En otro punto, no tan alejado de Nayla y Erick, también se percibe peligro. En una pequeña arboleda, esposas de metal contienen a un ser capaz de arrancar árboles de cuajo. La reina de las serpientes, Shahmaran es quien se encuentra cautiva.
Pero no es un metal cualquiera el que logra someterla, sino roca lunar. Un metal capaz de inhibir la magia, haciendo que la reina deba conservar su forma humana, sin poder transformarse en esa temible serpiente.
—Sácame de aquí ahora y te perdonaré la vida. —le dice ella a su captor.
—Debes estar loca.
Responde indiferente después de reír. Se trata de un hombre vestido con una parca negra, como si fuera un sectario, apenas de mediana estatura y con un cuerpo delgado, pero aun así intenta verse imponente.
—Ni creas que vivirás para ver el sol de mañana. —dice él fulminándola con la mirada—. Por lo que estoy viendo la pelea entre Nayla y Erick ya empezó, así que ya puedo matarte.
—No puedo creer como me drogaron y me secuestraron un par de idiotas como ustedes, esto es decepcionante.
—Él tampoco podrá creer que cuando nos traiga la cabeza de Nayla, nosotros le entreguemos la tuya.
—No me hagas reír. No son rivales para Erick.
—Yo no, pero Quimión es mi compañero, y es el cerebro de toda esta operación. Él está viendo la pelea desde las montañas lejanas, y si el dragón nos traiciona, atravesará su pecho. —dice con la mirada al cielo, lleno de entusiasmo—. Con esto podríamos ser miembros de los Caballeros Celestiales, no dejaremos pasar esta oportunidad.
Ella solo ríe viéndolo tan entusiasmado, sabiendo que echará por tierra sus planes. Él no tolera su burla, y con una mirada de piedra, mete la mano debajo de su capa, sacando un hacha muy afilada, con la que piensa cortar su cuello de un solo tajo.
Pero un grito de dolor toma su garganta, y de pronto cae al suelo, ante la leve risa de Shahmaran, viendo como una serpiente le inca sus colmillos, compartiéndole su veneno.
—Tus esposas pueden impedir mis capacidades mágicas, pero el don de comunicarme con las serpientes es una capacidad natural, por ende, tus artimañas no tienen efecto. —informa ella, con una sonrisa de lado, sintiéndose victoriosa.
—Maldita… —brama él con esfuerzo.
—La peor. —dice contemplando como la agonía invade a su rival—. Tienes suerte de que no estemos en zona de boas, me hubiera gustado ver a una de mis chicas romperte el cuello. Pero en fin, ya estás acabado, el veneno de mi serpiente en la sangre te dará una muerte muy dolorosa.
Logra librarse de las esposas simplemente mudando de piel. Y bajo el sol de esa mañana, se convierte en su forma animal, para arrastrarse a toda velocidad por la tierra, antes de que Erick cometa un acto sin retorno.
Dijo que lo observan desde una montaña lejana, entonces la pelea debe librarse cerca de ellas. —deduce—. Mencionó que atravesarían su pecho, entonces puede que posean el arma que ah llevado casi a la extinción a los dragones, el cristal de fuego.
Mientras tanto Nayla y Kyros sostienen a duras penas la batalla contra Erick, quien sabe muy bien por lo que pelea, y está dispuesto a todo para proteger a su amada.
—Nayla, escúchame —dice Kyros con el pecho agitado—. En el pueblo hay alguien que puede guiarte hasta tu próximo guardián. Debes…
—Cierra la boca. —brama Nayla con energía—. No voy a dejarte aquí. Si algo te llega a pasar mi sello se desvanece, ¿y qué crees que ocurrirá entonces?
Tiene razón. —piensa Kyros—. Si muero el sello en su cuerpo se disuelve, y Kira podría ser liberada, lo que será una amenaza mucho mayor al dragón.
Erick intenta emprender vuelo, para atacarlos desde lo alto. Pero Kyros provoca una ráfaga de viento, haciendo que pierda el equilibrio y caiga contra unas rocas. Pero con velocidad se incorpora y logra atacar con sus llamas, Nayla usa rocas hechizadas para que formen un escudo, que los protege de momento, pero no resistirá mucho.
Entre risas, desde una montaña lejana, observa la pelea una persona con una mirada siniestra. Desconocido para el sol, ya que lleva una túnica negra que cubre todo su cuerpo. Justo a su lado, mora otro ser con la misma prenda, solo que es más pequeño, con una forma peculiar, puede ser humano, o animal.
Shahmaran se acerca con sigilo a sus espaldas, sin que el sienta su presencia. Se posiciona y se lanza en un fiero ataque a traición. Pero es detenida por una suerte de barrera mágica, que le devuelve una poderosa descarga eléctrica a la reina serpiente, provocando un fuerte grito de dolor.
El corazón de Erick se sobresalta temeroso al oír ese grito. Detiene sus ataques y observa a su amada caer al suelo. Nayla también puede oír ese grito, y al ver aquella imagen, sin más, el dragón se lanza hacia allá, siendo el único que entiende lo que está pasando.
El malvado ríe a gritos al ver toda la situación, parece que ser descubierto incrementa sus horribles intenciones. Le quita la capa al ser que está a su lado, que no resulta ni humano, ni tampoco animal, sino que es un arma. Se ve como un poderoso arpón, y la punta está revestida con un cristal morado, que altera a Erick cuando lo ve.
Sin dudar un segundo, dispara su arpón portando esa sonrisa malévola. Erick intenta esquivarlo, pero no lo consigue, el proyectil es demasiado rápido, y atraviesa su pecho, haciendo que caiga, desangrándose en una llanura ante la vista confundida de Nayla y Kyros.
Shahmaran se desliza hacia él, con esa agilidad y sigilo propia de las serpientes. Nayla la observa, entiende que puede ser riesgoso acercarse, pero debe hacerlo para llegar al fondo del asunto. Toma a Kyros entre sus brazos, y se lleva un grito de su parte cuando salta de manera descomunal para llegar a ellos.
Cuando lo consiguen, ven a Erick desangrándose sin remedio. Al verlos, ella vuelve a su forma humana, cubriéndose con escamas verdes y negras que disimulaban ser un vestido para tapar su desnudes.
—Tienen que ayudarlo. —clama—. Por favor. Solo los atacó porque me secuestraron y lo obligaron a pelear.
—Eso explica un par de cosas. —menciona Kyros, que observa a los lejos al atacante. Decide formar una nube de tormenta sobre él, y disparar un rayo, pero que es repelido sin problemas por la misma barrera mágica—. Maldición, tiene un cristal de apolo.
—Le dará protección bajo el sol, pero no impedirá que él nos ataque. —informa ella.
—¿Y cómo podríamos derribar esa barrera? —pregunta Nayla.
—El ataque de un dragón podría. —responde Kyros.
—Pero está herido. Ese maldito tiene cristales de fuego. —menciona Shahmaran.
Sin que le diera más tiempo para hablar, el villano vuelve a disparar. A Kyros se le ocurre provocar una ráfaga de viento para desviar el proyectil, pero es demasiado rápido. Entonces Nayla decide tomarlo en sus manos. Con un salto rompe el viento y llega hasta el proyectil, lo toca con la palma de su mano, y con eso es suficiente para hechizarlo y hacer que cambie de dirección, volviendo en contra de su rival, haciéndose añicos contra su escudo mágico.
EL ataque no surte efecto, pero al verlo a Kyros se le ocurre una idea. Provoca viento, haciendo que se levante un muro de polvo, tapando la vista del atacante que por primera vez deja de reír. El dragón se pone de pie nuevamente, aunque está mal herido y trémulo nunca dejará de dar batalla.
—Nayla, tengo una idea —menciona Kyros—. Removeré una espina de tu sello para que puedas usar la magia de Kira, y así darle poder a Erick, para que tenga fuerza para atacar.
—¿Cómo sé que Kira no se saldrá de control? —pregunta Nayla.
—Confío en que podrás lograrlo, es la única opción que nos queda. Usé casi todo mi mana en la pelea, y no podré sostener ese muro de polvo por mucho más tiempo, te ruego que confíes en ti misma.
El poder de Kira la aterra, pero no le quedan otras alternativas. Kyros borra una de las espinas del sello con solo mover un dedo, y Nayla se lanza junto a Erick, sentándose sobre su cuello rojo y escamoso de dragón. Apoya su brazo en aquellas escamas y de la misma manera que hechizó las rocas, comienza a darle su poder.
Tan pronto lo siente su herida pasa a un segundo plano. Sus pies despegan del suelo y sus alas emprenden vuelo, demostrándole a mas nubes quien puede sobrevolarlas, el cielo recibe una vez más a su campeón.
Por otro lado, Nayla siente a Kira rugir en su interior, le cuesta controlarse, hasta que comienza a germinar otra voz en su cabeza.
—Nayla, no temas.
Escucha y difiere esa voz grave, se trata de Erick.
—Podemos comunicarnos a través de la magia que me estás dando. —le dice–. Creo poder llevar las riendas de este poder, pero no por mucho tiempo. Nuestro enemigo tiene cristales de fuego, fueron hechos por los Caballeros Celestiales para matar a los dragones. Un arma mortífera que es atraída por las escamas de dragón, como si fuese magnetismo, haciendo que no podamos esquivarlas. Solo tendremos una oportunidad, espero que estés lista para tomar la vida de este bastardo.
Un resplandor rojizo cubre al dragón. Quien vuela triunfal sobre los cielos, hasta sentir el poder suficiente para acabar la pelea de un solo golpe. Nayla se aferra a él con fuerza para no caerse, y queda fascinada al ver todo ese paisaje, casi melódico, casi poético, contemplar los mares y los bosques al mismo tiempo, desde el lomo de una bestia que creía mitológica.
Abandona su vuelo, y empina el rumbo contra su oponente. El muro de polvo se disipa, Kyros no pudo sostenerlo por más tiempo. Su rival los ve, como quien contempla a sus pesadillas chocar cara a cara. El poder se concentra en un solo disparo desde las fauces del dragón, que como un implacable resplandor asesino, cae sobre su enemigo, pulverizando todo a su alrededor. Dándole al fin la victoria.
Erick ruge en el cielo, disipando a las nubes, coronándose rey de su reino perdido en las alturas.