Navis y el coleccionista de mundos (saga Navis 1)

La carta semi vacía

Amaneció en “El hogar de los sueños”. La señorita Girasol se levantó temprano como de costumbre y fue directo a la cocina para poner a calentar las ollas de carne, tomó un costal de papas, unas pocas zanahorias que había cosechado el día anterior y empezó a pelarlas con el cuchillo. Mientras que el agua de la olla hervía, procuraba apurarse para que todo estuviera a tiempo para el desayuno.

Creó un poco de platos con su mano derecha al ver que el día pasado se le cayeron algunos trastes debido a que uno de los niños había encontrando una rata, y tuvieron que perseguirla para que el animal no hiciera su guarida por debajo de las tablas y los costales de arroz. Cuando se dio cuenta de que el desayuno estaba listo, subió por las escaleras que llevaban a los dormitorios.

—A comer —los llamó.

Algunos de los pequeños fueron despertándose poco a poco e iban bajando a la cocina para formarse delante de la olla, cada uno tomando un plato y la señorita Girasol iba sirviendo con el gran cucharón de peltre la comida casera. Después de eso se iba con los más pequeños para enseñarles el alfabeto mientras que los más grandes se iban al pequeño huerto que estaba detrás del orfanato y otros al establo para ver a Ponny. «Esta es la F, y se pronuncia así», le dijo a una pequeña novo Borka-Nott y puso sus dientes frontales por encima de sus labios para pronunciar el sonido de la letra F. La niña la imitó y puso su boca de ese modo para poder hacerlo.

—¿Lo ves? Es fácil —ahora señalaba otra letra distinta—. Esta la vimos ayer, ¿la recuerdas?

La niña asintió.

—Es la D —contestó y puso sus dientes sobre la lengua para mostrarle que sí se la había aprendido.

—Me agrada que estés aprendiendo de memoria muy rápido el alfabeto, Alice.

Unos niños entraron por la puerta, y llevaban consigo un sobre con una postal que contenía el Tamgha de Zenith.

—¡Ha escrito! ¡Ha escrito! —dijo uno de los pequeños alertando a los demás. Una carta era toda una fiesta para aquellos chicos que añoraban a sus amigos que se fueron del orfanato, y era una manera de entretenerse mientras podían para pasar un rato agradable entre todos. Montones de niños y niñas estaban reunidos para escuchar la carta. El pequeño se la entregó sentada en su sitio, al lado de su discípula.

La señorita Girasol la abrió delante de todos.

—A ver —decía—, ¿qué noticias nos tiene Navis el día de hoy?

Muchos niños cuchicheaban entre sí alegres de ver el contenido, pero la señorita Girasol sacó varias hojas blancas del sobre. Las pasó una por una, y todas eran hojas de papel vacías. Dejó el sobre sobre sus piernas.

—No hay nada —exclamó un pequeño.

—¿Qué pasa, señorita Girasol? —otro chico se acercó a ella—. ¿Acaso Navis ya no nos quiere?

La señorita Girasol le dijo que no se trataba de eso, pero para ella se le hacía extraño que todo estuviera en blanco. Entonces uno de ellos tomó la carta que estaba en la falda de la señorita Girasol y la empezó a medio leer porque apenas podía pronunciar una cierta cantidad de palabras.

—Qui… quiero…

—¡Aquí hay algo escrito! —gritó una chica.

La señorita Girasol tomó el sobre y entonces esbozó una sonrisa a la única frase que venía escrita desde muy lejos por el pequeño Navis Lew Niccals.

 

“Quiero ser un coleccionista de mundos”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

...Navis regresará...

A continuación: 

Navis y el ladrón de las almas inocentes.

 




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