Navis y el obelisco de oro (saga Navis 3)

Aliado

Lo primero que hizo al levantarse fue resguardar el arco de Rufio en la habitación de Mistral. Era un lugar tranquilo, y por lo tanto demasiado pacífico como para que Murdock entrara allí, así que lo dejó debajo de la colcha, acomodó las sábanas y salió de la habitación. Regresó a la suya, colocó una venda en su mano, y se arregló para ir al colegio. Merry los llamó a todos al comedor.

Justo bajando las escaleras, se encontró a Crowe Branwen.

—Buenos días, Navis.

—Buenos días, señor Branwen —contestó.

A simple vista se notaba que quería hablar con él.

—Navis, escucha. Lo que sucedió ayer…

—No —lo interrumpió. Dejó de bajar las escaleras. Branwen estaba a dos escalones arriba.

—¿No?

—No lo defienda. No trate de disculparse todo el tiempo sobre lo que él hace. De ahora en adelante sólo entrenaré con usted. No importa si me toma bastante tiempo en aprender sobre mi donum. Si no está de acuerdo, puede irse también.

Siguió bajando. Crowe Branwen sólo lo vio alejarse desde su sitio, sin siquiera moverse.

En el comedor, los demás hermanos estaban desayunando, y su padre estaba leyendo el periódico. Murdock también estaba allí. Se sentó en su silla y comenzó a comer. Crowe Branwen entró después.

—Buenos días, William.

—¿Qué tal, Crowe? —seguía leyendo en el periódico la sección de Tilius. En Tilius los preparativos del peregrinaje estaban a punto de finalizar para las vacaciones de invierno, la fecha en la que se visitaría el Obelisco de Oro. Alzó la mirada a su amigo —. ¿Todo bien?

—Sí, creo que sí.

Navis cogió un pan de la canasta. En un rápido vistazo, el coleccionista vio una venda en su mano. Cerró el periódico.

—¿Pero qué te ha sucedido?

A Crowe casi le da un infarto.

—Me caí, padre.

—Ve con Merry para que te revise la mano.

—Estoy bien, sólo es un ligero dolor —a duras penas podía cerrar la mano.

—Esta bien.

Merry llegó desde la cocina observando su reloj.

—¡Cinco minutos chicos! ¡En cinco minutos los quiero a todos en los autos!

Se apresuraron a comer. Navis se fue en el mismo coche que Kitty, Arthur, Caronte y Meredith. Tendría buen tacto si no quería toparse con Murdock en el pasillo.

Apenas bajaron del coche, Navis entró como un rayo al colegio y se perdió entre los corredores pasando de largo con los demás estudiantes.

—¡Con permiso! ¡Con permiso!

Hans Polanco iba pasando cerca con Nabilia Osha.

—¡Cuidado! ¡Me has pisado el pie!

—Lo siento, Osha.

—¡Tarado!

Le dio mas gracia la reacción de la chica, y siguió su camino.

En la clase de botánica, el profesor Lantanius Tinus les dejó una maceta con otra especie de planta exótica, una espita y un vaso de agua vacío. Era una planta de pigmentos amarillos con azules fosforescentes, y su aspecto parecía como el de un bomsai japonés, sólo que en vez de tener tierra en la maceta, había arena.

—Hoy le enseñaré cómo obtener agua de un nisawar. Lo harán de manera individual  —señaló las plantas que estaban sobre las mesas. Navis jugueteaba con una de las ramas del nisawar.

El profesor Lantanius Tinus mostró una espita a la clase. 

—Un nisawar es una planta exótica que proviene de Lithus. Crece a grandes profundidades, y puedes permanecer mucho tiempo fuera del agua y a la luz del sol. El nisawar es en buen sentido, un gran creador de agua, y uno solo de los que tienen enfrente puede crear hasta ciento litros de agua potable. Por eso los nisawar son tan reclamables en varios planetas de la unión. Whenua es uno de los primeros consumidores de nisawar, ya que hace muchos años, su gente destruyó por completo los polos, y sus grandes manantiales de agua desaparecieron gracias a la sobre explotación forestal y contaminación. Lo que tienen allí son nisawar de un año. Un nisawar crece hasta tres metros de altura, y por lo tanto su cantidad de agua se triplica —la espita seguía a la mano—. Pero no crean que conseguir agua de un nisawar es gran cosa. Se necesita mucha labor para extraer el agua de un nisawar. Primero deben de saber dónde colocar la espita. La corteza de unnnisawar es muy dura. Deben de palpar bien el nisawar para encontrar un punto blando —comenzó a palpar el nisawar hasta que después de unos trece minutos encontró un buen lugar—. ¿Lo ven? Ya encontré el punto. Cada nisawar es distinto, así que dependerá de ustedes buscarlo. Ahora colocaré la espita en el tallo, con cuidado, porque el nisawar disparará el agua a borbotones. Para esto cerrarán la espita para impedir que el agua se desperdicie. Y la espita la clavarán así —clavó la espita en el punto, con sumo cuidado para que los chicos lo vieran.

—¿Entonces nos empaparemos? —preguntó Puawai.

—Sí, pero también el agua a bastante presión podrá cortarlos. Así que mejor háganlo a un lado de la dirección donde la espita esté apuntando —giró un poco el nisawar y abrió la espita para hacer una pequeña demostración de las consecuencias de hacer mal las cosas. Un chorro de agua cortó un trozo de la mesa de madera. Varios chicos miraron a la plantita inofesiva. ¿Quién diría que también podría ser peligrosa?—. ¡Manos a la obra, chicos!




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