Arthur deambulaba por todos lados al enterarse que Narendra Khan, el Supremo Líder lo había salvado. Pero no todo terminó allí. Una nave fue hasta la mansión Niccals al día siguiente para llevarse el libro “Mitos Wrovils”. Navis fue a su habitación y lo sacó de su escondite, y con todo el dolor de su alma lo entregó al Capitán Montero.
—Capitán Montero, ¿qué fue de las furumbras que capturó Regnus?
—Están en el banco de sombras, joven. Hay una lista con el nombre de cada persona que perdió su sombra durante la guerra, así que las irán llamando para ver si son compactibles.
—Entiendo, gracias.
—Es todo. Cuídate mucho, niño.
—Por supuesto, señor.
Nunca más volvió a verlo.
Semanas después, la mayor parte del tiempo estaba patinando en el Lago Congelado con sus amigos, para practicar más. Morgan y Puawai estaban sentados sobre una roca mientras que Navis patinaba sobre el hielo. Francis y Scott todavía no habían llegado. Dio una pequeña vuelta y se detuvo enfrente de ellos.
—Puawai, ¿por qué no patinas? —le extendió la mano y le sonrió.
Puawai no esperaba eso.
—¿Quieres que patine contigo?
—Sí, ¿no quieres?
—De acuerdo —se acomodó los patines y fue a la pista.
Navis y Puawai dieron un recorrido al lago congelado. Morgan los miraba. Puawai y Navis sonreían el uno al otro. Suspiró.
Una rama sonó detrás de él y arrojó una estalagmita de hielo sin pensarlo. Francis y Scott esquivaron el ataque y arrojaron las bebidas que habían comprado en Whispering Dinks al suelo.
—¡No! ¡Las bebidas! —dijo Scott. Empezó a levantar los vasos caídos.
Francis fue el primero en notar que algo no andaba bien con él.
—¿Estás bien?
Morgan parpadeó. Estaba recordando todo lo que sucedió la noche en que lo secuestraron las furumbras. Él caminaba solo, y una furumbra salió de la nada en la oscuridad. Morgan se asustó mucho. Él sabía que se trataba de una furumbra porque lo había visto en el dibujo que su prima hizo del libro prohibido. Pidió ayuda, pero nadie estaba cerca para socorrerlo.
—Perdón, creí que… no es nada.
—Morgan, ya todo terminó, ¿cierto, Scott?
Scott estaba bebiendo una bebida.
—¡Scott!
—Qué, sobrevivió a la caída —le dio un sorbo al vaso.
Francis lo quedó mirando mal.
—Como sea, ya no tienes que preocuparte de nada. Entre los cuatro vimos cómo fue capturado, y Navis sabe que ahora está en Kercher Bekagnalem cumpliendo su condena. Esa prisión está en el espacio, así que no podrá escapar.
—Sí. Tienes razón.
Navis y Puawai llegaron con ellos al ver que algo pasaba.
—¿Qué ocurre? —preguntó Aroha.
—Morgan todavía no asimila lo que pasó.
—Estoy bien. Mis papás me contaron que la Unión financiará los pagos del tratamiento psicológico. De veras.
—Eso espero, Morgan —dijo su prima.
Francis quedó mirando a Navis.
—Debo irme.
—Pero apenas acabamos de llegar.
—No te estoy obligando a que vengas conmigo, Scott. Me voy a casa.
Se alejó.
—¿Qué bicho le picó? —dijo Scott mientras lo veían alejarse cada vez más del lago congelado—. Hace rato venía platicando a gusto conmigo y de la nada cambió su carácter.
—Veré en qué puedo ayudarlo.
Navis corrió tras él.
—¡Francis! ¡Espera! —lo alcanzó—. ¿Qué pasó? ¿En serio tienes que irte ya?
—No es nada —siguió caminando.
Navis caminó con él al ver que no se detenía.
—Pero Scott tiene razón, cambiaste de repente. ¿Pasó algo?
Francis apretó la mandíbula. Se detuvo.
—Navis —le preguntó—, ¿qué significa Puawai para ti?
—Es mi amiga. Nuestra amiga —luego abrió los ojos, comprendiendo el motivo por el que Francis estaba así de iracundo—. Espera, ¿te gusta Aroha?
—Ajá —casi no lo oyó.
—¿Piensas que me gusta ella?
—Bueno, es que son muy cercanos. Como Sianne no te hace caso, creí que querías tener algo con Puawai. Y como te vi con ella pensé eso.
—No es cierto, Puawai siempre está con Morgan, pero son primos. Conmigo sólo me ayuda cuando no le entiendo a algo, y se la pasa regañándome. Pero es una buena amiga.
—Yo siempre la invito al baile porque de verdad me agrada. ¿Crees que ella quiera salir conmigo algún día?
—Claro que sí, eres un chico fantástico. Ya verás cómo ella se dará cuenta de que eres un buen chico.
—Gracias —sonrió—. No le vayas a decir, por favor. Me da pena decirle.