Navis y el obelisco de oro (saga Navis 3)

El obelisco de oro

Esa mañana, Zephyr fue a la casa de Granate para llevar a los chicos junto con sus hermanos mayores, mientras que ella llevaba a Arthur, donde los Fiametta, los Watterberg y Sebastian Herbert los esperaban en la caravana en el pueblo de Groomdelwish.

Zephyr tocó la puerta. Unos segundos después, Granate salió toda arreglada. Ella llevaba puesto un vestido de seda bañado en oro puro y diamantes en el cuello, además de que su cabello estaba adornado de una gran peineta de zafiros y amatistas.

—Buenos días, madame Bethlem.

—Hola Zephyr, ¿listo para ir al desfile?

—No iré, me quedaré con mis hermanos.

—¡Oh! En ese caso me adelantaré, Crowe saldrá con los chicos en cualquier instante…

—Pero…

—…él ya tiene las llaves, cariño. Me tengo que ir. ¡Me saludas a Simone!

—Sí, madame Bethlem —contestó él mientras veía como la mujer se iba a toda velocidad al pueblo.

Lo único que pensó fue sólo una cosa, ¿y Arthur? Crowe Branwen salió a la entrada de la casa. Zephyr sólo dio un suspiro de inquietud.

—Buen día, Zephyr.

—Hola, señor Branwen. ¿Los chicos están listos? ¿Arthur ya está preparado?

—En unos momentos bajará.

—Se suponía que la señora Bethlem llevaría a Arthur al desfile.

—¿En serio? ¿Entonces lo olvidó?

—Ya estoy aquí —dijo Arthur mientras bajaba las escaleras.

—¡Apúrate Arthur! ¡Madame Bethlem ya se ha ido al pueblo y ahora tengo que llevarte yo!

—No encontraba mi saco —dijo Arthur—. Vamos, no resisto las ganas de ver a Narendra Khan.

—Sí, sí, lo que tú digas, pero si no te apuras, puede que el desfile comience sin ti.

Se apresuraron.

—¡Ya bajen! —gritó Granate subiendo de nuevo al recordar que tenía que llevar a Arthur—. ¿Dónde está el chico?

—Lo olvidaste en la casa, mujer —dijo Crowe—. Tus gatos están en el patio, Dinas y Mester los meterán cuando terminen de jugar.

—Ya, está bien. Dámelo, Zephyr. Me encargaré de llevarlo al carruaje de Whenua.

—Se lo encargo mucho, madame Bethlem.

Granate tomó el brazo de Arthur y bajaron al pueblo, donde se escuchaba música lejana, y algunos tambores y trompetas.

Crowe abrió su sombrilla. Ese día era más soleado que nunca. Lo único que el hombre pedía era que una gran cantidad de nubes aparecieran en el cielo para que no se sofocara tanto con el calor, ya que, por su situación, tenía que depender de la pequeña sombra que su sombrilla proporcionaba. Kitty salió de la casa de campo, después Meredith, y poco a poco los demás chicos. En el camino, se acercaron dos coches. Faust y Alphonse habían llegado otra vez por ellos para llevarlos hasta el obelisco, porque ellos no podían participar en el desfile.

—¡Hola Faust! ¡Hola Alphonse! ¡Me alegro de verlos! —dijo Kitty abrazando a cada uno.

—Buen día, señorita Kitty —saludaron los dos.

Entonces, Faust abrió la puerta del coche y sacó una jaula, de donde Whimsy trataba de escapar. Whimsy estaba más famélico y taciturno que nunca. Faust dejó al ave en manos de Crowe Branwen.

—El amo Niccals está agradecido de que le haya prestado al ave, dice que ya no lo va a seguir ocupando, así que nos ha ordenado devolvérselo.

—No soy un ave, mi nombre es Whimsy —graznó el cuervo—. ¡Las jaulas fueron fabricadas para delincuentes, prisioneros y esclavos!

—Whimsy, literalmente quien te dio la habilidad de hablar y razonar fui yo.

—Sí, pero usted nunca me ha metido en una jaula, amo.

—No, no lo he hecho —dijo Crowe—. Ahora ven aquí.

Crowe abrió la jaula de Whimsy.

—¡Oh, amo! ¡Su fiel y servidor Whimsy a regresado! —dijo el ave poniendo sus garras sobre el hombro de Crowe.

—¿William te ha mandado un mensaje? —Crowe preguntó.

—Sí, uno muy privado, pero no hay de qué preocuparse, amo —Whimsy estaba muy alegre, comenzó a toser unas veces, pero al ver que Murdock estaba ahí, su carácter cambió drásticamente y empezó a aletear alocadamente—. ¡Oh, amo! ¿Qué hace él aquí? ¡Él sí que merece una jaula!

—Ya, cállate —sacó un paquete de galleta que tenía en su bolsillo, la abrió y le metió una en el pico para que se callara.

Navis salió a lo último. Al estar todos los chicos ahí, Crowe los mandó a subir a los coches para irse de una vez. Dejaron Groomdelwish. Para llegar al obelisco, se tenía que cruzar el valle de Delilah, y rodear el lago Jardine. Los novos podían adelantarse sin ningún problema a las festividades, pero para los puros, era obligatorio ir al desfile (a no ser que un puro hubiera renunciado a seguir con su linaje).

El obelisco estaba situado en un buen lugar, y al lado de él se encontraban otros trece pilares colocados en forma de media luna, construidos por la GAG para representar a los aliados. Cada pilar de tierra tenía grabado encima de él el tamgha del planeta que representaba, pero sólo uno de ellos se encontraba abandonado a su merced. Los demás pilares tenía flores alrededor, y una mesa con un libro en blanco.




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