Navis y el ladrón de las almas inocentes (saga Navis 2)

La captura

El trineo salió. Regnus sujetaba la cuerda y golpeaba al animal con un látigo para que apresurara el paso. Navis y las furumbras permanecían sentados. El chico estaba demasiado desesperado. ¿Cómo podía librarse de él? ¿Debería brincar del trineo? Las furumbras estaban al pendiente de cada movimiento que Navis hacía. Su aspecto no era demasiado temible que el höggrid, en cambio, las furumbras tenían un poco de color carmesí oscuro, como la sangre. Sombras robadas. Navis se sentía débil por la paliza recibida, sacó el frasco con sangre y bebió dos gotas más, pero Regnus lo descubrió.

—¿Qué traes allí, mocoso?

—Nada —mintió.

Regnus soltó un latigazo al deerkinx con demasiada fuerza.

—Habla ahora —le pellizcó la nariz, parecía que quería arrancársela, pero luego la soltó. Navis se llevó ambas manos a la nariz porque realmente eso le dolió.

—Sangre de hruchee.

—No seas envidioso, dame un poco. Dices que eliminé a la manada de tu hruchee, entonces esa sangre es más curativa porque él seguramente te la ha dado por su propia voluntad.

Navis sacó el frasco. Pero inmediatamente lo arrojó fuera del trineo.

—¡No! —Regnus ordenó al deerkinx que se detuviera y bajó del trineo para recoger el frasco. No estaba roto, ya que cayó entre la nieve.

—Tienes suerte de que te necesite con vida, mocoso —subió de nuevo y el trineo continuó su marcha.

—Usted es una persona despreciable. Jamás le tendría aprecio.

—¿Yo despreciable? Tenemos todo un viaje que realizar, pequeño. Así que te aguantas. ¿Qué tan tardado es viajar de Jordia a Maryland? ¡Responde!

Navis tragó saliva. Regnus se había acabado todo el frasco, hasta la última gota. El color de su piel mejoró y dejó de toser. Se sentía fuerte y renovado, de momento.

—Me siento vivo, nuevamente.

Navis se culpó a sí mismo de no romper el frasco en el trineo como él pensaba, así que respondió al saber que ahora Regnus estaba mejor que antes.

—No mucho, no pasa de un día. Pero Tenebra está en la región de Wattaria, y Wattaria está a tres días de Maryland, a tren. Tardaremos el doble, o quizás el triple de días en trineo.

—Demonios, ¿tan lejos? ¿Pasaremos también la región de Candelwall?

—No, Candelwall está al Este, por debajo de la región de Luxia. Wattaria está más al Oeste.

—No soportaré estar mucho tiempo bajo la luz de Borka sin mi sombra. Tendrás que robar una por mí. Me acompañaras hasta Tenebra, y volveré a ver a Nix, y tú luego regresas con tu padre. Ese es el trato.

—No. Eso no. No robaré sombras por usted —se cruzó de brazos—. Es más, no sé cómo ocupar el furumbra. ¿Olvida que yo no sé cómo usar esa virtud?

—Sólo debes de extender enfrente de ti tus brazos, bajar los anulares y decir la palabra: Furumbra. Claro, no puedes robar las furumbras que yo tengo porque no tengo mi sombra. Furumbra puede robar sombras de las personas, y al höggrid. Así que si lo intentas ahora, no te servirá de mucho.

—¿Anulares?

—¡Estos dedos! —bajó los dedos que estaban a un lado de los dedos meñiques—. ¿Reprobaste anatomía?

—No llevamos eso. Llevamos fisiología del cuerpo Zenithense.

—¿Acaso los de Zenith no tienen anulares? —preguntó con sarcasmo.

—Si tienen, pero…

—No prestaste demasiada atención ese día, mocoso.

Navis se quedó callado. Tenía muchas dudas sobre las nueve virtudes oscuras, y ahora tenía delante de él a un auténtico wrovil. En su mente resonaba la palabra furumbra. Por lo que dijo Regnus, no era muy difícil de hacerlo. Un chillador pasó a un lado volando.

—¿Qué ocurre?

—Viene gente por detrás, amo.

—¡Maldición! Les ordené a esos tontos que no nos siguieran —miró al chico—. No puedo matarte. Eres una pieza de mi juego.

—Amo, son otras personas —dijo el chillador.

—¿Otras personas?

—Liptor di Corps. Es una sorpresa que hayan llegado tan pronto.

Regnus aulló de coraje. Golpeó con más aspereza el látigo contra el deerkinx, tanto que hizo sangrar al pobre animal. Navis se levantó de golpe.

—¡No dañe a Pastel! ¡Es usted un salvaje! —lo atacó por detrás.

—¡Fuera de mi vista! —lo empujó a un lado.

Navis rebotó fuera del trineo, pero milagrosamente Regnus lo sostuvo de la mano para que no se cayera al barranco que estaban atravesando. Lo único que perdió Navis fue nuevamente su zapato. El trineo casi se va al barranco, pero Regnus pudo actuar a tiempo y volvió a acomodarlo en el camino.

—¡Eres un renacuajo! ¿Quieres matarnos? ¡Te ordeno que te sientes en este instante!

—¡Perdí mi zapato nuevo!

—¡Eso qué! Te conseguiré otro en el camino —luego miró al chico burlonamente—. ¿Tu papi te compró ese zapato?

—No se burle, viejo tonto. Ese zapato era muy bonito y especial para mí. He perdido varios, pero ese era el mejor de todos.




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