Necesito Cambiar

Capítulo 13 : "Roto y funcionando: el peso de decir ‘estoy bien’"

Sanar también es dolor. Lo aprendí llorando en silencio, con la almohada húmeda y la garganta apretada de tanto callar. Descubrí que no hace falta una herida visible para sentir que sangrás por dentro. Hay noches en las que el pecho duele más que cualquier golpe, y no por lo que pasó afuera, sino por lo que uno carga adentro. Pensamientos que pesan más que una mochila llena de piedras, recuerdos que se clavan como espinas que no querés tocar por miedo a que duelan más.

Aun así, acá estoy. No funcionando perfecto, no como esas máquinas nuevas que nunca fallan. Funcionando como una vieja radio que a veces se apaga sola, que pierde señal, que mete ruido. Pero que, cuando logra transmitir, todavía deja salir melodías que valen la pena escuchar.

Siempre pensé que la gente fuerte era la que nunca se caía. Admiraba a esos que parecían invencibles, que no mostraban grietas. Hoy sé que estaba equivocado. La verdadera fuerza no está en nunca caer, sino en levantarse incluso cuando no tenés fuerzas, aunque sea arrastrándote. Está en abrir los ojos cada mañana y decir: “No sé cómo, pero hoy voy a seguir”. Porque nadie te entrena para esas batallas invisibles, esas guerras silenciosas contra tu propia cabeza, contra la culpa, contra el peso de las decisiones que no fueron las mejores.

He estado cansado. No ese cansancio que se cura durmiendo, sino ese que se mete en los huesos. He cargado deudas que parecen no terminar nunca, he sentido miedos que no se nombran y he soportado silencios que pesan más que los gritos. Y aun así, seguí. No por ser un héroe, sino porque entendí que rendirme no era opción. Nadie iba a levantarme si yo no hacía el esfuerzo de ponerme de pie.

Tengo 30 años. Un trabajo, pero no un peso en el bolsillo. Deudas que se alargan como sombras al final de la tarde. Una familia que no tiene mucho, pero que igual me da lo que puede, y eso me enseña que el amor no siempre se mide en lo que te dan, sino en lo que no les sobra y aun así comparten.

Ese fue mi punto de quiebre. Ahí decidí escribir mi historia. No porque crea que soy especial, sino porque sé que en algún lugar, alguien vive lo mismo. Porque como yo, hay otros que, si se caen, sangran… pero aprenden a curarse solos, con las manos temblando, pero firmes.

No vengo a darte discursos de superación de esos que parecen recetas de cocina. No vengo a vender magia ni esperanza vacía. Vengo a contarte mi verdad, con las cicatrices a la vista. Porque no lo aprendí todo. Sigo aprendiendo. Y la vida, con sus golpes, me enseñó que el cambio no llega envuelto en aplausos: llega de a poco, a veces sin que lo notes.

Hoy no tengo el mejor trabajo, ni el mejor sueldo. Vivo con lo justo, pero con la certeza de que el dinero no compra la paz ni el amor verdadero. Si algún día logro que mi vida demuestre eso, voy a sentir que gané algo más grande que cualquier cuenta bancaria.

Nunca olvido de dónde vengo. A veces recordar duele, sí, pero es mi manera de no perderme en un personaje que no soy. Y si algún día no puedo hablar más, seguiré escribiendo, aunque sea en papeles arrugados. Porque mientras escriba, voy a seguir aprendiendo y compartiendo lo poco que sé, y algún día, lo mucho que habré aprendido.

Entendí algo que me cambió: todo cambio empieza adentro. No llega porque alguien te lo diga, no aparece porque el mundo se alinee. Empieza cuando te mirás al espejo y decidís que no querés seguir igual. Aunque no tengas todas las respuestas. Aunque no sepas el camino exacto. Ese momento es el verdadero inicio.

Yo decidí. Y mi decisión no trajo milagros instantáneos. Trajo compromiso. Me inscribí en psicología, no porque ya estuviera curado, sino porque quería entender cómo sanar, cómo acompañar a otro que camina con las mismas heridas que yo. Escribí mi historia, no para buscar aplausos, sino para que alguien, aunque sea uno, sienta que no está solo.

Hoy no busco que me admiren por no haber sufrido. Busco que me reconozcan por no haberme rendido. Porque sigo acá. Roto, sí. Cansado, sí. Pero funcionando. Y mientras funcione, voy a seguir andando. Porque la resiliencia no es nunca caer, es levantarse una y otra vez, incluso cuando nadie lo ve.

Todos los días me levanto, me visto, salgo a trabajar. Cargo con mis deudas como si fueran una mochila invisible que nadie ve, pero que me encorva la espalda. Camino entre la gente, escucho conversaciones, veo sonrisas. Y siempre hay alguien que pregunta: “¿Cómo estás?”

La respuesta sale sola: “Bien”.
Un bien automático. Un bien disfrazado.
Un bien que, en realidad, es un grito atrapado en la garganta.

Decir “bien” es más fácil que explicar que no sé si voy a llegar a fin de mes, que lo que cobro no alcanza, que los fines de semana parecen encogerse hasta convertirse en un par de horas, y que muchas veces me encierro en casa porque salir implica gastar dinero que no tengo. Decir “bien” es más rápido que confesar que si gasto hoy, tal vez no coma mañana.

El dinero… esa palabra que muchos repiten como si fuera el centro del universo. Sin él, parece que no sos nada. Y sí, el dinero ayuda a vivir, a pagar cuentas, a dormir con menos preocupaciones. Pero yo, con lo poco que tengo, con mis errores y deudas, aprendí algo: el dinero no me va a cambiar. No define mi esencia, no dicta lo que valgo.

Claro que me gustaría estar viajando, viendo playas hermosas, disfrutando sin pensar en las cuentas que esperan al volver. Pero sé que para llegar ahí no hay magia: hay trabajo duro. Y el trabajo duro no es solo poner horas y esfuerzo. Es dar de vos lo que nunca darías por los demás, es enfrentarte a desafíos que parecen más grandes que vos. Es aprender que nada que valga la pena llega fácil, y que si lo heredas sin haberlo ganado, quizá nunca lo aprecies de verdad.

Conozco personas con mucho dinero que no están bien. Personas que publican su vida perfecta en redes sociales, llenando de filtros sus días, pero que en realidad esconden vacíos que no se llenan con lujos. Esa es otra mentira disfrazada de “bien”.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.