Navis y el ladrón de las almas inocentes (saga Navis 2)

No todo está perdido.

Días después, las clases se restablecieron y varios reporteros fueron al colegio de los chicos para tomar fotos de los pequeños héroes al enterarse de pequeñas fuentes que uno grupo de voluntarios fueron a buscar a su  hermano al Bosque de Nefroria. Estaban por todos lados. En la entrada de Whitlacier, en los pasillos, en el patio del colegio, en el campo de vadoleto, en todas partes, tratando de obtener respuestas. Los profesores les prohibían la entrada al colegio para que no anduvieran revoloteando a los estudiantes que se esmeraban en estudiar y aprender.

—Por favor, déjenos pasar —dijo un reportero.

—No podemos hacer eso, retírese —contestó la profesora Breena.

—¿Cómo se llaman los niños? —preguntó un segundo reportero.

La profesora Breena estaba empezando a perder los estribos. No se iban a ir sin una respuesta. El profesor Ismi salió a ayudarla.

—Lo lamento, pero no pueden estar aquí.

—Sólo unas cuantas preguntas —suplicó una reportera.

—Me temo que no, señorita.

La profesora Breena miró al profesor Ismi con cara de «¿Eso es todo lo que puedes decir?». La lluvia de preguntas comenzó.

—¿Es cierto que el capitán oficial de “Los dragones de hielo” estuvo presente en Mittas?

—¿Cuántos niños que estudian aquí se llevó Regnus?

La profesora Breena trataba de cerrar la puerta porque las últimas preguntas eran un poco díficiles para ellos. Parecía que los reporteros intentaran obtener más detalles conspirativos.  

—¿Es cierto que uno de ellos era un novo wrovil?

—¿Tiene alguna relación el chico con Regnus, o por qué estaba allí?

—¿Cómo sabían dónde localizar a famoso criminal Regnus? —dijo un tercer reportero.

—¡Suficiente! —Howell salió a enfrentarlos—. Deberían hacer otros reportajes más educativos en vez de estar tratando de molestar a los niños.

—¿Usted no es el profesor que los ayudó?

—Ay no —Howell regresó adentro antes de que le cerraran el paso el ejército de reporteros y sus cámaras fotográficas al ser descubierto—. ¡Dejo todo en sus manos, profesora Breena!

—¡Howell! —dijo la profesora Breena.

El profesor Howell creó un campo de fuerza en la puerta del colegio y varios reporteros retrocedieron al instante. Por otro lado, Navis estaba mirando por la ventana del pasillo el alboroto. Caminó al aula y entró para reunirse con sus amigos.

Puawai estaba en su asiento leyendo un libro, y a un lado se encontraban conversando en pie Morgan y Scott. Navis fue con ellos y abrazó a Morgan.

—Gracias por buscarme, chicos.

—No íbamos a dejarte solo, Morgan. Debes agradecerle a Puawai, porque ella fue la que nos reunió para ir por ti.

—Son los mejores amigos que he tenido —luego miró su mano—. ¿Qué traes allí?

Navis les mostró el periódico de ese día que había traído desde su casa y se los mostró. En la primera plana salía el encabezado “Estudiantes de Whitlacier, ¿incluídos en el rescate de los chicos desaparecidos?” Y en ella, el daguerrotipo de Regnus de hace once años a comparación de cómo se veía actualmente. 

—Los Liptor di Corps están un poco escandalizados por el tema, piensan que les robamos todo el crédito.

—¿Eso creen? Pero Howell les dijo que…

—Howell sólo les contó que había visto a “Macarthy” en la Cumbre Crisantemo, Puawai. Ahora no sé cómo se enteraron de que fuimos nosotros lo que investigamos dónde estaba.

—¿Y cómo sabían? —preguntó Morgan.

—Eso es una larga historia —dijo Scott.

Francis entró por la puerta. Venía a prisas porque los reporteros no lo dejaba pasar y se le había hecho tarde para ir a clases.

—A tiempo —Scott miró su reloj.

—Ya sé, afuera es un caos. Ya ni cuando se trata de un torneo están así de insistentes. Por suerte el profesor Howell y el profesor Ismi estaban cerca y me ayudaron a entrar. Por cierto Morgan, bienvenido.

Morgan le estrechó la mano. Había tenido muchas cartas de bienvenida por sus demás compañeros de curso.

—¿Por qué sigues moviéndote? ¿Acaso el wrovil no soportó beber tu sangre?

Morgan parpadeó antes las palabras de Aegan. Puawai se levantó de su asiento, cerró lentamente el libro y lo ocupó como un tuvo para golpearle la cabeza a Aegan. No era cualquier libro. Era un libro de pasta dura y varias hojas gruesas. Aegana dio unos pasos atrás para esquivar otro librazo.

—¡Vuelve a decirle algo a mi primo y te golpeo de nuevo!

Sianne entró al aula. Navis le sonrió y fue corriendo hacia ella. Se abrazaron.

—¡Navis! Me enteré que ustedes fueron tras el criminal. Fue muy valiente de su parte el ir a rescatarnos a todos.

—No hay de qué —se separó de ella.

—¡Bésala! —se oyó gritar a Scott.

Navis se sonrojó. Escondió la mirada y para disimular la pena se echó a reír.




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