pero que sin duda conocía a Will desde niño.

La madre de Will apareció enseguida, casi corriendo hacia ellos.

—¡Llegaron! —dijo con los brazos abiertos, abrazando primero a su hijo y luego a Sofía—. Ay, Sofía, querida, qué linda estás.

Otra mujer. La tia Lia Will la presento. La abrazo como si la conociera de toda la vida.

—Will nos ha contado tanto de ti… —dijo con un guiño a Will.

Sofía sintió el rubor subirle al rostro, mientras Will resoplaba en silencio a su lado.

—Tia, apenas les dije—.

—¡Ay, por favor! —respondió la madre, guiñando un ojo tambien—. Sí que nos contaste a todos.

Más familiares se acercaron: tías que la miraban como si estuvieran analizando su sonrisa, primos adolescentes que la saludaban sin mucho interés, amigas de la madre que la abrazaban como si ya formara parte de algún tipo de comité social.

Will se inclinó hacia ella, murmurando:

—Lo siento. Prometo que yo no organicé esto.

—Lo sé —respondió ella—. Tú ni sabes organizar tu closet.

Él rió bajito, tocándole la cintura con un gesto protector.

Sofía intentó relajarse, hasta que un movimiento al fondo de la sala capturó su atención.
Una mujer, muy arreglada, con el cabello rubio perfectamente estilizado y un vestido rojo que destacaba incluso entre tanta gente, se les acercaba. Caminaba como si la alfombra le perteneciera.

—Ah, mira quién está aquí —susurró Will, su sonrisa tensándose apenas.

La rubia lo escuchó de lejos, porque ya desde cinco pasos antes alzó la voz:

—¡Will! ¡No lo puedo creer! —Y se lanzó a abrazarlo, más tiempo del necesario.

Los brazos de Sofía se pusieron rígidos.

—Hola, Carla —dijo Will, soltándose con diplomacia.

Carla posó la mirada en Sofía, bajándola de arriba abajo como si inspeccionara un objeto nuevo en su vitrina.

—¿Y ella es…?

—Sofía —respondió ella antes de que Will hablara, extendiendo la mano con seguridad—. La novia de Will.

A Will se le escapó una sonrisa, una de esas que se le formaban solo cuando Sofía hacía exactamente lo que él esperaba que hiciera.

Carla tardó un segundo en reaccionar, como si procesara algo desagradable.

—Ah… novia. Qué rápido. —Sonrió, pero no le llegó a los ojos—. Yo soy Carla. Becky es mi madre… es la mejo amiga de la madre de Will.

Lo muro de arriba a abajo.

— Hace mucho que no se de ti.

—Sí, bastante —respondió él, buscando el hombro de Sofía para atraerla más cerca.

Carla notó el gesto; sus ojos chispearon.

—Sabes que tanto mi mamá como la tuya querían que nos reuniéramos hace meses, ¿verdad? La famosa cita a ciegas —dijo ella, y el comentario cayó como un cubo de agua fría.

Sofía levantó la barbilla, con una sonrisa perfectamente educada.

—Sí, lo sé —dijo—. Pero por lo visto, Will ya no estaba disponible.

Will apretó su mano, encantado.

—Exacto —añadió él—. Ya no lo estaba.

Carla sonrió con un filo peligroso.

—Bueno, bueno… seguro habrá más oportunidades para vernos —dijo, como si fuera un chiste dirigido solo a Will.

Sofía dio un paso sutil hacia él, apoyando la mano en su pecho.

—¿Sabes qué es lo mejor de las oportunidades? —dijo ella, con una dulzura helada—. Que a veces se pierden para siempre.

Will casi tose para no reír en voz alta.

Carla los miró a ambos como si la luz se hubiese ido de repente.

—Disfruten la fiesta —dijo al fin, girándose para alejarse con el mentón muy alto.

Cuando estuvo lejos, Will inclinó la cabeza hacia Sofía, sus ojos brillando como si acabara de presenciar el espectáculo más fascinante del mundo.

—Sofía… —susurró él— Esta es una de las razones por lo que me gustas.

Ella fingió indiferencia.

—¿Por qué? ¿Por decir la verdad?

—No —respondió él, abrazándola por detrás con descaro—. Porque marcaste territorio como si fuera una competencia y yo fuese el premio.

—No lo hice por ti —le dijo, aunque sonreía—. Lo hice porque esa mujer me miró como si yo hubiera entrado descalza a su club exclusivo.

—Bueno —dijo él, acercándose a su oído—, yo pensé que estabas extraordinaria.

Ella rodó los ojos, pero apoyó su cabeza en su hombro.

—¿Y esto es normal para ti? —preguntó ella, mirando la casa repleta de gente—. ¿Esta… multitud?

Will soltó un suspiro resignado.

—Aveces. Cuando mi familia “invita a cenar”, en realidad invitan a medio vecindario y tres generaciones de amistades. Deberia haberlo visto venir. Bienvenida al caos que me crió.



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En el texto hay: romace, navidad, relacion falsa

Editado: 28.11.2025

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