El día que no quería que llegara se hizo presente, luego de pensar en lo que era correcto y en lo que debía hacer, le pedí a Hannah los contactos de Logan y sin darle muchos detalles lo cité en el centro comercial, estaba consciente de que no era un lugar muy privado para que pudiésemos hablar «precisamente por eso quería que nos reuniéramos ahí» si pasaba algo podía pedir ayuda a cualquier persona que estuviese cerca, aunque deseaba que nada se saliera de control «y para mi mala suerte atraje todo lo contrario, ¡maldita sea!».
La bonita de Hannah me hizo el favor de quedarse cuidando a mamá, me dejó claro que me llamaría ante cualquier emergencia, la realidad era que la medicina y las terapias físicas estaban sirviendo de maravilla, algo que llenaba mi corazón en todos los ángulos posibles.
Me sentía tranquila al no dejar sola a mamá y a la vez me sentía harta de tener que hacer cosas que no eran relevantes para mí, pero que debía solucionar antes de que más puto caos se filtrara en mi vida.
Los nervios afloraron en mí al imaginarme frente a mí a Logan porque nuestro último encuentro fue caótico, él fue grosero conmigo y yo fui más cortante de lo que alguna vez fui con alguien, pero ese desconocido tenía el grandioso «¡viva el sarcasmo!» don de hacerme enfadar, cada palabra que salía de su experimentada boca lograba molestarme, decía cosas machistas, nada coherentes y muy directas para decírselas a alguien que ni siquiera conocía «o sea a mí».
Observé la hora en mi anticuado móvil mientras sorbía del popote de la gaseosa que compré, el calor era terrible y el agua no era una opción, no en ese día en específico cuando necesitaba cafeína para sobrellevar la situación.
Iba a marcharme al ver que Logan no llegaba hasta que alguien tocó mi hombro, me sobresalté y...
—Estaba en una reunión de negocios y no pude salirme antes, lo siento, señorita —me di vuelta y me encontré con el malhumorado de ojos azules, quien seguramente estaba asándose de calor, llevaba un pantalón de vestir, una camisa blanca arremangada y una corbata que combinaba con todo el atuendo.
—Pensé que no vendría —me quejé y le di un sorbo más a mi bebida.
—Tuve contratiempos, pero ya estoy aquí —me encogí de hombros desenfadada —¿vamos a tomar un helado? —negué —¿a comer? —bufé negando de nuevo.
—Mire, señor Walton —lo escrudiñé de pies a cabeza —vine a que hablemos de negocios, no de comida ni helados —informé.
—¿Dónde se supone que hablaremos? —elevó su ceja con egocentrismo viendo a su alrededor.
—Aquí —obvié apuntando la banca con la mirada.
—¿En medio del paso de los comerciantes? —se molestó —¡claro que no! —se quejó cuán niño pequeño, denotando que era un hombre caprichoso y acostumbrado a que las cosas se hicieran como él pedía.
—No le tengo nada de confianza como para ir a otro lugar —admití.
—No voy a hacerte daño... —me observó sin saber cómo me llamaba y desde ahí perdí la calma.
—Me llamo Keleine y no hace falta que se haga el disimulado, sé muy bien que contrató a un detective para encontrarme —escupí la verdad en una sola oración y pasó saliva con nerviosismo.
—¿Có-cómo lo supo? —tartamudeó.
—Para empezar, deje de llamarme de usted —pedí.
—¿Le molesta, señorita?
—¡No me molesta! —ugh, claro que me molestaba —más bien me parece hipócrita que me haya hablado sin respeto alguno en la cafetería y ahora venga aquí a pretender que nada pasó, ¡sea coherente en sus acciones! —bufé —¿comenzó a tratarme por respeto al verme bien vestida y al aparentar algo que claramente no era? —tenía el don de hablar con rapidez cuando estaba enojada —es un hipócrita.
—Y por lo que veo, tú no lo eres —me observó de pies a cabeza —tienes el mismo carácter temperamental de aquel día en el que incluso me llamaste amargado —el hecho de que dejase de hablarme de usted me pareció adecuado, no toleraba que me hablara con respeto cuando antes me había tratado de la mierda.
—¿Y va a negarme que es un amargado? —estaba hablando de más olvidándome de que había pagado mis múltiples deudas, debía pagárselas, pero no podía permitir que me pisoteara ni él, ningún otro hombre ni mujer, al terminar mi relación con Saúl y con la ayuda de mi amiga y Maximiliano comprendí que nadie era superior a nadie y ese hombre que se encontraba frente a mí se creía mejor que yo por el hecho de estar forrado en dinero y así estuviese en deuda con él no me doblegaría ni permitiría sentir miedo ante su imponente presencia como llegué a sentirlo con anterioridad.
—Has aparecido en mi vida cuando más estresado he estado —intentó justificarse y negué.
—Mi vida se basa en estrés y no por eso trato mal a las personas —diferí —en fin, no vengo a hablar de su carácter sino a aclararle algunas cosas y a que usted me aclare otras.
—Hablemos, pero no aquí, por favor.
—Acepto un helado con tal de que esto termine cuanto antes —rodé los ojos.
—¿Cuál es tu problema, Keleine? —escupió molesto.
—Y todavía lo pregunta —gruñí colgando mi bolsa, bebiendo el último sorbo de gaseosa que me quedaba y avanzando hasta el local más cercano de helados.