Navis y el coleccionista de mundos (saga Navis 1)

La ronda final de vadoleto

En el mural del colegio se publicó el día en que el equipo del colegio Whitlacier enfrentaría al Instituto Sarobia. Todos rodearon el mural para leer de cerca el anuncio, la mayoría de los estudiantes estaban un poco asombrados y a la vez preocupados por la noticia. Whitlacier tenía a los mejores escuderos para la defensa, a los mejores anotadores, pero el cambio de hurtadores era el verdadero reto. Rufio Niccals era uno de los dos anotadores, y hace tres años estuvo a punto de quedar manco cuando un defensa de Sarobia casi le desgarra la mano al momento de activar accidentalmente el escudo de plasma. De tan sólo recordar el dolor hacía que se aferrara a su brazo. Navis estaba al lado de él y lo siguió en cuanto vio a su hermano alejarse entre la multitud.

Llegando el receso, Navis decidió sentarse al lado de él para poder platicar sobre lo que le ocurría. Los demás compañeros de Rufio hicieron caso omiso ante su presencia pero hicieron espacio en la mesa para que se sentara a comer con ellos.

—¿Te encuentras bien, Rufio?

—No es nada —Rufio intentó no parecer alterado, y su hermanito le mostró una mueca de inconformidad—. Está bien: Es sólo que tengo un poco de pánico al oír sobre Sarobia. Aquella vez perdimos porque tuve un accidente y no pude continuar con el encuentro.

—¿Ocurrió algo terrible? —preguntó Navis.

Un joven más alto que Rufio, de tez celeste y ojos amarillos respondió.

—Rufio y yo somos los anotadores del equipo, somos los mejores, pero esa tarde del accidente casi le arrebata la mano derecha. Los jugadores de Sarobia suelen ser meticulosos y a veces extremadamente rudos.

—Pero como es vadoleto nadie puede hacer nada, salvo que la vida de un jugador esté en peligro de muerte, como en el caso de Rufio —habló una chica que también estaba en la mesa se unió a la plática.

—¿Ustedes también son jugadores? —preguntó Navis.

—Claro que sí. Yo soy el capitán del equipo —dijo el de piel celeste—. Mi nombre es Buford Frankground. Ella es Artemis Hollygang —se refirió a la chica—, es una de las nuevas hurtadoras del equipo, Ruby Woodlawn es escudera —nombró a otra chica que estaba presente—. Bongo es el líder del club de admiradores, a cada rato fotografía al equipo para la bitácora del colegio.

Bongo alzó la mano para saludar mientras comía.

—Debemos de entrenar duro si queremos pasar la defensa de Sarobia —habló Buford a su equipo.

—Helga ya tiene lista una estrategia de juego —dijo Artemis.

Los demás estuvieron hablando de partidas y algunos juegos universales pasados. Navis casi no entendía nada del juego. Sí conocía que era un deporte peligroso y los puestos del equipo, pero sobre el qué consistía y ver un encuentro, no. En “El hogar de los sueños” la señorita Girasol les tenía prohibido jugar vadoleto por ser demasiado violento y arriesgado, así que sería emocionante asistir al partido del colegio por primera vez.  

El vadoleto era un juego en donde los equipos se conformaban por nueve jugadores: Tres escuderos, dos anotadores, un estratega, un guardameta, y dos hurtadores. La pista de juego era un octágono en medio de una estrella de ocho picos, en el octágono se encontraba una madriguera con dos clases de balones tallados de hueso llamados croacks, diez rojos y uno de oro. El croack de oro era el que tenía que anotarse con la mano en el recinto del equipo contrario, y sólo los anotadores podían hacer que entrara, siempre y cuando no pasaran de los picos, si anotaban cien puntos ganaban. Los escuderos se encargaban de proteger de los ataques enemigos con escudos de plasma, mientras que los hurtadores robaban los croacks rojos de la madriguera, si lograban robar más de cinco de los diez croaks el juego se daba por finalizado. El estratega formaba el plan de juego y podía hacerla de hurtador o como apoyo de anotador, sólo que no podía hacer ningún puntaje, si por error llegaba a anotar, se le restaba 25 puntos a su equipo. Cada anotación de croack de oro valía 15 puntos y cada croack rojo 30.  

Todos los jugadores (a excepción del guardameta) se colocan dentro del octágono, los hurtadores pueden robar los croacks que los otros hurtadores llevaban a su madriguera con tal de impedir hacer una anotación. Los escuderos se encargaban de defender tanto a los anotadores como a los hurtadores, o también derribar y detener los lanzamientos enemigos, en el recinto del guardameta. Si uno de los anotadores ponía pie fuera del pico, se sancionaba con diez puntos menos, aparte de recibir una pequeña descarga eléctrica provocado por el límite de barrera. Incluso podían ocupar sus donum para contraatacar o defenderse. En pocas palabras: el vadoleto era un juego donde todo estaba permitido a excepción de la muerte.

—Y pensar que hace siglo y medio la muerte también era válida —murmuró Morgan en clase de Artesanía—. No me extraña que pocos quieran entrar al vadoleto. Tu hermano es muy valiente al estar en el equipo.

—Le gusta demasiado el deporte, si vieras la puntería que tiene con el arco, o la furia con la que agarra el florete —dijo Navis en voz baja para que no los regañaran.

La profesora Landon ya comenzaba a sospechar de que alguien no estaba poniendo atención a la clase. Aroha casi los mata con la mirada para obligarlos a callar antes de que los metieran en problemas. Scott seguía modelando con el barro mientras que Francis preparaba la mezcla.




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