Tan pronto atraviesa la puerta es recibido por la oscuridad, que lo rodea, pero no logra solaparlo. Ya caminó por recintos oscuros, miró cara a cara a sus debilidades como a poderosos enemigos, y está dispuesto a volver a hacerlo para proteger a Nayla.
Se le hizo raro, hace un momento, llamar a Nayla amiga. No son amigos, pero no se le ocurrió otra manera de llamarla. Adentrándose más en ese corredor recuerda los relatos de la gente del teatro.
Para esta instancia, debería encontrar al llamado verdugo. Un hombre, con una armadura oscura, marchando en la soledad mientras sostiene sus espada. Siempre en guardia, listo para usarla.
En la distancia, logra oír el sonido de la armadura, por lo que sus pasos cesan, para no alertar al guardia. Cuando logra verlo, nota que no se trata de un guerrero, sino de una armadura hechizada.
Lo curioso de estos hechizos, es que también son adheridos al alma, esto quiere decir que, aunque la derribe, se levantará de nuevo, siempre y cuando la persona que hizo el hechizo esté viva.
Aunque también tiene una ventaja, ya que al no ser una persona, puede ser engañado.
Él hace un hechizo llamado espejismo, con el que produce una ilusión de su propia persona, la que es atacada inmediatamente por el guardia, que demuestra mucha velocidad en sus ataques. Esquiva la mayoría de ellos, y los que no, sólo lo atraviesan, sin generarle daño.
Kyros aprovecha para escabullirse hacia una escalera, que lo haría bajar y enfrentar la siguiente prueba. Le hablaron de un teniente de bomberos, el cual huyó despavorido luego de ver a una calavera repleta de fuego.
Los bomberos no le temen al fuego, pero cuentan que este hombre estaba pálido, decía haber visto a un demonio. Y espera que realmente no se trate de eso, ya que sería una muy dura prueba.
Al bajar se encuentra con las alcantarillas, lo único que puede ver son algunas ratas, que aunque grandes, no significaban una amenaza. Hasta que, de repente, como si se tratase del amanecer, una encandiladora fuente de luz se acerca desde el fondo del corredor.
Para empeorar las cosas, no está sola, sino que los chirridos delatan que las ratas la siguen en manada. Un tormentoso enjambre de roedores colman sus piernas, y se ven repugnantes. Kyros vislumbra de frente a su rival, que lo aguarda desafiante. Como le contaron, se trata de una lúgubre calavera rebosante de llamas.
Pero el fuego no proviene de ningún infierno, y tampoco es un demonio, sino una calavera encantada con un hechizo de fuego, y otro de viento. De esta manera produce un silbido capaz de atraer a las ratas.
Decide hacer lo mismo, invoca el elemento aire, para producir un silbido, que aunque leve, logra confundir a los roedores, y hacer que abandonen como un destello el lugar.
Ahora solo queda uno, la calavera lo observa, como si estuviese enojada, y contra él brama un poderoso aullido, seguido de una brillante bola de fuego, que incineraría todo a su paso.
A Kyros no le quedan muchas opciones, más que un combate directo. Invoca el elemento agua, y de sus manos desprende una poderosa ola, que parece tragarse la bola de fuego, y consumir todas las llamas que crecían en el cráneo hechizado, haciendo que caiga al suelo, desprendiendo humo.
Él forma un rayo y la hace añicos. Al igual que la armadura, volverá a levantarse, pero en este estado puede tardar un poco más de tiempo. De todas formas, resuelve por correr, hacia su siguiente prueba.
Lo más ancianos en el teatro le contaron sobre un cuarto con espejos, que más bien era una cámara de tortura, donde habían perdido a uno de sus colegas. Cuando eran jóvenes aventureros, se les ocurrió adentrarse en las profundidades del teatro para develar el misterio del espectro, pero apenas salieron con vida.
Encuentra el fondo del camino. No hay más que una tapa de alcantarilla a sus pies, no queda más opción que correrla, encontrando una escalera, donde baja con cautela. Le convenía pensar antes de cada paso, para esquivar a la cámara de los espejos. Ya sabe de qué se trata, no cualquier mago puede elaborar tal trampa mortal, y podría ser su perdición.
Los escalones llegan a su fin, puede ver el suelo en una sala iluminada, a poca distancia. Por lo que, simplemente, da un pequeño salto, cayendo así en la cámara de los espejos.