—¡Discúlpeme! —chillé avergonzada por mis acciones pasionales —yo... —ni siquiera supe justificarme, lo besé porque quise, no había más.
—Gracias por besarme —sonrió juguetón —tienes un sabor muy agradable —mis mejillas se coloraron al instante.
—¿Está siendo sarcástico? —se carcajeó.
—No, cielo, estoy siendo sincero —se acercó a mí con premura y dejó un beso casto en mis labios —¿a dónde te gustaría ir hoy?
—Recuerde que mi mamá... —siseó colocando su índice en mis labios.
—Tu amiga se quedó cuidándola.
—Amo a Hannah, pero no es la mejor candidata para cuidar a mamá, está delicada y mi amiga es muy desenfadada.
—No tardaremos mucho —acarició mi mejilla.
—¿Le parece si vamos a un parque cercano al de casa? —sugerí con una sonrisa —venden helados deliciosos —saboreé.
—Me parece una gran idea, tú serás mi guía.
—De acuerdo, señor —encendió el auto y mientras le daba instrucciones, me perdí en su piel tostada y expresiones marcadas —aquí debe girar a la derecha —anunció y siguió mi indicación.
Llegamos al parque con rapidez, iba a bajarme del auto, pero él se apresuró y me ayudó a bajar.
Avanzamos en silencio hasta los toboganes y a mitad del camino le pregunté algo que no imaginé preguntarle ni hacer.
—¿Señor? —carraspeé mi garganta intentando que eso me animara.
—Dime, cielo —besó mi cabeza.
—¿Puedo entrelazar mi mano con la suya? —mis piernas flaquearon.
—No tienes que preguntar cosas tan obvias como esas, bonita, tú puedes quitarme la virginidad en este momento —estallé de risa por su grandiosa broma.
En silencio apreté su mano y llegamos al área de juegos mientras tambaleé nuestro agarre.
Tomamos asiento en una de las múltiples bancas de madera y nos dispusimos a observar a los pequeños jugar, me daba gusto que a pesar de la época tecnológica en la que estábamos, hubiera madres que se preocupaban por sacar a sus hijos a actividades recreativas sin importar qué tan sencillas fueran.
—Sé que eres joven, Keleinecita —se escuchó triste —y que probablemente tus ideales no sean iguales a los míos, pero, ¿alguna vez has pensado en formar una familia? —me quedé muda hasta sumergida en los recuerdos de mi infancia y recuperé la cordura cuando me zarandeó —¿cielo?
—No he tenido mucho tiempo para pensar en eso —curvé los labios por inercia —no tuve la fortuna de tener una familia, al menos no como la usted debe anhelar.
—¿Quieres hablar del tema, bonita? —me besó los labios, no pude rechistar ni reaccionar a tiempo, en el fondo me fascinó y podría llegar a acostumbrarme a la calidez y sabor de sus besos.
—Sí, con usted podría hablar de todo —lamí mis labios para seguir hablando —nunca tuve una familia estable; no conocí a mis tíos, abuelos ni primos, siempre fuimos papá, mamá y yo, pero el primero sólo estaba físicamente, nunca fue un ejemplo a seguir, un padre amoroso ni consentidor.
—Lo siento, bonita.
—Nunca lo necesité teniendo a una mujer tan fuerte como mi mamá —una vez que hablaba me era difícil callarme —probablemente piense que usted no tiene nada que ver con lo que estoy hablando, pero quiero que sepa que cumplió uno de mis mayores sueños.
—¿Cuál, cielo? —sus ojos marrones se volvieron más claros a causa del sol y me derretí ante su presencia.
—Me dio mi primera mascota en toda la vida —parpadeó incrédulo.
—¿Nunca...? —negué antes de que pudiese terminar de preguntar.
—Nunca tuve mascotas, eso era un gasto innecesario desde los ojos del esposo de papá, ni siquiera me gusta pronunciar su nombre —ladeé mis labios —cuando me regaló la tortuguita no hice más que llorar porque de pequeña nunca experimenté esa emoción.
—Amor —me colocó encima de su regazo, me fundí en su pecho y lloré cuán niña pequeña —no me alegro de tu desdicha ni del daño que ese hombre te hizo, pero los golpes de la vida son los que te han convertido en lo que eres.
—¿Cree que soy alguien bueno? ¿Cree que valgo la pena? ¿Cree que soy valiosa?
—Te diré lo que realmente creo —tomó mi mandíbula femenina y la levantó para que nuestras miradas se fundieran en una sola —eres la chica más fuerte y valiosa que he conocido, Keleine.
—¿Por qué me dice eso? —curioseé —en su vida ha conocido a muchas mujeres y le aseguro que ninguna ha sido tan insignificante como yo.
—Escúchame bien —susurró en mi oído erizándome la piel —las mujeres que he conocido piensan que la mayor adversidad que han pasado es que sus zapatos no sean del mismo color de su bolso —reí, eso no era una adversidad desde mis ojos —nunca conocí a alguien que diera la cara e incluso sacrificara sus propios sueños por hacerse responsable de su progenitora, nunca conocí a alguien que aún estando tan rota por dentro denotara amabilidad y perseverancia ante la vida, nunca conocí a alguien que me hiciera sentir como cuando estoy contigo.
—¿Es algo especial? —me animé a preguntar y delineé su rostro con mi pulgar.