Navis y el portal oscuro (saga Navis 5)

El hijo del leñador.

Para la tarde del Sábado, Navis se arregló en su habitación para tomar clases con la profesora Spinelli. Él seguía un poco conmocionado de que la profesora Spinelli haya estado espiándolo. ¿Espiándolo para qué? ¿Por Regnus? 

Polimnia y Piedrita dormitaban acurrucados cuerpo con cuerpo sobre la almohada de la cama de Navis. Navis se sentó en la silla y sacó una libreta para hacer garabatos y despejar su atolondrada mente:

—Quizá ella solo quiere saber cuándo vendrá. ¿Por qué nos estaría vigilando? ¿Creerá que Regnus nos traicionará de nuevo? —dijo mientras empezaba a trazar una curva sobre el papel. La tinta se unía con la blanca hoja en una sincronía alentadora y excitantemente atrayente, y cada trazo era una sinfonía nueva emitida por el sonido de la pluma. Eso pudo tranquilizarlo un poco—. La señorita Spinelli es una persona muy misteriosa y reservada, debo tener cuidado con ella. Además, es muy sigilosa con sus pasos, y mide muy bien sus distancias. De no ser por mi sombra, no me hubiera dado cuenta de que estaba escondida. ¿Habrá notado que me di cuenta de su presencia?

Se quedó en silencio para poder escuchar a su alrededor. No es que intentara imitar a Warren, obviamente no, Navis no tenía buen oído, simplemente uno de los ronquidos dejó de oírse. Navis giró en dirección a la cama y vio a Polimnia despierta. Ella estaba parada sobre sus dos patas y estaba observando a su amo.

—Perdone, amo. No quería interrumpir. Pero me despertó su voz.

—Descuida, no pasará nada si no le dices a nadie. ¿Escuchaste todo lo que dije? —preguntó Navis, y recibió un no por parte de Polimnia—. ¿Le dirás a alguien?

—No, amo. Sólo lo obedezco a usted.

—Que bien que pienses así. No quiero que nadie te oiga hablar. Dime, ¿te sientes mejor, Polimnia?

—Creo que ya estoy mejor que ayer.

Navis esbozó una sonrisa torcida, y le indicó que se acercara a él para comprobarlo. Polimnia extendió las alas y emprendió el vuelo. Primero aleteó fuertemente para poder elevarse, pero por la falta de práctica, sentía que se iba al suelo, así que aleteó más fuerte y con un poco de dificultad voló hasta llegar a las piernas de su amo. Navis la sujetó para que no se cayera al suelo al momento de aterrizar, y la subió a la mesa.

—Eres una campeona.

—Gracias, amo.

—Merry dice que las aves Zenith cantan muy bien, pero yo nunca he oído a un ave Zenith cantar. ¿Podrías hacerlo para mí?

—Como ordene, amo.

Polimnia abrió el pico y dejó salir una armoniosa melodía. Navis por fin pudo escuchar un hermoso canto, pero también le sorprendió la calidad que provenía de un ave Zenith: El canto rebotaba en los oídos cual se tratase de algunos audífonos imaginarios. Tanta belleza lo asustó un poco al principio, y al final de la canción terminó por adaptarse, temblando un poco de asombro. ¡Ah! ¡Si tan solo Sianne Dougherty estuviera ahí para oírla! Polimnia daba brinquitos sobre la mesa, en espera de unas palabras.

—Vaya… eso fue genial —apenas Navis pudo decirlo—. No esperaba eso. Fue…

—¿No lo hice bien? —se entristeció el ave al ver a su amo trabarse para hablar.

—¡No! ¡No! ¡Estuviste de maravilla! En serio, Polimnia. Es sólo que fue una sensación nueva para mí. Como si esa melodía fuese reservada exclusivamente para mí. No vayas a cantarle a nadie más.

—¿Sólo a usted? —preguntó con su pequeña vocecita.

—Claro, a no ser que yo te ordene a hacer lo contrario —dijo Navis mientras sacaba el frasco donde almacenaba la avena para ella y sacó una cuchara para alimentarla.

—Esta bien, amo.

Navis dejó la pluma sobre la mesa. Estaba pensando en algo importante.

—Polimnia…

—¿Sí, amo? —dijo Polimnia mientras recibía una cucharada de avena.

—¿Podrías cantar estas tres notas? —Navis abrió la boca para dejar escapar las tres notas cortadas. Polimnia repitió las notas musicales y las volvió a repetir un par de veces para grabársela—. Bien, porque esa será nuestra señal. Cuando estés afuera y veas algo sospechoso, no dudes en cantarla y yo saldré echando leches de casa para verte en el bosque.

—¿Es sobre la misión que piensa encomendarme, amo?

—Claro que sí.

—¿Dónde será? ¿Es lejos? —Polimnia lo decía porque no estaba segura de poder volar mucho. No todavía.

—Oh, no. Es cerca, pero no te enviaré aún. Mira el estado en el que te encuentras, querida Polimnia. Irá después. Sólo no dejes que los demás te vean, en especial una mujer hermosa que siempre usa capa llamada Spinelli.

—¿Quién es ella?

—La verás por la ventana cuando entre a la mansión. Por ahora, me iré. Tengo clases con ella. Cuídate, Polimnia. Te necesito mucho.

—Sí, amo.

Navis salió de la habitación, despidiéndose del gato y del pajarito.

Como le ordenaron, Polimnia se asomó a la ventana, con mucho cuidado de no sobresalir tanto en ella para poder ver la calle cubierta del manto de nieve. Una persona cubierta con una capa gruesa caminaba en dirección a la mansión, pero no era una mujer. Mientras más se acercaba la silueta, pudo ver que se trataba de un chico casi del mismo vuelo que su amo. Murdock Branwen.




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