Navis y el portal oscuro (saga Navis 5)

Sombra

Antes de irse a la escuela, Navis tenía que comer unos deliciosos pastelitos wrovils para mantenerse saludable.

La primera vez, Merry había estado preparando pastelitos con una receta especial que Regnus le escribió en un gran trozo de papel pergamino que encontró por ahí (y por decir por ahí, fue exactamente en el despacho del señor Niccals, en donde Arthur había olvidado algunos mientras terminaba de escribir sus cartas), esperaba a que los chicos estuvieran listos para subir a los coches, y le guardaba algunos pastelitos wrovils en una bolsa de papel.

—Tenga usted, joven amo.

—Gracias Merry.

Pero pasado algunos días, antes de las audiciones para escoger nuevos integrantes en los ‘dragones de hielo’, los pastelitos estaban perdiendo su efecto, y a menudo, Navis sentía más hambre y tenía que acostumbrarse a pincharse los dedos y parte de las muñeca con un alfiler para obtener un  poco de su propia sangre. Ahora debía de conformarse con eso, y seguía sin soltar las orejeras en el colegio. Regnus empezó a impacientarse. Se suponía que los pastelitos deberían funcionar, pero al ver que no daba resultados, tuvo que suministrar un poco de su sangre en la mezcla de harina, y después, sangre fresca como aderezo sobre los pastelitos recién horneados.

El resto de sus hermanos habían estado apoyándolo con su dieta, repartiéndole pastelitos de contrabando en el colegio a cualquier hora del día, siempre y cuando vieran a su hermano por los pasillos libres. Una hora era Warren. Después de cierto tiempo era Meredith. Baby Boom también lo hacía, pero con la condición de que ella misma administraría el pastelito a la boca de él. Cosa que terminó enfureciendo a Navis, ya que no se consideraba una mascota a la que tenían que alimentar a cada rato. De todos modos sus hermanos lo hicieron, y Navis aceptó en silencio, sintiéndose amado secretamente, porque la anémica situación de él era para que cualquiera que no lo conociese bien se volviera loco. ¿Quién haría sacrificios así por él sin pedirle nada a cambio?  Arthur, que desde un principio se negó a la estadía de Regnus en la mansión Niccals y de tomar sus pertenencias sin permiso (sí, seguía enojado por su secuestro y por los pergaminos. Pero más por los pergaminos) terminó por ayudar a su hermano y también en algunas ocasiones aderezaba con unas cuantas gotas de sangre los pastelitos debido a que su sangre también era de buena calidad.

Un día, en uno de los pasillos más ocultos del colegio, Arthur estaba administrando la cantidad adecuada a un pastelito enfrente de Navis.

—Creo que, ya no deberías de seguir con esto, Arthur —lo detuvo Navis.

—¿Por qué no?

—Tengo miedo de que alguien te vea las cicatrices de las manos durante tu servicio militar.

—No pasa nada, Navis. La ocultaré bien con la vestimenta. El próximo fin de semana iré de nuevo.

—No sé, se escucha más o menos seguro.

—De todos modos, no es fácil. Algo se me ocurrirá si es que llegan a saberlo.

—Bien —Navis empezó a morder el primer bocado—. Gracias. Pero por favor, sé más cuidadoso.

—Lo soy. Lo único que me preocupa es que me den una buena paliza.

—No te juntarán con novos sabiendo que eres de Whenua —aludió Navis.

—Tal vez no, pero supongo que igual habrán otros chicos de mi misma raza.

—¿Y eso qué? Tú tienes buena pinta física.

—No lo sé, ¿has visto a los estudiantes de Sarobia? Algunos de ellos serán más fornidos. 

—Buen punto. A lo que voy, es que no te desanimes tan pronto, Arthur.

Sonó el timbre escolar.

—Es hora de irnos. El pasillo se llenará de estudiantes dentro de pocos segundos. Te veré después, Navis.

Navis siguió de pie, mientras que el tumulto de estudiantes caminaban por los pasillos. Dio un respiro y miró a su alrededor.

¿Cómo es que los demás chicos tenían una vida tan normal? ¿Tendrían también problemas por ser de otras razas? ¿Los Phornix tenían miedo de incendiar todo en caso de perder el control de su donum? ¿Acaso los Lithus debían hidratarse constantemente debido al frío de Zenith? ¿Un Tilius controlaría su lado salvaje a menudo? ¿Por qué él era el único con problemas? Todos tenían a alguien cercano de su misma raza a quién recurrir, pero con él era distinto. No habían wrovils, y si lo habían, tenían que mandar a traerlos a Tenebra. Y sólo contaba con tres aliados: El señor Branwen, el fastidioso Murdock, y por supuesto, Regnus.

Un empujón lo despegó de sus pensamientos.

—¡Vamos Niccals! ¡Muévete!

—Perdón, ¿acaso dijiste algo?

—¡Narices! ¿En serio no me escuchaste? Te he dicho que me acompañes a entrenar. ¿Qué traes en la mano?

—Nada —Navis escondió el pastelito.

—Ya veo, es un pastelito. Un momento… ¿Es un pastelito de ‘eso’?

—¿A qué te refieres con ‘eso’?

—¡Diablos! ¿No estarás metiéndote sustancias en el cuerpo? ¡Mira que apenas eres el capitán! ¿En serio crees que por ser el mejor te da derecho ahora a consumir eso, estúpido? ¿Te crees muy fregón?




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