Hubo un tiempo en que la palabra "soledad" me dolía. Sonaba a abandono, a vacío, a no ser suficiente para que alguien se quede. Me pesaba. Me angustiaba. Me hacía pensar que algo estaba mal conmigo. ¿Cómo era posible que rodeado de personas, me sintiera tan solo? ¿Cómo era posible que ni siquiera yo pudiera ser mi propia compañía?
Pero todo cambió cuando entendí algo que me atravesó hasta los huesos:
"Estar solo no es lo mismo que sentirse solo."
La soledad no elegida duele. Quema. Te pone frente al espejo y te obliga a ver todo eso que no querés mirar. Es en ese silencio donde escuchás lo que evitás en el ruido. Es cuando nadie está, que aparece todo lo que falta dentro.
Pasé muchas noches con lágrimas en los ojos, preguntándome por qué. Por qué me sentía así. Por qué las personas se iban. Por qué, a pesar de tanto dar, seguía sintiéndome vacío. Pero también fueron esas noches las que me dieron la mayor enseñanza:
"Aprendí a abrazarme cuando nadie más podía."
Aprendí a ser mi refugio. A cuidarme. A tenerme paciencia. A acompañarme. A preparar una comida solo para mí. A salir a caminar sin esperar que alguien me escriba. A leer sin que nadie me pregunte cómo va el libro. A escribir sin esperar aprobación.
No fue de un día para otro. Primero vino la incomodidad. El deseo de llenar cada espacio con algo o con alguien. Amigos, salidas, redes, relaciones vacías. Y sí, lo confieso: me metí en relaciones solo por no sentir ese silencio abrumador. Por miedo a quedarme conmigo mismo.
Pero un día, ya no quise mentirme más. Ya no quise fingir compañía para tapar el ruido de adentro. Me miré al espejo, lloré, me abracé. Y dije:
“Basta. Hoy elijo estar conmigo. Aunque duela. Aunque tiemble. Aunque no sepa por dónde empezar.”
Y ese fue el comienzo.
La diferencia entre estar solo y sentirse solo
Estar solo puede ser una elección. Puede ser libertad. Puede ser salud. Porque hay vínculos que no te acompañan, te absorben. Hay relaciones que no te cuidan, te vacían. Y lo entendí cuando empecé a sanar.
Sanar también fue doloroso. No fue una frase bonita, ni una caminata de domingo. Fue llorar en silencio. Fue soltar a personas que quería pero que no me hacían bien. Fue quedarme sin respuestas, pero con paz. Fue decir “no” aunque quisiera decir “sí” solo por miedo al abandono.
"La soledad me dio claridad. La claridad me dio dirección. Y la dirección, fuerza para seguir."
Porque ahí entendí algo más:
“Estar solo me enseñó a estar en paz conmigo.”
A descubrir mis gustos, mis tiempos, mis errores sin castigarme, mis aciertos sin depender de la aprobación de nadie.
Hoy disfruto mi silencio. Mi espacio. No tengo miedo a una noche sin mensajes. No me aterra un día sin planes. Porque aprendí que si estoy bien conmigo, cualquier compañía es un regalo, no una necesidad.
Elegir la soledad también es un acto de amor
Muchos creen que el amor propio es un spa, una selfie o un mensaje motivacional. Pero no. El verdadero amor propio es saber irte cuando te están dañando. Es reconocer que estás mal y pedir ayuda. Es tener conversaciones difíciles con vos mismo. Es pasar tiempo con vos sin tratar de escaparte.
Amarse es decir: "hoy no quiero compañía, hoy quiero escucharme". Y no sentir culpa por eso.
"Aprendí que estar solo no me hace incompleto, me hace completo."
Me reconstruí desde ese espacio. Me volví más fuerte. Más auténtico. Más consciente. Dejé de idealizar el amor como un remedio para mi vacío, y empecé a verlo como una celebración de mi plenitud.
Hoy no me da vergüenza decir que disfruto estar solo. Que me gusta mi café tranquilo. Que valoro una tarde sin planes. Que encontré paz en lugares donde antes solo veía tristeza.
No te niego que hay días en que duele. Que extraño. Que me pesa. Pero incluso en esos días, ya no huyo. Me quedo conmigo. Me abrazo más fuerte.
Porque entendí que la mejor relación que puedo tener, es la que tengo conmigo mismo.
Y si esa relación está bien, las demás serán compañía, no necesidad. Caminos paralelos, no bastones. Elecciones, no salvavidas.
Frases que me marcaron en este proceso:
“Estar solo es aprender a disfrutar del eco de tu alma.”
“La soledad me enseñó a distinguir entre lo que quiero y lo que necesito.”
“Me dolía estar solo, hasta que entendí que conmigo estaba todo lo que necesitaba.
Este capítulo no es una despedida al amor ni una exaltación del aislamiento. Es un homenaje a ese momento de tu vida donde decidís volver a casa. A tu casa interna. Donde elegís conocerte. Entenderte. Y amarte, sin excusas.
Si hoy estás solo y duele, abrazá ese dolor. No lo niegues. Escuchalo. Porque quizás ahí esté tu verdad más profunda. Y quizás, como me pasó a mí, un día te sorprendas diciendo:
"Gracias, soledad. Porque me enseñaste a encontrarme."
#2925 en Otros
#420 en Novela histórica
#158 en No ficción
"una historia real de caídas, decisiones y renacimientos", cambio de pensar
Editado: 15.08.2025