Navis y el ladrón de las almas inocentes (saga Navis 2)

La Brigada Corpus Concordia

Navis tenía cierta ambición de ser parte del equipo oficial de Whitlacier, que la mayoría del tiempo la pasaba compitiendo con Osha y Flakes para entrar al equipo, y durante los entrenamientos pensaba más en qué estrategias jugar, pero sin descuidar sus estudios.

Un día, mientras que terminaba la clase de geografía con el profesor Alfred Grooves, Navis empezó a quejarse de la nada de un fuerte dolor de estómago, tanto así, que el profesor Grooves tuvo que llevarlo a la enfermería para que lo atendieran.

—Señorita Zhiang, la dejo a cargo del salón mientras llevo al señor Niccals a la enfermería.

Samantha Zhiang era la representante de la clase. Pero casi nadie la tomaba en cuenta.

Apenas el profesor Grooves salió del aula con el chico, algunos se levantaron a cuchichear entre sí.

—Pobre Navis, tanto esfuerzo ha hecho que se enferme.

—Cierra la boca, Aroha. No seas pesimista. Navis se pondrá bien.

—Oh vamos, Fisherman. Ese novo apenas si puede dar un paso con el dolor.

—¡Métete en tus asuntos, Flakes!

El gigantesco cuerpo de Aegan casi se abalanza sobre el de Morgan, pero Fritz intervino entrometiéndose en el paso, utilizó más la astucia para salvarle el pellejo a su amigo sabiendo que él tampoco podría golpearlo sin recibir un castigo.

—¡Detente! ¡Tú eres grandote y él es chiquito en estatura! Al entrenador no le va a gustar que no tengas un buen temperamento en clases y eso puede restarte puntos para ser escogido en el equipo.

Flakes lo meditó un poco, y se dio media vuelta para largarse a su sitio.

—Maldita clemencia —masculló entre dientes.

Francis y Morgan casi se ríen por lo que acababa de pasar. Aroha suspiró aliviada, y Samantha Zhiang dejó pasarlo por alto, de momento.

—¿Viste cómo se iba contra ti? —sonrió nerviosamente.

—Parecía más bien un orangután que un ornitorrinco, Francis.

—¡Silencio los dos! Casi los masacra —Zhiang alzó la voz—, vayan a sus lugares antes de que regrese Grooves.

Fueron a sentarse. El profesor Grooves regresó después de cierto tiempo sin Navis.

—Bien, ¿en qué nos quedamos? —preguntó para ponerse al corriente con su clase.

Puawai levantó la mano.

—¿Cómo está Navis, profesor Grooves? —quiso saber.

—Él está bien, señorita Aroha. Estará como nuevo para el almuerzo —contestó—. Ahora, debemos tomar nuestra clase. ¡Antes de que lo olvide! Señorita Zhiang, vaya a la enfermería después de clases para darle los apuntes que el señor Niccals se perdió el día de hoy.

—Sí profesor Grooves —dijo la chica.

El resto de la clase, los chicos estaban impacientes por visitar a Navis, que acompañaron a Samantha a la enfermería.

—No hace falta que me sigan, chicos —comentó Samantha llevando un libro a la mano.

Aroha sonrió.

—Por supuesto que sí, iremos por Navis para que almuerce con nosotros.

Giraron un pasillo. Se toparon de frente con el profesor Howell.

—¿Qué hacen por aquí? Deberían estar en el comedor.

—Vamos a visitar a un compañero que se encuentra en la enfermería, profesor Howell —contestó Scott.

—¿Quién? —su rostro pareció brillar.

—Niccals, señor —dijo lo más amable que pudo.

—Déjenme adivinar: ¿Fractura? ¿Fiebre? ¿Cortaduras? ¿Envenenamiento?

Parecía que iba a mencionar todos los males del mundo.

—¡Sólo le duele el estómago! no está muriéndose, profesor Howell —Morgan se desesperó.

La cara de Stephen Howell empezó a cambiar.

—Entonces —dijo con un tono seco—, díganle al señor Niccals que en mi clase nadie se va por asuntos tontos a la enfermería a no ser que verdaderamente estén agonizando.

El profesor Howell se fue al comedor de maestros. Los chicos se miraron entre sí.

—Es un sádico —se atrevió a decir Zhiang.

—¿A qué clase de profesor se le ocurre decir semejantes barbaridades?

—Sólo a él, Aroha.

Siguieron caminando a la enfermería. La enfermera estaba guardando un botiquín en un baúl, y un chico estaba en la camilla con la pierna lastimada. Sólo ellos dos estaban allí, y ninguna señal de Navis.

—Disculpe enfermera, venimos a ver a un compañero —dijo Samantha.

La enfermera miró al chico de la pierna lastimada.

—¿A quién? —preguntó.

—Niccals, enfermera —esta vez habló Morgan.

—Por supuesto —empezó a recordar—, un chico encantador. Se fue hace veinte minutos de aquí.

—¡Veinte minutos! —se sobresaltaron.

La enfermera sacó una carta de su mandil y se la tendió a Zhiang.




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