Nayla, Amor, Magia y Aventura

Capítulo Treinta y Uno: Me Haré Más Fuerte

En la oscuridad de su mente Nayla se refugia. Dando pequeños pasos inaudibles en el exterior, pero causando un fuerte eco en su fas interna. La piel se le eriza cuando en lo oscuro ve una vez más a esa llama, brillante como luz naciente del día. A medida que sus pasos se acercan el fuego se aviva, como si fuera a desatar una tempestad. 

Las llamas dejan de ser una ráfaga incontrolable para tomar forma. Patas, garras, cola, hocico, son las partes que Nayla identifica con su vista, como su fría mirada de depredador. Sorprendiéndola, Kira se lanza contra ella, pero antes de que pueda intentar retroceder una barrera invisible detiene a la bestia. En esta se marca en color rojo el mismo sello que Nayla lleva en su piel, entonces recuerda el momento en el que Kyros lo hizo, poniendo un freno a los poderes de Kira. 

—Maldito sello. —se oye una voz. 
—¿Acaso estás… —musita Nayla con sorpresa. 
—Si estoy hablando —interrumpe Kira—. Ahora puedes entenderme porque ese domador de bestias te ayudó a llegar hasta mi. 

Su voz resuena poderosa, hasta le eriza la piel mientras trata de permanecer impasible.  

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunta hostil—. No deberías venir a molestarme. 
—¿Crees que acaso me gusta tenerte cerca? —brama Nayla.  
—Yo soy quien más sufre al tener que estar aprisionada en una maldita niña debilucha como tu —responde enseñando sus fauces repletas de colmillos amenazantes.  
—Te mostraré quien es débil —vocifera desafiante, adoptando una expresión de piedra. Su puño arde en llamas por ese hechizo que ya es de cabecera, flexiona sus rodillas y ejecuta un poderoso brinco estrellando su puño iracundo sobre aquel escudo que las separa.  
—¿Crees poder conmigo con ese poder tan insignificante? —le dice Kira, burlona, contemplando su intento vano de lastimarla. 

Nayla observa esa expresión, la que despierta su odio junto con horrendos recuerdos de su infancia, como el asesinato del padre Howard, la forma en la que tuvo que huir siendo una niña, la dificultades, las mil veces que debió agachar la cabeza para contener sus emociones, para terminar todo con el recuerdo de Víctor en su cabeza, lo que hace que estalle en cólera. 

—No tienes idea de todo lo que perdí por tu culpa —vocifera Nayla atacando con fuerza al escudo que las separa, con ambos puños envueltos en llamas. Kira no permanece en sus cabales, sino que arremete feroz y brava contra ella, usando sus garras, hocico, cabeza y cada parte de su cuerpo. 

Esta feroz batalla interna se refleja en el exterior. El cuerpo de Nayla, aunque envuelto en cadenas de roca de lunar como un capullo, no deja de convulsionar, provocando fuertes temblores dentro de la cueva. Ingresa uno de los guardias con un garrote en la mano, sorprendido al verla agitarse de esa manera, como si estuviera poseída. 

De repente cae al suelo, habiendo roto las piedras que aseguraban a esas cadenas contra la pared, ahora se ve como una oruga retorciéndose. En su interior aun sigue la batalla, Nayla y la reina bestia golpean el escudo con todas sus fuerzas, mientras se miran con desprecio. 
El guardia comienza a golpearla con su bastón y eso provoca que abra los ojos, para mirarlo con el mismo odio. 

Ella no tarda en notar que está en el suelo y se las ingenia para darle una fuerte embestida a su agresor con todo su cuerpo, de tal magnitud que destruye la cueva y logra salir, hasta terminar estrellada contra un árbol. El poder indomable de sus movimientos hace que sus grilletes se vayan aflojando, pronto conocerán a la verdadera bestia.  

El otro guardia se acerca de inmediato, sin entender lo ocurrido. Sus ojos se pierden en el caos que lo rodea y la confusión lo ciega. Nayla nota su estado y sabe que no puede dudar. 
—Es ahora o nunca —piensa, para saltar hacia su rival y caerle encima dejándolo en el suelo, una vez ahí ella le pega un cabezazo para terminar de derribarlo. 

Con dos de sus captores inconscientes y otro fuera de foco solo se le presenta una dificultad, las cadenas. Están flojas, pero no lo suficiente, logra librarse las piernas, pero el torso y los brazos siguen fuertemente sujetados, sabe lo que tiene que hacer, así como sabe que le dolerá.   

Debe forcejear con las cadenas de tal manera que sus brazos lleguen a romperse para que esta se deslice hasta el suelo, aunque tenga la capacidad de regenerarse eso no quita que sienta dolor. Un quejido escapa de su boca cuando siente torcerse la primer vertebra, a eso le siguen diferentes dolores que para muchos serían de espanto. 

Por la agonía sus rodillas caen el suelo, así como su animo, justo cuando el sudor recorre su frente y el aliento se le escapa, recuerda las palabras de Kira, encendiendo su furia animal; 

“Yo soy quien más sufre al tener que estar aprisionada en una maldita niña debilucha como tu” 

—Esa bastarda —clama como un gruñido, para luego gritar con fuerza, liberándose de las cadenas aunque sintiera un dolor descomunal—. Me haré más fuerte y te venceré aunque sea lo último que haga —brama con toda su garganta, tanto por afuera como para sus adentros.  

Una vez que sus brazos se regeneran, usa las cadenas para atar a sus captores, antes de que puedan recobrar el sentido. En ese instante divisa al tercero, a quien le planta cara de modo desafiante mientras él se acerca con una mirada asesina. 

—Espero que hayas saboreado tu victoria, porque se acabó tu suerte —dice él, haciendo crujir a sus puños. 
—No necesito de la suerte para acabar contigo —responde Nayla, dejando ver el infierno en su mirada. 
 




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