Hannah se había marchado de casa desde muy temprana hora, la escuela de modas estaba esperándola, confiaba tanto en ella que estaba segura de que se convertiría en una increíble y cotizada diseñadora.
Tomé mi celular luego de escuchar varias notificaciones y la primera que abrí, fue una proveniente del correo electrónico.
Leí con rapidez, únicamente era una factura online de la transacción que había hecho el día anterior «o sea, el gas», seguí leyendo los demás correos y hubo otro en específico que llamó mi atención, pues también hacía referencia a la cantidad de dinero que la agencia publicitaria había transferido a mi cuenta, ¡había demasiados ceros en la cantidad y eso sólo me alertó de sobremanera!
Me levanté de la cama mareada por la rapidez con la que lo hice «la anemia no me ayudaba» y corrí a buscar una calculadora, un cuaderno, bolígrafos y mis nóminas, con todo en manos, volví a desparramarme en la cama y a hacer cálculos.
Mis dedos se movían con rapidez sobre los números de la calculadora, hice cuentas sobre mis pagos semanales, el tiempo trabajado en la empresa y la cantidad que me pagaron sobrepasaba en demasía la cantidad que obtenía al hacer los cálculos, ni siquiera sumando las utilidades me daba como resultado la cantidad que me habían transferido, ¡me depositaron de más! Y el responsable de eso había sido Maximiliano, no había duda de eso.
Decidí llamarle, mis manos temblaban mientras tomaba el celular y lo dirigía a mi oreja, estaba muy nerviosa porque lo enfrentaría, por supuesto que necesitaba ese dinero extra, pero no era la manera correcta de ganármelo, incluso me sentía como una dama de compañía que estaba obteniendo plata a causa de las salidas con mi jefe, ¡suena enfermo!
—¡Buenos días, cielo! —exclamó ilusionado y no tardó en aparecer una sonrisa boba en mi rostro.
—Hola, señor, ¿tiene tiempo para hablar?
—Siempre tengo tiempo para ti —escuché como arrastró la silla, supuse que se había puesto de pie para caminar por su oficina tal y como hacía siempre mientras hablaba por teléfono «tanto tiempo compartiendo el mismo espacio, me hacía conocerlo indudablemente».
—Hoy revisé mi estado de cuenta y me percaté de que la cantidad que depositó es errónea —informé y chasqueó la lengua.
—¿Obtuviste menos de lo esperado? —espetó —hablaré con el departamento de contabilidad y...
—¡No! —exclamé para detenerlo —en realidad me depositaron de más, hice cálculos y sobra mucho dinero —expliqué.
—Es la cantidad que te mereces, cielo —su voz comenzaba a erizarme cada centímetro de la piel.
—No es cierto —rechisté —hice cuentas, saqué porcentajes y utilicé de referencia el tiempo trabajando en la agencia y es mucho dinero el que está sobrando.
—Es tuyo.
—No lo quiero, señor —suspiró, seguro estaba molestándose por mi actitud.
—Es tuyo, te lo has ganado por todo el tiempo trabajando aquí, además es una reposición de dinero por el tiempo que no estarás trabajando, sé que buscarás un empleo similar al que tenías aquí y eso tomará tiempo.
—Si tardo o no, no es asunto de la agencia, mucho menos de usted —escuché que se rio.
—Lo es, papá te despidió sin justificación alguna y...
—¡Sus razones fueron más que justificables! —gruñí —soy una torpe que nunca mereció un trabajo tan increíble como ese.
—No empecemos de nuevo con las inseguridades, bonita, por favor.
—Como sea —me encogí de hombros sabiendo que no me veía —no marqué para que intente hacerme creer que soy perfecta, sólo lo hice para decirle que le regresaré el dinero.
—No lo harás, cielo.
—¡Es suyo! —estaba perdiendo el control, podría ser pobre, más no avorazada.
—Es tuyo, cielo, fin de la conversación.
—Tener ese dinero me hace sentir sucia —confesé.
—¿Por qué?
—Siento que está otorgándomelo por salir con usted o algo así.
—Las cosas no son como estás pensando, cielo —escuché que la puerta de su oficina se abrió y me imaginé a una flamante secretaria ingresar a la misma y coquetear con él —no intento comprar tu cariño ni estoy pagándote las salidas, juntos, únicamente es una reposición por lo que tuviste que pasar en tu último día.
—Bien —musité —pero... —siseó con delicadeza.
—Es tuyo y listo, cielo.
—Se lo agradezco —terminé diciendo al saber que estaba ocupado —lo dejo para que siga trabajando.
—No termines la llamada, por favor, bonita.
—Está ocupado, no quiero causarle problemas.
—Problema sería pasar un día sin escuchar tu dulce voz —pegué un saltito de emoción y ni qué decir de mis mejillas coloradas cuán remolacha.
—Terminará convirtiéndome adicta a las llamadas con usted —me quejé.
—Esa es la idea, cielo.
Seguimos conversando hasta que mi viejo celular se apagó a causa de la falta de batería y preferí abstenerme a maldecir, tener celular en un mundo tan moderno como en que vivíamos muy era necesario, pero no tanto como respirar, así que tenía que comenzar a resignarme y entender que no podía tener todo lo que deseaba en la vida.