Nayla, Amor, Magia y Aventura

Capítulo Siete: Cinco Días

Una dulce melodía de piano la despierta, reconoce la canción en el momento, era la misma que escuchó al comienzo de la obra, lo que no logra reconocer es el lugar en el que se encuentra. Está sobre una cómoda cama, con suaves sabanas, de las que se despoja de inmediato, las paredes están pintadas de rojo y la habitación es pequeña, apenas cabe una persona. 

Sus pasos toman la puerta a su derecha, y con mucha cautela, camina hacia donde proviene la música, para así revelar el misterio que la rodea. Se topa con una enorme sala de estar, con una excepcional araña que proporcionaba una maravillosa iluminación, y debajo de ella, encuentra la espalda de un hombre, que en el piano toca esa hermosa melodía.  

Él se percata de su presencia, y cesa la música, para abandonar el piano, poniéndose de pie a varios metros de ella. Tiene una mascara blanca, que cubre la mitad de su cara, y un esmoquin violeta, junto con una galera, que le quedan pintados. A Nayla le extraña su atuendo, pero está segura que es su quien la trajo hasta ahí, por alguna razón. 

—¿Quién eres, qué es este lugar y qué hago aquí? —pregunta ella, invadiendo la sala con su voz. 
—Espero que haya podido descansar gratamente. Eh tenido varios nombres a lo largo de mi vida, pero aquí me conocen como El Espectro del Teatro. —Dice sacándose la galera, haciendo una reverencia de respeto. 
—Te felicito. ¿Qué hago aquí? —responde Nayla de manera seca. 
—Me temo que yo tampoco sé lo que está haciendo aquí. 
—No finjas, no pude haber aparecido por arte de magia. 
—De hecho si. 
—No salgas con eso. No me trago que seas un fantasma, así que será mejor que me digas quien eres y como salgo de aquí. 
—Ya le dije quien soy, y no hay manera de salir de aquí hasta que hayan pasado cinco días. Si se calma, con gusto se lo explicaré todo.   

Ella se cruza de brazos y rueda los ojos para luego decir: 
—Está bien. 
—Verás, estamos justo debajo del teatro, al que imagino abras visitado, me conocen ahí como el espectro que hace de las suyas, esto les ayuda a vender entradas, pero la realidad es que no me soportan. Me establecí aquí hace más de cien años, y hace cincuenta encontraron mi guarida, pero se dieron cuenta que era impenetrable. Entonces, con mucha saña, se les ocurrió enjaularme aquí, como si yo fuera un animal, usaron magia para establecer un sello en la puerta, un hechizo muy fuerte y eficaz, pero mi astucia también lo sería. Aunque el sello debía ser irrevocable, pude hacer que se desvanezca con otro sello, pero solo una vez cada cinco días. 
—Entonces eres un mago. 
—Así es, igual que tú. 
—¿Cómo lo sabes? 
—Para un mago es fácil reconocer a otro. 

Luego de esa conversación ambos quedan en silencio, el cual se vuelve incomodo en poco tiempo 

—¿Entonces qué haremos? —pregunta ella, rompiendo la barrera del silencio.— No puedo quedarme aquí. 
—Me temo que no queda otra opción. Si quiere puede mostrarle donde está la puerta sellada, para que la vea con sus propios ojos, y la sombra de sus sospechas se aparten de mi. 
—¿Si la puerta está sellada cómo aparecí aquí? 
—El sello se desvaneció ayer, y te encontré en las afueras del castillo. Solo dura veinticuatro horas disuelto, al pasar las doce, volvió a cerrarse, y no pude devolverte al exterior. Cuanto lo siento. 
—¿De modo que no sabes cómo aparecí aquí? En tu reino secreto. 
—Tengo una teoría. Pude oír que hubo un apagón, quizá te desorientaste y caíste aquí. 
—¿Caí aquí por error, en tu guarida impenetrable? Eso suena ridículo. Dime donde está esa puerta, yo misma iré a ver ese sello. 
—Claro. A casi cien metros tras de usted, está la salida a mi castillo, al salir encontrará un jardín con un lago, a la izquierda está la puerta sellada que busca. 
—Perfecto. —responde para voltear y salir enérgica hacia la puerta.  
—Pero no se acerque mucho al lago, hay una sirena ahí. —le dice, pero ella lo ignora, y simplemente sigue su paso firme. 

Una sirena, qué estupidez. Piensa ella, mientras sigue las instrucciones del extraño, al que ve como su secuestrador. Está segura que algo trama, pero no sabe qué y para revelarlo, primero tiene que ver ese sello. Al llegar a la puerta lo confirma, estaba cerrada por una especie de hechizo mágico, deduce, ya que aun no tiene mucha experiencia en la materia. Solo ve dibujada una cara extraña, con colmillos y cuernos, y en toda la puerta un manto rojo, como un aura, impidiendo cualquier tipo de contacto. 

Lo del sello es real, pero esto no prueba nada, tranquilamente lo pudo haber puesto él para atraparla, de cualquier forma parece que no está dispuesto a dejarla salir por las buenas, por lo que no le queda otra opción que buscar una salida, o eso cree hasta que a sus oídos llega una hermosa voz, que parece hipnotizarla. 

Sin darse cuenta, se pierde en la dulce melodía armónica. Nota que proviene del lago, por lo que sus pasos ladean hacia él, para descubrir al ángel de tan celestial canto. Cuanto más se acerca, mejor se oye. Por lo que no se detiene. Sus manos y rodillas tocan la orilla, y su cara se asoma al agua, sintiendo a ese ser cantante desde lo profundo, aunque no puede ver más que una figura borrosa.
 

De repente Kira ruje en su interior, y  rompe el encanto que se había formado. Pero eso no la salvaría. Un ser grotesco sale a brutales bramidos del agua, con figura femenina, pero cuerpo y piel de anfibio. Ataca a Nayla con sus garras, intentando poseerla para llevársela a lo profundo. Mientras que de su boca, repleta de dientes picudos y afilados, salen los gritos más horribles que un humano puede escuchar, se asemeja a un canto del infierno. 

Nayla pelea, y aun con su fuerza le es difícil apartarse de las garras de la bestia, quien ganaba terreno, empujándola al agua, donde ya no tendría salida. 

—¡BESTIA! —brama una voz— ¡DETENTE AHORA MISMO! 

Calla sus infernales gritos y no tarda en sumergirse con velocidad. Nayla voltea, y nota que esa voz desconocida era la del fantasma, ella lo creía su captor, pero él le salvó la vida. La rodea con sus brazos, y la ayuda a levantarse. 

—Estás herida, déjame llevarte al castillo, te ayudaré, prometo no lastimarte. 

Ella mira sus ojos, son marrones, pero se ven claros, su voz parece grave y es capaz de sonar atronadora. Y aunque una mascara cubre la mitad de su cara, sus expresiones muestran la sinceridad de una persona transparente. Aun es un hombre muy misterioso, pero ella siente que no debe temerle. 

—Estoy bien. 
 




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