Nayla, Amor, Magia y Aventura

Capítulo Once: No me iré

Su aliento se corta, y sus lagrimas intentan escapar de sus ojos. Las palabras le hacen eco y resuenan como campanadas en su interior. 

—Mis ojos se toparon contigo, pero mi vista contempló tu alma . —Dice Víctor— la soledad y la tristeza te corroen, al igual que a mi, pero aun así no consigo ver rencor ni maldad. Jamás podría lastimarte, porque me vi reflejado en ti y en tu dolor. Preferiría que el acero de mi daga atraviese mi corazón antes de asomarlo a tu piel. Entiendo si ahora me odias y … 

Sus palabras se vieron interrumpidas bruscamente, ya que Nayla salta hacia él, y lo rodea con sus brazos. No recuerda la última vez que fue abrazado por una persona, pero la calidez de su gesto le hacia sentir que era la primera. 

El corazón de ambos conecta en los latidos, uno reposa en el cuerpo del otro, solo un momento, que desearon que dure toda la eternidad. 

—Ya no me siento sola, ni triste.  

Le dice ella, casi como un suspiro. Apenas un conjunto de palabras que valen más que el oro. 

—Tienes que irte. 

Responde él, con un dolor que no quería reflejar. 

—No me iré sin ti. —Dice ella, ahora mirando sus ojos. 
—Me temo que debes hacerlo. 
—No tienes que servirle, podemos con él. 
—Estoy seguro que si. Pero tan pronto sepa que sigues viva no dudará en remover el sello que contiene mi enfermedad, y esta volverá a tomar mi cuerpo, hasta consumirlo. 
—Podemos buscar una forma de ayudarte, con médicos, doctores. 
—La ciencia medica ya intentó ayudarme, y fracasó querida mía. Me temo que no soy capaz de cumplir su petición, y prefiero morir en soledad a pensar si quiera en lastimarte. 
—Tiene que existir una manera, no quiero dejarte. —Su voz se torna más aguda, y sus ojos son invadidos por lagrimas que contiene. 
—Yo tampoco quiero separarme de ti, pero me queda poco tiempo, así que tendrás que hacerlo.  
—Muéstrame tu cara.  
—Nayla… 
—Quítate esa mascara y déjame verte. 
—No quiero que conserves esa imagen en tu mente. 
—Yo elegiré si conservarla o no. 

Hace una breve pausa mientras mira sus ojos. Las manos le tiemblan, dirigiéndose a su mascara. Después de todo lo ocurrido, su petición es bastante lógica por eso no puede negarse. Llega hasta su mascara y la retira con cierta delicadeza, para luego portar un gesto de vergüenza, y una mirada cabizbaja. 

Ella ve su rostro, con la piel podrida y  carne viva. Un aspecto que había causado temor y espanto en todo ojo humano que se atrevió a mirarlo. Aunque para ella es la cara del hombre que quiere seguir viendo, alegrando sus mañanas, y encendiendo sus tardes. Jamás estuvo en una relación, por ende no sabe como funcionan, pero está segura que quiere descubrirlo junto a él. 

A pesar que fueron solo cinco días, sus sentimientos queman como si fueran una hoguera, no bastaban las palabras para demostrarlo, era hora de un gesto. Cierra sus ojos, mientras se acerca a su boca de manera lenta, dejando un beso en sus labios. 

Como él había dicho, ni siquiera su madre se atrevió a besarlo, y ella está ahí, pegando los labios con los suyos. Cuando se separan, él vuelve a colocarse la mascara, y observa su mirada. 

—Tienes que irte, Nayla, jamás te olvidaré.  
—No me obligues a irme sin ti. 
—Mi vida está llegando al telón final, de nada sirve que desperdicies tu tiempo conmigo, mientras más lo retrasemos será más difícil. Me temo que es hora de decir adiós.  

… 

—Y eso fue lo que pasó —le dice Nayla a Kyros, quien la mira atónito. 
—Me dejas perplejo, pero de entrada, me alegra que estés bien. 
—No estoy bien. Desperté en el palco numero cinco, y aunque busqué su guarida no la encontré, no me quedó otra opción más que venir aquí.  
—¿Y qué piensas hacer ahora? 
—Esta noche volveremos al teatro, y lo encontraremos. 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.