Nayla, Amor, Magia y Aventura

Capítulo Treinta y Cinco: La Batalla de la Venganza

Sus pies se hunden en la arena, viendo a una oscura nube de tormenta acercándose por donde el sol se aleja. Los barcos de Nébula oscurecen este cielo, y vuelven negra al agua a su paso. Nayla los mira, sin dejarse amedrentar por el miedo, llenándose de valor contra el enemigo aun desconocido, sintiendo confianza al lado de Kyros y Caym, sus guardianes. 

—Nayla —le dice Kyros—. Ya sabes como manipular magia, concéntrate en la energía, manipúlala y expándela. 
—Lo haré —responde ella—. ¿Alguna estrategia? 
—Que no saltes al combate de forma prepotente y sin aviso. 
—Hecho —responde ella despreocupada. 
—Estoy intentando generar una tormenta en el mar —les dice Caym—. Pero la oscuridad que los rodea también los protege. 
—Es un escudo hecho de almas —informa Kyros—. Magia negra… 

Sus palabras son interrumpidas por un repentino aumento de velocidad de los barcos enemigos, los que como depredadores corren sobre el agua contra su presa. 

—Ahí vienen —musita Nayla, rodeando a sus puños con fuego. 

Cuanto más se acercan se ven más imponentes, llevan velas oscuras y parecen formados por huesos humanos. El navío más Grande frena de forma repentina, haciendo que el resto de la flota avance y lo cubran, rodeando todo con un manto de tinieblas. 

Son seis barcos sin contar el principal, destilando olor a muerte y putrefacción. Cuando llegan a marea baja las tropas se dejan ver, escapando directamente de agujeros en las paredes de los navíos, como si fueran cucarachas, aunque son personas, con poca piel y carne seca cayendo de sus huesos, con los dientes amarillentos y la mirada perdida, sin ningún rastro de humanidad. 

—¿Qué son esas cosas? —inquiere Nayla. 
—Esclavos —dice Kyros—. Nébula robó sus almas y los convirtió en eso. Ten cuidado, o masticarán tu carne hasta que no quede nada. 

Sus palabras fueron seberas así como su mirada, la que no se aparta del barco principal, hasta que alcanza a ver a Nébula. 

—Chicos —dice Kyros—. Fue un placer conocerlos. Iré por Nébula. 
—¿Qué? —pregunta Nayla, pero en ese instante, él desaparece, apareciendo en el barco principal, emergiendo del polvo de la nave, justo a espaldas de Nébula, y hombres de carne y hueso que lo miraban sorprendidos por su repentina aparición, salvo Nébula, que parecía estar esperándolo. 

—¿Qué hizo? —brama Nayla. 
—Es un hechizo de sustitución y reemplazo —responde Caym. 
—Y me dijo que no ataque de forma prepotente, es un… 
—Debe tener algo entre manos. 

El semblante de Kyros expresa su ira, y su vista se mantiene fija sobre Nébula, el hombre cuyo nombre es temido en los mares. Observa su piel oscura, como si estuviera hecha de sombra y ceniza, con un par de ojos color rojo, cuales heridas abiertas. 

Junto a él hay otros hombres, con aspecto bárbaro y la piel curtida por el mar. Uno de ellos ataca a Kyros con un rayo, demostrando la habilidad de un mago, aunque su poder no llega a herirlo gracias a un escudo de energía que lo protege. 

—Un cristal de Apolo —dice Nébula, dejando ver su sorpresa, su voz es rasposa, y suena de forma grave, arrastrando un eco con ella. 
—Se lo quité a un sucio pirata como tu —responde Kyros.  
—Por favor, no me compares con esa basura que enfrentaste. 

Al oír su voz de nuevo, Kyros percibe un duro escalofrío azotando su espalda. Puede ver como detrás de cada palabra, se oyen lamentos de almas atrapadas y encarceladas en el tono grave. 

—¿Cuántas almas sacrificaste para cambiar tu aspecto de humano, a la sombra viviente que eres ahora? —pregunta Kyros—. ¿Cuántas vidas padecieron para que en tu voz se escuchen lamentos de locura? 
—Fueron tantas que ya no tienen importancia —responde—. No te preocupes, pronto te unirás a ellas. 
—Jamás. Tu sola voz es un hechizo de magia negra, y ningún hechicero oscuro encontrará piedad bajo mi mirada. 
—¿Y qué vas a hacer? —inquiere elevando una pequeña risa—. Tu cristal de Apolo no durará mucho, ya que mis nubes negras ocultan el sol del cual recibe poder. 
—Serás destruido antes que eso pase. 

Dice estas palabras plantando una fría convicción. Entonces, atemorizando a las tinieblas que moran a su alrededor, su cuerpo comienza a emanar un brillo único, que inicia de forma leve, para expandirse como una llamarada en un mar de paja. El suelo gris se vuelve blanco, encandilando a sus enemigos, puesto que aterroriza a la misma oscuridad de sus almas, y sobre las nubes neblinosas se alza el reflejo de la luna llena, faltando horas aun para la noche. 

La imponente mirada del astro lunar hace que todo se paralice, incluso los esclavos sin alma detienen su marcha para mirarla. 

—¿Qué está… —musita Nayla sorprendida. 
—Es un hechizo —responde Caym—. Se llama Inara, lo que significa el destello, o el resplandor, se trata de un rayo de energía que cae directo de la luna. Un hechizo poderoso, que sólo dura un instante, aunque consumirá todo su mana, y también puede ser víctima de la explosión. 
—Ese idiota —dice entre dientes—. Está dando todo de si, no podemos ser menos, tenemos que pelear con toda nuestra fuerza. 

En ese instante, los esclavos vuelven a moverse, con sus encías carentes de vida, pero buscando tomar una. 

—Me gusta como suena eso —dice Caym, juntando sus puños, para abrir un gigantesco portal—. No podemos ser menos. Adelante, Kraken de tierra acorazado. 

Del luminoso portal sale una criatura grotesca, dejando ver ocho extremidades repletas de musculo, con una piel que parece llevar una armadura, porta un rostro de reptil con el que ataca a los enemigos con frialdad, aplastando a los esclavos como si fueran hormigas, y a los barcos cual papel.  

Nayla observa la fuerza descomunal de esa criatura, aunque después de haber peleado contra un dragón esa bestia le parece pequeña.  

—Debo concentrarme, para evocar mi poder, y luego expandirlo —dice ella en un soliloquio, viendo que sus enemigos la rodeaban. Llena a sus manos de fuego, y lo libera en una llamarada que convierte en cenizas a todo a su paso, controla el fuego con el movimiento de sus manos, y con su concentración vuelve a las llamas constantes, tomando la no vida de la existencia de sus atacantes. 

Desde el barco principal ven todo el alboroto de la costa, sintiendo que no tendrían escapatoria, muchos hombres abandonan la nave, tirándose con las rodillas trémulas al negro mar debajo de ellos. 

—Idiotas, no huyan —les dice Nébula. 
—Creo que te abandonan —dice Kyros, elevando una sonrisa de lado en sus palabras burlonas—. Es tu fin, me vengaré por lo que le hiciste a Byron, y también protegeré a Nayla. Este será tu resplandor final. 
 
Sin decir más palabras, el rayo cae en menos de un segundo, dispersando a las tinieblas y destruyendo la imponente fortaleza naval con su impacto, que también eleva a las aguas con su onda expansiva, volviendo astillas a los barcos cerca de la costa y levantando la arena de la playa como si fuera una dura tormenta del desierto. El Kraken resguarda con su lomo a Caym y Nayla, soportando la explosión a sus espaldas, aunque agrieta su coraza, sin que ceda al dolor.   

Cuando el impacto finaliza, el agua del mar cae como lluvia sobre la arena y el pueblo que aguarda en sus casas, atemorizados. Caym usa su magia para sanar a su bestia, y Nayla se corre hacia el mar, buscando a Kyros, encontrando solamente los restos destruidos de los barco. Hasta que escucha un leve quejido, y lo ve salir del agua con esfuerzo, arrastrándose sobre la arena como si el cuerpo le pesara mil kilos, entonces va a rescatarlo, ayudándolo a ponerse de pie. 

—Todo terminó —dice Kyros. 
—Casi mueres —responde Nayla. 
—Me protegió el cristal de Apolo, tenías razón, íbamos a necesitarlo.  

El Kraken una vez sano regresa a su reino, el domador de bestias sintiendo el cansancio se desploma sobre la arena, respirando profundamente. 

—Estoy agotado —dice—. Creo que estoy sin maná. 
—Igual —responde Kyros, abandonando los brazos de Nayla para tirarse a su lado. 
—Nenitas —dice Nayla dejando escapar una leve risa, la que es interrumpida por un temblor que viene del mar. 

El agua y  la arena ceden ante un imponente sub marino oscuro, que los deja atónitos. Con un conjunto de tinieblas que emergen en el aire, se forma el cuerpo de Nébula sobre la cubierta de la nave, elevando una sonrisa siniestra, que hiela la sangre de Kyros. 

—Pero, como… —musita Kyros con voz trémula.  
—Con magia negra se pueden hacer muchas cosas —dice Nébula—. Simplemente tomé un alma y la vacié de toda esencia, para poder usarla de recipiente y renacer de nuevo. Sacrifiqué  muchas almas por esto. Eres talentoso, guardián de Nayla, pero no eres rival para un mago oscuro. 

Desde el mar, comienzan a emerger cuerpos muertos a paso lento, iguales a los esclavos anteriores, sólo que ahora portan escudos y espadas, hechas de huesos amarillentos y afilados. Llegan hasta la arena, sin conciencia, dispuestos a matar.  

—¿Les gustan? —dice Nébula—. Son mi creación personal, soy todo un artesano. 

Uno de ellos toma ventaja del resto y se acerca a Nayla, dejando caer su espada sobre ella, que ni se inmuta, y la detiene con una expresión de piedra, para luego derribarlo con un golpe de revés, haciendo que sus restos decoren la arena. Le transmite su magia a la espada y hace que esta vuele, matando a muchos de los esclavos, para finalizar atacando a Nébula, quien la toma con su mano y la vuelve cenizas sin pestañar. 

—Nayla, al fin conozco —dice él. 
—El disgusto es todo mío —responde ella. 
—Te propongo algo, únete a mi, y acabemos con los caballeros celestiales. 
—¿Y luego qué? 
—El mundo será todo nuestro, podemos llevar a las criaturas mágicas a un nuevo comienzo. 
—¿Y qué pasará con las personas que no estén de acuerdo, los convertirás en esclavos como a estos seres sin vida? 
—Nayla, te doy esta oportunidad, sino te llevaré conmigo a la fuerza, y experimentaré contigo hasta que pueda sacar el poder de Kira de tu interior, mientras me apropio del alma de tus guardianes para convertirlos en mis esclavos. 
—Quiero ver que lo intentes.  

Sus manos resplandecen en llamas otra vez, preparándose para atacar, hasta que escucha una voz que la detiene. 

—Nayla —dice esta voz—. Déjame el resto a mi. 

Ella voltea sorprendida, para encontrarse con Byron, envuelto en un aura de calma, pero apretando sus puños, que tienen el tamaño de dos cocos, dejando ver su determinación y parte de su ira contenida. 

—Byron… —musita ella. 
—Miren quien decidió venir —le dice Nébula, elevando ese tono burlón—. Te hice matar a tus amigos, no te preocupes, esta vez los mataré yo, haré el trabajo sucio. 
—Nayla, llévate a Kyros y a Caym de aquí, Nébula es mío —dice, ignorando las burlas con su frío temple. 
—¿Podrás solo con él? —inquiere ella. 
—Podré con él, por favor, no intervengas. Esta es mi pelea. 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.