Navis y el ladrón de las almas inocentes (saga Navis 2)

Pewtto.

Pewtto era un lugar magnífico. Como había dicho Howell, en ese planeta habían muchos arriet flotando por la montaña Berenjena (porque curiosamente tenía ese extraño color). El Tamgha de Pewtto estaba por todas partes.

Una pequeña nave de los Liptor di Corps, “La Brújula” recorría su ruta. Su capitán era Miguel Ángel Montero, un novo Whenua-Pewtto fornido, experto en combate y líder del equipo de investigación. Él y su equipo conformado de cuatro liptores de otros rangos menores llevaban información sobre los sucesos de las desapariciones de Zenith, y aparte traían al jefe del Consejo Galáctico de Zenith, Anton Yas. Anton Yas era un hombre entrado en años, pero con el juicio intacto.

—Ya casi llegamos, capitán—informó la piloto al mando.

—Avísenme en cuanto los guardias pidan la contraseña para entrar.

—Claro que sí, señor —contestó el piloto.

—Hacer un largo camino desde Zenith a Pewtto no es muy sencillo, y nuestro amigo Anton Yas debe descansar.

—Estaré viejo y podré tartamudear a veces, pero aún sirvo, capitán —soltó el anciano Yas para su sorpresa. Muchos Zenithenses consideraban que el viejo Yas tenía un buen sentido del humor—. Pero si me ofrece una cama, no veo por qué no dar una siesta de cinco minutos.

—En cinco minutos una persona no puede dormir —contestó el capitán Montero.

—¿Cómo de que no? Cuando usted tenga mi edad comprenderá lo que le digo, y se acordará de mí.

El capitán no hizo más que reírse, pero recobró la compostura debido a que no era muy común ver que alguien con un buen puesto muestre pequeñas faltas de profesionalidad.

—¡Vamos! No ponga esa cara tan dura, capitán —le dio una palmada en la espalda como si fuera un niño—. El trabajo lo ha estado estresando, estoy seguro que sus tripulantes estarían de acuerdo en salir en grupo para despejar su mente con algún pasatiempo.

—No podemos salir a divertirnos en horas de trabajo, aunque quisiéramos.

—Me parece bien, como capitán debes poner el ejemplo en esta nave, apuesto a que eres un buen maestro con tus tripulantes. ¿Verdad muchachos?

El capitán miró a su equipo, parecían nerviosos.

—Tengan cuidado en como responden eso.

Nadie dijo nada, salvo Anton Yas.

—Pobrecitos, ¿qué tanto les hace su capitán? —indagó.

—No es nada de eso, simplemente no pueden interactuar confiadamente. Ya sabe, de camarada a camarada —explicó el capitán Montero antes de que hubiera un malentendido.

—Vaya, que fastidio. Deberían sonreír más de vez en cuando.

Estaban a punto de llegar a la Justiciera. La justiciera era una gran base militar echa de titanio, y pulida con cobre para activar los escudos protectores en caso de ataque. Se encontraba  en el borde de la montaña berenjena, y su aspecto marrón parecía verla como una patata gigante. Muchos Liptor di Corps novatos hacían ese comentario de que la patata y la berenjena eran inseparables y algunos bromeaban que pedirían patata y berenjena para la cena (claro que decían esos comentarios a escondidas para no recibir infracciones). En la pantalla láser apareció un pequeño mensaje, y el copiloto lo arrastró a su brazalete.

—Capitán, los guardias han llamado —dijo a su superior.

—Abra ese mensaje, Diastor —ordenó.

El mensaje se proyectó en la pantalla principal. En su interior apareció un guardia de rango beta.

—Contraseña —ordenó.

—Cada vez escogen guardias jóvenes, ¿o es mi imaginación? —dijo entre hombros la piloto a su acompañante.

—Lo mismo pensaba —respondió el otro en el mismo tono de voz.

Pax incipit cum risu. Miguel Ángel Montero, capitán de “La brújula”, rango omega.

Las compuertas se abrieron para dejarlos pasar. La nave se estacionó en la base junto con las demás, y los tripulantes bajaron a tierra firme. Fueron escoltados hasta la entrada principal, donde fueron recibidos por un hombre de la tercera década. Todo el equipo (sin contar al señor Yas) dieron el acostumbrado saludo de los Liptor di Corps.

—Comandante Sherwin, estamos a sus órdenes —dijo el capitán Montero.

—Saludos, queridos hermanos. Nos sorprendió recibir un permiso para que pudieran hablar con nuestro Supremo Líder personalmente. ¿A qué se debe eso, capitán?

—El representante del Consejo Galáctico de Zenith, Anton Yas, pidió hablar sobre algo que mi equipo de investigación acaba de descubrir, y que el mismo Supremo Líder debe ver en persona.

—Bien —comentó—. El Supremo Líder está ocupado en estos momentos, pero si gustan esperar…

—No hace falta eso, comandante Sherwin —se oyó una voz a sus espaldas.

Los Liptor di Corps se formaron en dos filas al final de las escaleras, sostuvieron sus armas a un lado, y saludaron con honores ante la presencia de un hombre que estaba en lo alto, y comenzaba a descender. Narendra Khan.

Narendra Khan era un hombre corpulento y se veía físicamente saludable a pesar de que su verdadera edad rondaba entre los cincuenta años. Tenía la tez morena, ojos almendrados y cafés, peinado normal como cualquier persona, y una barbilla bien pulida (cosa curiosa, porque los liptores deberían de tener una cara bien depilada), mirada seria pero sobre todo humilde. Era la persona de la región indoaria más poderosa de Whenua, nacido en Nueva Delhi, India, pero con ascendencia pastún. Portaba su traje con galardones conmemorativos y algunas insignias por numerosas




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.