Navis y el ladrón de las almas inocentes (saga Navis 2)

El segundo hermano favorito

             Zenith era una maravilla durante las vacaciones de verano.

            Las cosas iban bien entre todos los habitantes de Zenith, tanto así que las familias salían a disfrutar de un paseo agradable y armonioso, y por si fuera poco, el periódico Cielo Nublado sacó en un artículo sobre un doble eclipse total de Sol que se llevaría a cabo dentro de nueve meses más, donde las dos lunas de Zenith ocultarían por unos instantes la luz solar en en planeta.

            Pero eran nueve meses de espera, así que los habitantes de Zenith esperaban con ansias ese día, sobre todo Navis, que no había visto ninguno.

Navis había quedado de ir un día a patinar con sus amigos en el lago congelado, no sabía patinar, pero iría de todos modos porque Morgan le hizo el favor de querer enseñarle a patinar. La mayoría de los zenithenses sabían este deporte porque la nieve, el frío, y el hielo era su especialidad y los que no eran de Zenith, pero que crecieron en ese mundo, también sabían del deporte.

            Entonces, como el lago congelado estaba cerca de su casa, sólo caminó el tramo a insistencias de Merry, que se empeñaba a decirle que Faust debería de acompañarlo en el coche. Pero Navis se sentía todo un rebelde sin causa y Merry entonces mandó a Warren para que le hiciera compañía.

            —¿Pero por qué yo? —insistió el joven—. ¿No puede ir Rufio con él?

            —Véalo como una oportunidad más para pasar tiempo juntos, joven amo —respondió Merry sacando el polvo de algunos cuadros colgados en la pared del pasillo del ala de los cuartos de las chicas (y Navis) con el plumero—. El joven amo Rufio anda un poco ocupado cuidando de Meredith.

         Meredith tuvo la desgracia de caer enferma, así que ese día estaba acostada en la cama, descansando. Merry se dedicó a cuidarla un poco, pero con los quehaceres de la gran mansión, apenas si podía con todo, y Rufio ofreció sus ayuda para cumplir con sus deberes de hermano mayor. Además, tuvo la molestia de contárselo a padre y el Sr. Niccals hizo que Rufio llevara el cubo de telecomunicación al cuarto de la niña para desearle que se recuperara pronto.

            —No es muy lejos —insistió Navis moviendo sus patines—, además no creo que a Warren le agrade la idea de cuidar a otros seis niños más.

            —Bastante tengo con mi inscripción al servicio militar que no sé si pueda cuidar de muchos chiquillos —Warren guardó su armónica en el bolsillo—. Navis puede cuidarse muy bien. Aparte de que Navis quiere ir a verse con su novia.

            —¡Yo no tengo novia!

            —Joven Warren ¡Por Dios!, ¡Es su hermano! Acompáñalo aunque sea una hora.

            —Que vaya solo, Merry.

            —Van a ir los dos juntos —los amenazó con el plumero todavía a la mano. Navis nunca había visto a Merry tan enojada, y dio un brinco que hizo que uno de los patines que tenía a la mano tirara uno de los adornos de la mesa que estaba en el corredor al suelo. Por fortuna, no se rompió.

            —¡FUERA LOS DOS! —rugió Merry y los tomó del hombro a cada uno empezando a escoltarlos a la salida—. No me importa si los llevo amarrados a los dos con una soga, pero se me van directo al lago ahora mismo. Ya tengo suficiente con los trabajos, y más, y más trabajos en casa como para tener que soportar sus berrinches.

            Arthur iba subiendo por las escaleras para ir a su cuarto con un títere hecho con un calcetín rojo y botones negros, ajeno de todo lo que pasaba, y  también sufrió parte de la ira de Merry y los tres chicos bajaron las escaleras a empujones de la mujer y se pusieron sus abrigos para salir al frio, y sintieron el portazo a sus espaldas.

            —¿Se puede saber qué le hicieron a Merry? —la marioneta habló por el arte de la ventriloquia con una voz chillona, pero Arthur tuvo que toser al no estar acostumbrado.

            —Creo que sí nos pasamos esta vez, Warren.

            —Tendremos suerte si no sigue enojada para cuando regresemos.

            —¿Pero qué le hicieron? —insistió Arthur ahora sin necesidad del títere.

            —Le pedí permiso de ir solo al lago congelado, Arthur. Y ella quiso que Warren me acompañara.

            —Y se enojó cuando me negué.

            —Vaya —dijo Arthur entendiendo—. ¿Y por qué me vi embarrado en esto?

            —Fue porque te atravesaste en medio camino y también las agarró contra ti, Arthur —Navis le estaba dando una palmada para disculparse.

            —Cielos. Y yo que quería ir a dormir a mi habitación, chicos —bostezó.

            Warren condujo a los chicos a una vereda que también le hacía de atajo al lago congelado, y mientras más caminaban, el camino se hacía menos pesado. Navis trataba de aprenderse la ruta de memoria para cuando tuviera la oportunidad de salir el solito y miraba los arbustos y pinos rociados de nieve para poder grabárselos y miró también las pequeñas piedras que estaban por el camino, y le hizo recordar a la carta que su padre escribió antes de irse.

            Sólo habían pasado dos semanas desde que se fueron Mistral y el coleccionista, y las cosas no cambiaron mucho en la mansión —salvo el temperamento de Merry en esa mañana—, es más, Navis todavía se reusaba en trasquilarse la lluvia de mechones de cabello que casi le cubrían los ojos. Pensaba que Mistral estaría murmurando que ella misma debió de hacerle un corte de cabello antes de irse y de tan solo pensar en eso lo hacía reír.




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