Navis y el ladrón de las almas inocentes (saga Navis 2)

El ladrón de las almas inocentes

Durante la madrugada, las cosas se tornaron frías. Las bestias salvajes empezaron a aullar en la penumbra y la temperatura bajó demasiado, así que entre Francis y Puawai hicieron un pequeño refugio para poder sobrevivir. Navis y Scott sólo esperaban a que el pequeño igloo estuviera acabado para llevar las cosas adentro. Noor ayudó a acarrear nieve para cubrir los espacios que sobraban. Sacaron una lámpara y el interior se alumbró. Encendieron el distorsionador y se acobijaron para permanecer calientitos.

—¿Por qué no hacemos una fogata? Hace mucho frío.

—Ni lo pienses, Scott. Afuera, aparte de Maccarthy, hay criaturas peligrosas en busca de presas, y encender una fogata los atraería a nosotros.

—Se me congela la nariz, Francis —dijo castañeando los dientes.

—Ten esta manta, te ayudará —le dio otra.

—Pero también tengo hambre…

—¡Cómo molestas, Scott! —dijo Aroha—. ¿Puedes dejar de quejarte?

—Lo siento —y se calló.

—Ugh —Noor también tenía hambre.

Navis buscó entre sus pertenencias lo poco que trajo.

—Sólo tengo pan y queso —sacó un mendrugo de pan horneado y una bolsita oscura—. Merry suele dejar esto en la mesa porque en las noches me despierto y voy a la cocina. Entonces deja un poco en un plato para que no tenga que molestarla.

—Con eso es más que suficiente —dijo Aroha—. Yo sólo tengo frutos secos y té.

—¿Con este frío? Me cae del cielo porque tengo ganas de beber una bebida caliente —Francis sonrió.

—Whispering dinks, quizás —dijo Scott—. Un chocolate caliente o un cafecito con pan dulce.

Una bestia aulló. Eso los alarmó demasiado porque el aullido era cercano. Francis apagó la lámpara y quedaron a oscuras. Noor se levantó para ver por fuera, pero Navis lo detuvo.

—Espera, yo me encargo.

Miró de reojo por un pequeño orifico. En efecto, una criatura estaba acercándose a ellos.

Era una criatura enorme como un oso polar, sólo que tenía dos colmillos gigantes que daban hacia abajo, y  no tenía ojos, sino dos líneas negras en donde respiraba en cada lado de su cabeza. Navis sabía qué clase de bestia era esa —gracias al libro Criaturas de la galaxia” — y tapó la merienda. Ellos estaban a salvo, pero a pesar que estaban dentro del radio del distorsionador, los deerkinx estaban a la vista y eso era un problema.

—¿Qué ocurre? —preguntó Puawai.

—Un ralop ciego. De seguro que olfateó esto.

—¿Y los deerkinx? ¡Nos quedaremos sin transporte! A Morgan no le gustará que Manteca y Pastel sean devorados por ese ralop ciego.

—Voy a salir y lo ahuyentaré lo más lejos que pueda —dijo Navis.

—¡No! ¡No vayas, Navis! —imploró Scott—. ¿Y si te atrapa?

—Descuida. Ocuparé mi donum de ser necesario —volvió a cerciorarse de la criatura, pero ésta se había ido—. ¿A dónde se fue?

Un deerkinx empezó a descontrolarse. El ralop ciego estaba atacándolo.

—¡No! —Puawai salió del refugio y le lanzó una bola de nieve enorme y un ataque de hielo, pero eso sólo hizo enojarlo.

—¡Puawai! ¡Cuidado!

Estaba a punto de irse contra ella, hasta que el ralop ciego fue empujado por otra criatura más peligrosa que él. El höggrid.

Rápidamente, el höggrid de Navis mordió una de las patas del ralop ciego y lo arrastró unos cuantos metros, mientras que éste trataba de zafarse de su poderosa mordedura.

Puawai y los otros fueron a calmar a los deerkinx.

—¿Manteca está herida?

—No, Puawai. Sólo está asustada —Francis acariciaba la frente de Manteca para tranquilizarla un poco. Scott y Noor sujetaban a Pastel, porque estaba tan indiferente del peligro que se fue caminado hasta un arbusto para comérselo.

El ralop y el höggrid seguían luchando entre sí. Navis sintió un trancazo en la espalda y vio cómo su höggrid caía también. El ralop se puso encima y los dos no podían casi respirar. Forcejearon unos segundos, hasta que un zarpazo del höggrid hirió gravemente al ralop ciego y éste salió huyendo y sangrano de allí. El höggrid rugió ferozmente en la oscuridad en señal de triunfo. Mientras que Noor sostenía a ambos deerkinx, los demás fueron a socorrer a Navis, y el höggrid desapareció. Navis estaba tendido en el suelo, y su nariz estaba sangrando.

—¿Pero qué te pasó? —gritó Aroha.

Francis y Scott ayudaron a levantarlo. Estaba completamente adolorido.

—Bien dicen que el höggrid y el wrovil son uno mismo —fue lo primero que dijo al ponerse de pie—. Eso fue peor que enfrentarse con Aegan Flakes.

Rieron. Navis se limpió la nariz y sacó el frasco de sangre, vertió dos gotas en boca y la saboreó aliviado.

—¿Te sientes mejor?

—Claro, Puawai. Estoy bien.

Ella se echó a llorar.

—¿Qué le hiciste, Niccals? —dijo Francis.

—No lo sé —contestó.

Puawai se secaba las lágrimas.




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