Navis y el coleccionista de mundos (saga Navis 1)

Los prejuicios de un desconocido

Al principio creyó que era su imaginación. Primero, estuvo cerca de varios compañeros en los pasillos y ellos le habrían paso sin siquiera mirarlo a los ojos. Después, durante el receso, mientras que iba por su almuerzo, Aegan Flakes que estaba delante de él, le cedió su lugar para alejarse unos pasos de Navis después de llamarlo “desertor”, y cuando fue a la mesa para sentarse con sus amigos, Scott casi se levanta sino fuera por Francis que lo jaló bruscamente del brazo para obligarlo a quedarse en su lugar.

Puawai y Morgan eran los únicos que parecían normales ese día, aparte de Francis, pero Scott estaba raro. Como si no quisiera estar allí.

Navis miró por todo el comedor y se dio cuenta que solo los de su clase lo evitaban, el resto de la escuela seguía su rutina sin importarle nada. La mesa donde a diario se sentaba Sianne estaba tan entretenida que en cuanto se dieron cuenta que el chico los miraba, hicieron una mueca de desprecio y prefirieron ignorarlo. A Navis le dio una punzada en el corazón.

Al parecer Sianne le había contado a todos que él era un novo Wrovil.

En cuanto ella apareció, su rostro reflejaba una extrañeza inexplicable, en cuanto sus miradas se cruzaron, ella apartó rápidamente la vista. Sí. Había divulgado su secreto.

Unos terribles deseos de llorar querían apoderarse de él, pero se contuvo para hacer notar que no le importaba. Si lloraba delante de todos daría a entender que le afectaba demasiado el rechazo, y eso sólo empeoraría las cosas.

Kitty lo tomó de brazo para sacarlo de la mesa, disculpándose con sus amigos que se quedaron extrañados por el arrebato, y se lo llevó por el pasillo donde Meredith y Arthur lo esperaban.

—Te ves mal, y no digas que no porque se te nota realmente tu palidez —le dijo Kitty severamente para obligarlo a hablar.

—Estoy bien, no pasa nada.

—Mientes. ¿Qué está pasando? —Arthur era lo demasiado persuasivo para poder leer la mente de Navis.

Al no tener alternativa, Navis les contó que Sianne Dougherty soltó que él era un novo Wrovil y que ahora ninguno de su salón quería estar cerca de él, incluso sospechaba que sus amigos sólo estaban con él por puro compromiso.

—¿Qué nosotros qué? —la voz de Morgan se oyó por las espaldas de Navis.

Morgan y Puawai llegaron en ese momento.

—¿Acaso crees que haríamos algo así? —Puawai le reclamó por precipitarse. Morgan le puso el brazo rodeando su espalda para animarlo.

—Nosotros no somos esa clase de personas que rechazan sin conocer a alguien. Puawai tendrá cara de amargada pero es una buena persona.

—Tampoco te pases, Morgan —lo calló la chica.

—Pero, Francis y Scott…

—Scott es un cabeza de chorlito que necesita un buen jalón de orejas, y Francis —Puawai hizo una pequeña pausa—, bueno, de Francis no debes preocuparte mucho porque también está de tu lado, y nos dijo que va a hablar a Scott para que recapacite.

Navis se rascó la cabeza para poner en orden sus ideas.

—Muchas gracias —fue lo que dijo.

Meredith le dio un fuerte abrazo para consolarlo, y mientras le acomodaba el alboroto del cabello le decía que todo iba a estar bien.

 

 

 

 

 

En la biblioteca, los cinco estaban lo demasiado cerca para poder hablar entre ellos sin que fueran interrumpidos por el bibliotecario.

—Ahora —Morgan quería saber el por qué todos lo estaba rechazando—, ¿por qué todo se puso así de intenso? Yo sólo me enteré porque Nieve Mcmillan me lo dijo a mí.

—Me disculpé con Dougherty, y como no quería escucharme, la obligué a seguirme con mi donum de sombras.

—¿Donum de sombras? Yo nunca he visto alguno —dijo Francis mientras le ponía tinta a su pluma.

—Sí, y bueno, como no lo vio venir, me preguntó, y la única manera de perdonarme era que le contara cómo le hice para atraerla, y se lo conté.

—Ay amigo, debiste de suponer que era una trampa —Puawai seguía escribiendo sus notas con tinta oscura, pero una gota cayó sobre sus escritos y refunfuñó por tal desastre. Scott le dio un pañuelo para que limpiara la hoja.

—Sianne Dougherty, ¿quién lo diría? —murmuró Morgan.

—No entiendo en que les afecta que uno sea diferente, sólo es diferente y ya.

—Navis no es diferente, Scott. Es como nosotros —dijo Puawai en defensa del chico—. Es más, tu también querías alejarte de él.

Scott siguió escribiendo y lo único que logró fue que Aroha enrollara una hoja y le pegara con este en la cabeza.

—¿Y ahora qué? —inquirió Francis.

Navis acomodó las hojas sueltas dentro de su maletín y siguió con sus escritos en el cuaderno. «Hablaré con ella, tiene que confesar y pedirme una disculpa», dijo antes de irse.

 

 

 




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