Nayla, Amor, Magia y Aventura

Capítulo Dos: Comienza el Entrenamiento

—Muy bien, ¿Qué tanto sabes de la magia y de los magos? —pregunta Kyros. 

Los ojos de Nayla rotan de un lado al otro por un segundo. 

—¿Nada es una respuesta? —responde ella arqueando una ceja. 
—Okey, entonces tengo mucho para explicarte —responde con cierto entusiasmo.— La energía mágica, o mana es la fuerza que usamos los magos, este poder está conectado con la naturaleza, y con todo lo que nos rodea, te daré un ejemplo. 

Detiene su explicación para poner sus manos en forma de circulo. 
 

—Elemento fuego. 
Es lo que dice, y en el centro de sus manos se enciende una pequeña llama, lo que llena de asombro a Nayla, como si fuese una niña. 
—Hay distintos tipos de magia, está la más común —dice apagando la llama que se había formado en sus manos.— Como el mana está conectado con todo podemos invocar los elementos naturales a nuestro favor. Los magos somos fuertes a distancia, en un combate cuerpo a cuerpo estaríamos perdidos, ah no ser que uses magia física, en ese caso, el mana fortalece tus músculos y tus golpes, pero para eso es necesario que seas fuerte, ya que sino tus músculos no soportarán a la energía mágica sobre ellos, ¿estás entendiendo? 
—Creo que si. 
—Muy bien. Dime, ¿desde que Kira despertó, notaste cambios en tu cuerpo? 
—Algunos, tenía que tener cuidado con mis emociones, especialmente cuando me enojaba. 
—¿Y algún incremento en tus sentidos? 
—Soy más fuerte, por alguna razón, y tampoco me lastimo. 
—Bien, a eso quería llegar. Eres más fuerte que las personas normales desde muy pequeña, y no es que no te lastimas, sino que sanas rápido, eso es gracias al mana de Kira en tu interior. 
—Lo sospechaba. 
—En fin, tu fuerte es la magia física, a través de ella despertarás el mana que hay en ti, pero primero deberás entrenar. 
—Bien. Estoy lista. 
—Lo que conseguí fueron esas cadenas y esa rueda de tractor.  

Kyros señala a su derecha, donde ella puede ver una cadena vieja, sujetando una llanta desgastada, pero aun pesada. 
 

—No fue muy difícil encontrar estos elementos por aquí. 
—¿Y qué tengo que hacer con eso? 
—Te sujetaré esas cadenas a tu torso y correrás con ellas, arrastrando la rueda de tractor. 
—Estás demente. 
—Quizá. Quiero que le des diez vueltas a toda la estación, cuando termines, tomarás la otra rueda que está allá —señala otra de esas ruedas al lado de un vagón abandonado y oxidado— y también darás diez vueltas con ella, tirándola al suelo, levantándola y volviéndola a tirar. Te dejé agua y una lonchera con comida en uno de los vagones. Suerte, volveré a las cinco de la tarde. 

Dichas estas palabras, le da la espalda, y se dispone a marcharse, pero sería detenido por su aguda voz. 
 

—Espera tengo que trabajar a las doce. 
—Cierto, tienes trabajo, tendrás que dejarlo. 
—No puedo hacer eso. 
—Claro que si. ¿Qué es más importante, hacer hamburguesas o salvar al mundo? 
—Pero… Dag, está bien, ¿pero a donde vas? Das las ordenes y te marchas. 
—Tengo cosas que hacer, revisar mis libros para buscar un hechizo, empacar porque viajamos mañana… 
—¿Viajar a donde? —le pregunta, interrumpiendo su enumeración. 
—Mañana mismo tenemos que empezar el viaje. ¿Acaso no te lo dije? 
—No me dijiste que nos iríamos tan pronto. 
—Bueno, ya lo sabes Nayla. 

El enojo se deja ver con claridad en la cara de la joven, su ceño se frunce y su voz es tomada por un tono más grave. 

—Desde ahora en adelante tendrás que avisarme sobre este tipo de cosas. No soy una muñeca que mueves de aquí para allá. 

Kyros calla y mira al suelo un instante, para acercarse tímidamente a ella. 

—Lo siento, se me olvidó, me disculpo contigo. ¿Antes de que nos vayamos hay alguien de quien te quieras despedir, o algo que quieras hacer? 
—La verdad no. Solo déjame empacar. 
—No podremos llevar más que ropa. 
—No pensaba llevar más que eso. 
—Excelente. Ahora, si no tienes alguna otra pregunta, te ayudaré con esas cadenas. —ambos aseguran las cadenas a su torso, las que serían pesadas para cualquiera, para ella era casi como nada— ¿Hiciste ejercicio alguna vez? 
—No, nunca. 
—Yo tampoco, apenas había educación física en la escuela, pero siempre dicen que correr hace bien para el cuerpo, por eso se me ocurrió esta actividad, comienza corriendo despacio, y luego aumenta el ritmo.  

Nayla lo observa hablar, quiere responder, pero no sabe que decir, y teme que el silencio se vuelva incomodo, son contadas las ocasiones en las que había tenido una charla amigable con alguien, por eso las palabras no llegan a su mente, y menos a su boca. 

—¿Tienes celular? —pregunta él. 
—Si. 
—Dámelo, así te anoto mi numero. 
—Pensé que me ibas a enseñar una manera mágica de comunicarnos —responde dándole su teléfono. 
—Enseñarte algo así tomaría tiempo. Es más fácil que me mandes un WhatsApp. —dice, agendando su numero y devolviendo el aparato.— Cualquier cosa que necesites, llámame y estaré aquí en un instante, nos vemos. 

Tras una palmada amistosa en su hombro se marcha a paso tranquilo, dejando esas vías vacías y esa multitud de vagones abandonados. Nayla lo ve irse, y con ciertas dudas, comienza su labor, sabe que le espera un largo día por delante. 
 




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