Navis y el coleccionista de mundos (saga Navis 1)

El coleccionista de mundos

Si hay algo en este mundo que realmente duele, es saber que estás solo. Y eso lo aprendí a muy temprana edad.

Cuando tenía seis años perdí a mis padres en un accidente aparatoso, y yo sólo sobreviví. Al no tener familiares cercanos, un amigo novo Zenith de la familia hizo el favor de llevarme a su casa, y veló por mí para que nada malo me sucediera. Yo estaba en un estado de trance por lo que pasé que me volví huraño, reservado, maldiciendo la hora en que ocurrió la tragedia que me arrebató a mis padres, y saber que, aunque era el único hijo y heredero de Frostio y Demetria Niccals, el dinero y la riqueza no iban a llenar el vacío de su ausencia.

Entonces mi tutor Bodhi, un viejo al que le estoy muy agradecido de hacerme el favor de abrir los ojos al mundo, se dio cuenta de mi depresión y me ayudó sobremanera en recuperarme poniendo algunos pasatiempos en los que pudiera entretenerme.

Primero intenté escribir un diario, pero sólo escribía de mis padres y empecé a deprimirme más, así que lo dejé. Bodhi se lavó los sesos con tal de buscar algo a lo que realmente me gustara, pero yo estaba cada vez más apático y recaído que nunca, y me consiguió una piedra de lava volcánica proveniente de Phornix. Me acuerdo que la primera vez que Bhodi me dio la piedra, yo estaba molesto porque yo sólo lo veía como lo que verdaderamente era, una piedra. Pero Bhodi sólo me  dijo «Enfócate bien, y sabrás que no es una simple piedra». Yo tomé la piedra con coraje, agradeciendo de todos modos, y me encerré en mi habitación.

Me preguntaba por qué Bhodi me traería una piedra. Yo ya sabía lo que era una, y sólo servían para lanzarlas y que estuvieran de adorno por los caminos. Pero un día, empecé a darme cuenta que la piedra de Phornix siempre conservaba su calor natural. Algo que las piedras de Zenith no tienen, porque son muy frías.

Me acerqué a Bodhi y le pregunté que por qué la piedras eran tan idénticas pero a la vez tan diferentes, y sólo me respondió que era por el lugar del que provenían. Yo decidí guardarla junto con una piedra bonita que conseguí en el patio y me preguntaba si las piedras de los otros mundos aliados tendrían diferentes propiedades.

Fue así que me aficioné a coleccionar todo lo que podía. No sólo referente a los mundos, sino también a cómics de superhéroes, algunos bichos disecados y todo cuanto se me antojara. Conforme más iba coleccionando cosas, más iba dejando atrás el pasado, y le agradecí por preocuparse por mí.

Pero, el destino hizo que Bodhi también se fuera a un lugar mejor, cuando apenas iba en segundo curso en Whitlacier y me dejó a cargo de una familia que eran amigos suyos. Un novo Pewtto-Adharus y una novo Borka-Lithus que vivían en Zenith, que no eran ricos, pero tampoco pobres, y me acogieron en su casa mientras buscaban a unos Zenith o novos Zenith de confianza con quien quedarme.

Era estresante cambiar a cada rato de hogar, que incluso algunos de mi clase me llegaban a nombrar como el “nómada Niccals”. Aún así hice amigos que me ayudaron mucho, entre ellos cuatro compañeros, y juntos éramos el Quinteto problemático, porque siempre nos metíamos en problemas. Ya conocen a Sebastian Herbert, que es uno de ellos, pero al resto llegaran a conocerlos después. (Esperemos que no se sobresalten al conocer a mi amiga Granate Bethlem, ella sí está algo loca). Tanto así pasé mi infancia que esperaba algún día poder formar una familia, para volver a sentir lo que era realmente tener una.

Fue así que conocí a Zinnia Tinus.

Ella era una compañera de mi salón, y a pesar de ser Zenith original, parecía ser más cálida que una briza de verano. Siempre me gustó la manera en que sonreía, y la forma en la que me miraba a lo ojos. Crecimos juntos, y yo estaba decidido a tener una gran familia por mi escases de figuras paternas. Ella tenía a sus padres, pero a la muerte de su hermano mayor, soñaba lo mismo porque no le gustó crecer sin nadie familiar con quien jugar. Entonces acordamos de tener una familia. Fue así como nos casamos y yo me dediqué a la arqueología y antropología, y poco a poco fui dejando el apodo de nómada Niccals a uno más cómodo y con el cual me sentí muy identificado: El coleccionista de mundos.

Cuando cumplí veinte, nació Zephyr. Zinnia y yo estábamos muy emocionados al ser padres primerizos. Tanto así que la promesa de la gran familia se fue olvidando poco a poco, hasta que nueve años después, que Zephyr quería tener una hermana nos lo volvió a recordar.

En aquella época, Zinnia no podía quedar embarazada de nuevo, y la única alternativa que tuvimos fue adoptar, no importaba una niña o un niño. Pero meses antes de traer a casa a Stella, Zinnia se sintió terriblemente mal por culpa de la fiebre agüera y falleció. Fue un golpe duro para Zephyr y para mí, porque creí que parte de mi pasado estaba volviendo a reaparecer, recordándome los tiempos amargos de la soledad. Pero Zinnia antes de partir habló con mi hijo y le hizo jurar que siempre tendría el valor para afrontar las cosas, por muy difíciles que fueran. Creo que eso fue lo que lo salvó de tal destino, y poco tiempo después, Stella llegó a la mansión Niccals. Poco a poco, fui cumpliendo la promesa que hicimos Zinnia y yo, y entonces más niños vinieron a vivir aquí. Maurice, Gordon, Rufio, Kitty, Warren, Babilonia  —¿Debería poner Baby Boom? Claro que sí—, Arthur, Meredith, Caronte y Navis.

Creo que parte de haberlos escogido a ustedes por ser de diferentes mundos fue por mi pasatiempo favorito, pero no quiero que se sientan como objetos de colección, porque siempre saben que pueden contar conmigo a pesar que tenga que viajar mucho debido al trabajo. No importa si nuestras sangres no son las mismas las que corren por la venas, lo importante es que sentimos afecto los unos con los otros, dando así a entender que el tener una familia no significa la relación sanguínea. Si no el amor que emana de ella.




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