Navidad: Tan lejos y tan cerca

NAVIDAD: Tan lejos y tan cerca

Lucía acababa de cumplir los dieciséis años y lo cierto era que según crecía, las Navidades iban siendo para ella un periodo cada vez más molesto y carente de significado; incluso inconscientemente comenzaba a tenerlas manía. 

Muy diferente había sido de niña, cuando más pequeña las vivía de otra manera totalmente diferente, esperando impaciente durante todo el año a su llegada con ilusión y alegría, deseando a que se parara el reloj para que jamás acabaran. 

Y aquel insuperable júbilo era producido por un universo de magníficos aspectos que confluían en un mismo punto hasta lograr crear un momento mágico y perfecto rebosante de felicidad. Por un lado, no tenía que ir al colegio durante esos días y por tanto disponía de muchísimo tiempo libre para jugar. Por el otro, ayudaba a su madre acicalando la casa con ornamentos navideños de todo tipo y se divertía con las amigas, entretanto aguardaba nerviosa a que los Reyes Magos y Santa Claus le trajeran todo lo que había pedido. Era la única época del año en la que comía exquisitos y selectos manjares traídos de la tierra y del mar, siempre rodeada feliz por todos los miembros de su familia. 

Reía, cantaba y bailaba continuamente; y toda esa alegría, le dotaba de unas fuerzas asombrosas que le permitían afrontar con gran confianza el resto del año, logrando fortalecer su estado de ánimo con un escudo prácticamente invulnerable. 

Pero toda aquella ilusión, todo aquel entusiasmo y toda aquella pasión, fue desapareciendo a medida que Lucía cumplía años; sin prisa pero sin pausa, como si se tratara de un hechizo malvado que te va embaucando imparable hasta que de repente es demasiado tarde y te ha atrapado por completo. 

Allí estaba ella, sentada en un lateral de la mesa en Nochebuena, vestida con un estilismo entre infantil y hortera que le daban auténticas ganas de vomitar. Su madre, una persona que no era capaz de sobrellevar como debiera el paso del tiempo, le había rogado casi de rodillas que se pusiera aquella horrorosa ropa para cenar. Se trataba de un vestido azul marino liso de manga corta y cremallera en la espalda, cuya ancha falda de líneas transversales celestes y doradas llegaba hasta la altura de sus rodillas. Sin embargo, Lucía sabía que esa pesadilla era sólo temporal porque para cuando acabara aquella odiosa cena, tendría preparada su artillería pesada particular. El vestido negro súper ceñido y ultra corto tejido con cachemira para salir de fiesta con sus amigas; y lo que era mucho más importante, con el objetivo de dejar en estado de shock al chico que le atraía.  

La adolescente, de larga melena lisa castaña y grandes ojos con la misma tonalidad, era plenamente consciente de que sus armas de mujer se potenciarían al máximo con aquella ajustadísima prenda de gala colocada sobre unas medias de seda del mismo color. Adrián, como se llamaba su objetivo, sería totalmente incapaz de resistirse a sus encantos y caería irremediablemente rendido a sus pies. 

Su hermano de nueve años con el nombre de Pedro, miraba asombrado las grandes fuentes de diferentes manjares que su madre iba depositando sobre la mesa, entretanto la música de fondo que se oía provenía de un disco de villancicos que sonaba sin parar; una y otra vez, con el volumen justo para que las campanillas, las panderetas, las trompetas y los cantos, no llegaran a ser molestos. 

Lucía estaba totalmente sumergida en el universo digital sin apartar ni un segundo la mirada de la pantalla de cinco pulgadas y media de su teléfono móvil, con los auriculares puestos en ambos oídos que le aseguraban un aislamiento del mundo exterior inmejorable. Conmutaba de aplicación en aplicación a una velocidad casi supersónica; de las redes sociales a la de la música, de la música a las fotos, de las fotos al chat para conversar con su inseparable amiga Ana, volviendo finalmente de nuevo a las redes sociales. Se creaba un bucle continuo y eterno dotado de energía inagotable. Había momentos en los que la adolescente no sabía si iba más rápido su cerebro, sus pupilas con la luz de la pantalla reflejada en ellas, o sus dedos. 

Tia q rollo. Odio la navidad y todo eso :( me muero de ganas de q acabe la cena y salir de fiesta...─escribía Lucía a su amiga Ana a través del chat. 

Yo tambien. Ademas vino mi tio el pescadero q es un plasta. Nos contará la misma historia de siempre cuando vaya pedo de vino. No lo aguanto tia. Estoy hasta el c. ─respondía Ana solidarizándose con su inseparable. 

Ya verás cuando entres en la disco con ese vestido rojo tan corto q casi se te ven las bragas jajaja  ─proseguía Lucía tecleando en el teclado virtual del móvil─. Te van a entrar todos los babosos a la vez :) 



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En el texto hay: navidad, moraleja, adolescente

Editado: 08.11.2018

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