Necesito encontrarlo.

♡C A P 3:

Al estar desempleada todo iba a complicarse para mí y aunque podía ser una decisión poco madura y demasiado estúpida, decidí gastar lo último que quedaba en mi tarjeta bancaria en algunos postres de la cafetería favorita de mamá, ese sería un foco distractorio para que no se diese de cuenta de que habían despedido a su hija por ser boba y torpe.

Salí del baño en el que me había metido, humedecí mi rostro para borrar todo rastro blanco por mis saladas lágrimas y caminé hasta la cafetería que no se encontraba tan lejos de donde me encontraba.

Al arribar en la cafetería me sorprendí al mirar el estacionamiento exclusivo para clientes vacío, no le tomé mucha importancia y fui pidiendo algunos de los postres favoritos que le encantaban a mamá, también pedí un helado para comerlo y que ayudara a la tristeza que sentía en mi pecho.

La amable chica me entregó toda mi orden en una bolsa de papel «a excepción del helado» mientras tecleaba toda mi orden en el sistema, en ese momento se escuchó el motor de un auto que parecía ser deportivo por el ruido tan feroz que hacía, después se escuchó la campana que indicaba que un nuevo cliente había llegado y nunca pensé que ese hombre malhumorado cambiaría por completo mi vida.

—Serían 15USD —anunció la chica con amabilidad y gruñí al tener que pagar en dólares, vivir en frontera complicaba todo, pues los pesos parecían no existir.

—Claro —sonreí y le entregué la tarjeta de crédito.

En ese instante el hombre que había llegado se formó tras de mí, sentí un olor masculino fuerte y un tanto adictivo, pues me daban ganas de sentir esa fragancia en mis fosas nasales toda la vida «juro que no es dramatismo» era una fragancia costosa, de eso no había duda.

—Ehh, lo lamento, señorita —abrí los ojos con alerta cuando dijo eso —el sistema me indica que su tarjeta está vacía.

—¡¿Vacía?! —exclamé anonadada y escuché un gruñido masculino detrás de mí, estaba tan molesta con todo lo que estaba sucediendo que sin temor alguno giré en mis talones y lo enfrenté —¡¿tiene algún problema!? —me arrepentí de gritarle cuando vi su rostro, era perfectamente guapo y tan serio que hasta daba miedo verlo, sus facciones eran simétricas y sus ojos azules delataban todo, menos felicidad.

—Tengo cosas que hacer, niñita y si alguien se hubiese asegurado de tener fondos en su tarjeta, ya hubiese ordenado mi café amargo.

—Tan amargo y despreciable como usted —su quijada masculina cayó al suelo.

—No me conoces, jovencita —alegó.

—No necesito conocerlo para saber que es un completo amargado —dejé ese tema por la paz y volví al asunto del pago —¿puedes volver a pasar la tarjeta? Por favor —pedí con ternura, la chica asintió.

—Sigue sin pasar.

—De acuerdo —saqué todo el aire que no sabía que estaba acumulando, abrí mi bolsa, saqué mi tarjeta, estaba por entregarle un billete de $100 cuando negó, complicándome hasta la existencia.

—Lo lamento, señorita, no tengo cambio —iba a responder cuando el hombre se colocó a mi lado y ordenó con molestía, actuó como si yo ya no estuviese ahí, ¡qué hombre tan pesado!

—Un café amargo como siempre, nena —pidió a la amable señorita, ahí capté que él era un cliente frecuente.

—Sin crema ni azúcar —dijo ella.

—Exacto.

—Es un maleducado —mencioné con ira acumulada.

—¿Yo? —indagó burlón.

—¡Usted! —afirmé —ni siquiera han terminado de atenderme, mucha prisa tendrá —ironicé —¿tan difícil era esperar su turno?

—Es muy difícil para un hombre de negocios como yo, aunque claro, ¿que va a saber una niñita como tú de responsabilidades? ¡Nada! —se respondió a sí mismo y la cólera aumentaba cada que abría su boca adornada con barba.

—Usted no sabe nada de mí —rechisté.

—No necesito conocerte para saber el desastre que eres —su voz tan frío hizo que esas palabras se convirtieran en algo muy doloroso para mí, mis lágrimas estaban a punto de salir y me agunaté las ganas de llorar, no le daría el gusto a ese desconocido de verme desmoronada como un mazapán.

—Y yo no necesito conocerlo para saber la mierda que es.

—Una mierda que pagará tu orden, niñita odiosa. Aquí tiene señorita —todo pasó en cámara rápida, la chica le entregó el café a aquel hombre, él le entrego un billete y se marchó con prisa de ahí, inetenté seguirlo, pero subió al auto, lo encendió y aceleró a una velocidad inimaginable, ¡joder!

—Yo… —volteé devastada hacia la chica, sin saber que decir.

—Su orden está pagada —me entregó mi tarjeta —hasta me dejó propina —soltó risitas ilusionada.

—¿Sabes cómo se llama? —negó.

—Es un hombre misterioso —se encogió de hombros desenfadada.

—Pero, ¿viene seguido? —curioseé con esperanza.

—Sí, viene a diario, a la misma hora —guiñó el ojo.

—Genial, gracias —iba a marcharme cuando carraspeó, giré a verla y me entregó la orden, negué repetidas veces, pues no me parecía apropiado llevármela.




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