Necesito encontrarlo.

♡C A P 9:

Estaba en el área de reclutamiento de una importante cadena hotelera de la que me llamaron por la mañana, necesitaba quedarme con el puesto de recepcionista.

Al igual que yo, varias chicas estaban esperando ser entrevistadas, la diferencia era que mientras ellas ingresaban con seguridad a la entrevista, yo estaba perdiendo la calma a causa de los nervios.

—¿Keleine Davis? —indagó un señor robusto y canoso, me puse de pie con apresuramiento y me hizo un ademán para que ingresara a la oficina en donde me entrevistaría.

—Buenos días, soy yo —saludé e ingresé a la oficina.

—Siéntese, por favor —lo hice de inmediato —leí su hoja de vida y hay muchas cosas que no me cuadran —mi labio tembló de nervios, ¿a qué se refería con eso? —¿por qué no está estudiando? Es una jovencita y en vez de estar buscando empleo debería estar estudiando para el examen de la universidad.

—Créame que nada me gustaría más. Sin embargo, por ahora no puedo estudiar, más bien necesito trabajar.

—¿Tiene problemas? —elevó su ceja.

—Muchos, señor —estaba a punto de agachar mi mirada, pero alcancé a cuadrarme antes de que eso sucediera, no podía mostrar debilidad o estaría descartada para el puesto.

—Vivimos en frontera, no debería preguntárselo, pero ¿sabe inglés? —¡Dios, me había olvidado de agregar ese dato en mi CV, cagaba hasta lo incagable!

—Sé lo básico —fui sincera —puedo mantener una conversación casual con las personas, pero soy buena aprendiendo y en poco tiempo puedo dominar el idioma sin problema.

—Me gusta su honestidad, eso cuenta mucho —sonreí ante su halago —leí que trabajó algunos meses en la agencia publicitaria de el señor Koch, es muy conocido por su compañía.

—Sí, trabajé varios meses ahí —confirmé.

—¿Por qué dejó el empleo?

—Por cuestiones personales, señor —preferí decir eso a exponerme y decir que era una persona supremamente torpe y que por eso había perdido mi empleo.

—Para nosotros son muy importantes las referencias, señorita, ¿tiene algún problema en que llame al señor Koch? —negué sin tener otra opción.

Preferí verme segura y que me descartara para el empleo automáticamente después de que hablase con el papá de Maximiliano a que me corriera de la entrevista por rehusarme a que pidiera mis referencias, estaba consciente de que no ganaría nada con ninguna de las dos opciones, pero al menos la primera me hacía sentir valiente y justo en ese momento de mi vida, valentía era lo que necesitaba.

El señor Rush (supe su apellido por la placa de metal que estaba en el escritorio con su nombre y profesión) tecleó unos números en el teléfono, me volteó a ver y expandí una sonrisa para no verme nerviosa, aunque seguramente me miré tétrica al sonreír tan forzosamente.

Contestaron la llamada, pidió que lo comunicaran con el socio mayoritario de la agencia y el estómago se me revolvió en cuanto mi entrevistador lo interrogó, sus gestos eran indiferentes y la desesperación estaba carcomiéndome cuán gusano en manzana.

Finalmente colgó la llamada y sentí que dejaría de respirar en cualquier momento.

—¡He quedado impactado! —exclamó y las lágrimas quisieron salir de mis ojos, por supuesto que el empleo no sería para mí, imaginé todas las pestes que el señor Koch habrá dicho de mí —su hoja de vida no dice nada comparado con lo que ha hecho.

—¿Qué? —musité.

—El señor Koch me contó lo maravillosa que es, ¡está contratada!

—¿De verdad? —murmuré parpadeando sin poder creerlo.

—¡El puesto es todo suyo!

—Muchas gracias —le dediqué una sonrisa y esa sí fue sincera.

—Vaya al piso de arriba, allá le entregarán su contrato, le darán su uniforme y le darán capacitación, a partir de mañana comienza a trabajar si está de acuerdo.

—¡Claro! —chillé efusiva.

—Estaremos viéndonos muy seguido, señorita, que le vaya bien.

—Muchas gracias —sonreí.

—Que tenga lindo día, señorita Davis —apretó mi mano y me despedí muy ilusionada por lo que estaba sucediendo.

El señor Rush informó que la vacante ya había sido ocupada y los comentarios negativos hacia mi persona se hicieron presentes de inmediato, hablaban con tanto cinismo que parecía como si yo no estuviese ahí.

—¿Cómo ganó el empleo esa chiquilla tonta? —maldijo una de las chicas que iban detrás de mí —parece pollo espinado, es demasiado sosa.

—La expresión de su rostro es de asustada, alejará a los clientes con ese antipático rostro.

—Quizás se arrodilló en la entrevista —dijo una de ellas con molestia y ahí fue donde la rabia se apoderó de mí.

Volteé furiosa por lo que acababa de decir esa chica, caminé hacia ellas y sus expresiones no cambiaron  en ningún momento, estaban demostrándome que no me tenían miedo y a decir verdad, yo a ellas tampoco; podrían ser muy bonitas, latas y seguras de sí mismas, pero la toxicidad nunca desaparecería, esa era la diferencia entre ellas y yo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.