Nayla, Amor, Magia y Aventura

Capítulo Trece: Muéstrame el Camino

—Fue una fantástica noche. —Dice el director a uno de sus asociados. 
—Como cada noche, siempre repletas de emoción. 
—Claro, sin embargo hoy noté al publico algo…  

Detienen su conversación un momento para abrir la puerta de su oficina, y encontrar al guarda espaldas en el suelo y a Kyros sentado en la silla principal. 

—¿Quién demonios es usted? —Brama el director. 
—Su espectro del teatro tiene a mi amiga. Dígame ahora donde lo encuentro. 

El director junto a sus tres asociados quedan atónitos. Sin saber qué decir. 

—No sé quien es este loco. Llamen a seguridad. —Grita de nuevo el director, saliendo con sus acompañantes de la oficina. 
—No harán nada de eso.  

Con un hechizo del elemento aire, desata en vendaval, efímero, pero con la fuerza suficiente para traerlos a rastras a la oficina. 

—No se irá de aquí hasta que me diga como encontrarlo. Sé que lo sabe. 
—Usted no entiende —responde agitado—. Le prometimos guardar su secreto, él es una persona peligrosa. 
—Sé que es peligroso, y tiene a mi amiga. ¿Así que me dirá donde está, o tengo que destruir todo el teatro para encontrarlo? 

Sus amenazas no surten el efecto esperado, el temple del director se asemeja al de una tortuga, mientras más lo presionas, más se oculta en su caparazón. 

—Escuche —Dice de nuevo Kyros— Él está por morir, a menos que mate a mi amiga, en ese caso quizá viva para siempre. ¿Se quiere deshacer de él no es verdad? Entonces que sus pasos me guíen a su guarida, y para el amanecer los latidos de su corazón ya habrán cesado. 
—Está bien. Lo guiaré. —Responde con las manos temblorosas, tomando un manojo de llaves de su saco y dirigiéndose a la puerta—. Tenemos que ir hasta el sótano, sígame. 

Con cierta distancia Kyros camina tras de él, sin decir ninguna palabra. Al llegar a ese sótano, escasamente iluminado, el director se detiene delante de una puerta de madera, que parece tan vieja como el arte mismo del teatro. 

—A través de esta puerta encontrarás el camino que te llevará hasta el espectro. —dice tomando una de sus llaves para abrir la puerta—. Debo advertirte que el camino tiene sus pruebas. 
—¿Se refiere a las que siempre cuentan para asustar a los espectadores? 
—Así es, pero puedo asegurarle que no son cosa de cuentos. 

La puerta se abre, develando un sendero oscuro como la noche, el rechinar de la misma hizo eco, haciendo sentir en vacío que los rodea. 

—A partir de ahora todo depende de usted. 
 




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